Friday, April 3, 2015

Toda la Verdad Sobre el Vaticano II

Traducción de Google: Actualmente, he actualizado muchas de mis creencias para estar más en línea con el Vaticano II y ya no me adhiero a la posición de que el Vaticano II es herético, o que los Santos y adherentes al Vaticano II (y otros canonizados por el Vaticano II ) como la Madre Teresa fue herética o condenada, o que no merecen este título. ¿Por qué he cambiado de posición? Eso es simplemente porque la condenación es algo malo y el Vaticano II está más abierto a la salvación universal, mientras que la Iglesia anterior al Vaticano II no lo era.

Para obtener más información sobre este tema, y por qué la condenación es mala y por qué la Iglesia del Vaticano II enseña algo bueno al estar más abierto a la salvación universal, consulte esta publicación:

https://against-all-heresies-and-errors.blogspot.com/2019/05/q-why-damnation-and-eternal-torments-is-evil.html

La Verdad de lo que Realmente Ocurrió a la Iglesia Católica Después del Vaticano II

Este artículo contiene contenido usado de autores: Hno. Pedro Dimond y Hno. Miguel Dimond de Monasterio de la Sagrada Familia / vaticanocatolico.com

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Juan Pablo II durante una oración sincretista reunido con varios falsos líderes religiosos en Asís en 1989. Esta actividad “ecuménica” siempre fue condenada por la Iglesia católica, y recalcada específicamente por el Papa Pío XI en 1928 como un rechazo completo de la fe católica. Esta es una revolución contra la fe – un nuevo evangelio. ¿Qué está pasando aquí? En este libro encontrará la respuesta.




1. La Gran Apostasía y una falsa Iglesia predichas en el Nuevo Testamento y en la profecía católica

Lucas 18, 8: “Pero cuando viniere el Hijo del hombre, ¿os parece que hallará fe sobre la tierra?”

En el Evangelio, nuestro Señor Jesucristo nos profetizó que en los últimos días la verdadera fe se habrá casi extinguido en el mundo. Él nos dice que en el mismo “lugar santo”, justamente ahí, se instalará la “abominación de las desolación” (Mt. 24, 15), y habrá un engaño tan encubierto, que si fuera posible, hasta los escogidos serán engañados (Mt. 24, 24).

Mateo 24, 15: “Cuando viereis, pues, la abominación de la desolación, predicha por el profeta Daniel, en el lugar santo, el que leyere entienda”.

Mateo 24, 24-25: “Porque se levantarán falsos mesías y falsos profetas, y obrarán grandes señales y prodigios para inducir a error, si posible fuera, aun a los mismos elegidos. Mirad que os lo digo de antemano”.

2 Tes. 2, 3-5: “Que nadie en modo alguno os engañe, porque antes ha de venir la apostasía y ha de manifestarse el hombre del pecado, el hijo de la perdición, que se opone y se alza contra todo lo que se dice Dios o es adorado, hasta sentarse en el templo de Dios y proclamarse Dios a sí mismo. ¿No recordáis que estando entre vosotros ya os decía esto?”.

En 1903, el Papa San Pío X pensó que tal vez él ya estaba presenciando los principios del mal que habrá de ocurrir en los últimos días.

Papa San Pío X, E supremi, # 5, 4 de octubre de 1903: “Hay buenas razones para temer que esta gran perversidad puede ser como si fuera un anticipo, y tal vez el comienzo de los males que están reservados para los últimos días; y que ya habita en este mundo el ‘hijo de perdición’ (2 Tes. 2, 3) de quien habla el Apóstol[1].

El Nuevo Testamento nos dice que este engaño ocurrirá en el corazón de las estructuras físicas de la Iglesia, en “el templo de Dios” (2 Tes. 2, 4) y “en el lugar santo” (Mt. 24, 15). Así será porque las personas no recibirán el amor a la verdad (2 Tesalonicenses 2, 10).

En 2 Tesalonicenses 2, San Pablo nos dice que los últimos días se caracterizarán por una gran apostasía, que será la peor de la historia – peor incluso que la ocurrida durante la crisis arriana del siglo IV, en la que apenas se podía encontrar un sacerdote auténticamente católico.

P. William Jurgens: “En un momento de la historia de la Iglesia, sólo unos años antes de la predicación de San Gregorio [Nacianceno] (380 d.C.), quizás el número de obispos católicos en posesión de sus sedes, a diferencia de los obispos arrianos, no era mayor entre el 1% y el 3% del total. Si la doctrina hubiera sido determinada por la mayoría, hoy todos seríamos negadores de Cristo y contrarios al Espíritu”[2].

P. William Jurgens: “En tiempos del emperador Valente (siglo IV), San Basilio fue prácticamente el único obispo ortodoxo en todo Oriente que tuvo éxito en conservar el cargo de su diócesis… Si ello no tuviere otra importancia para el hombre moderno, un conocimiento de la historia del arrianismo debería mostrarle, por lo menos, que la Iglesia católica no toma en cuenta la popularidad y el número para determinar y conservar la doctrina: de otro modo, ya hubiéramos abandonado a Basilio, Hilario, Atanasio, Liberio y Osio y nos llamaríamos arrianos”[3].

San Gregorio Nacianceno (+380), Contra los arrianos: “¿Dónde están los que nos insultan por nuestra pobreza y se enorgullecen de sus riquezas? ¿Esos que definen a la Iglesia por los números y desprecian al rebaño pequeño?[4].

Si la crisis arriana ― sólo un preludio de la Gran Apostasía ― fue tan extensa, ¿cuánto más extensa será la Gran Apostasía predicha por nuestro Señor y San Pablo?

Profecía de San Nicolás de Flüe (1417-1487): “La Iglesia será castigada porque la mayoría de sus miembros, superiores e inferiores, se pervertirán sobremanera. La Iglesia se hundirá más y más, hasta que ella, finalmente, parecerá haberse extinguido, y la sucesión de Pedro y de los otros Apóstoles expirado. Pero después de esto, ella será exaltada victoriosamente a la vista de todos los incrédulos”[5].

San Pablo nos dice además que en está apostasía un hombre se sentará en el templo de Dios y se “proclamará Dios a sí mismo”. Más adelante en este libro, demostramos que esto es exactamente lo que ha sucedido, un hombre ha tomado posesión de la Basílica de San Pedro proclamando que él y todos los demás son Dios.

El P. Herman Kramer fue un sacerdote católico que pasó treinta años estudiando y escribiendo un libro sobre el Apocalipsis. En su libro, él escribió lo siguiente acerca de la profecía de San Pablo con respecto al Anticristo sentado en el templo de Dios:

“San Pablo dice que el Anticristo ‘se sentará en el templo de Dios’… Este no es el antiguo templo de Jerusalén, ni un templo construido por el Anticristo, como algunos han creído, puesto que sería su templo… este templo tiene que ser de la Iglesia católica, posiblemente una de las iglesias en Jerusalén o la de San Pedro en Roma, que es la iglesia más grande de todo el mundo y es, en su sentido pleno, ‘el templo de Dios’”[6].

Nótese que el P. Kramer dice que ‘el templo de Dios’ se refiere probablemente a la Basílica de San Pedro en Roma.

Papa Pío XI, Quinguagesimo ante, # 30, 23 de diciembre de 1929: “… tal fue la cantidad de personas que vinieron a la Basílica de San Pedro para la indulgencia del jubileo que, probable, Nos nunca habíamos visto el gran templo tan lleno de gente”[7].

La Enciclopedia Católica, en su artículo acerca del “Anticristo” nos dice que San Bernardo creía que el Anticristo sería un antipapa:

“… San Bernardo habla en el pasaje del antipapa [como la Bestia del Apocalipsis]”[8].

Beato Joaquín (muerte 1202): “Hacia el fin del mundo, el Anticristo derrocará al Papa y usurpará su sede”[9].

Pero créase o no que el Anticristo será un antipapa, lo que definitivamente ha sido profetizado es que las fuerzas del Anticristo gobernarán Roma en los últimos días. El 19 de septiembre de 1846, nuestra Señora de La Salette profetizó que, como resultado de la apostasía de la única verdadera fe católica en los últimos días, Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del Anticristo.

Nuestra Señora de La Salette, 19 de septiembre de 1846: “Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del Anticristo… la Iglesia será eclipsada”.

Esta alarmante profecía coincide con las profecías de la Sagrada Escritura (Apocalipsis 17 y 18), que nos dice que la ciudad de siete colinas (Roma) se convertirá en una ramera (una falsa Esposa de Cristo), que va a cometer fornicaciones espirituales (idolatría) y se embriagará con la sangre de los santos (falso ecumenismo). La gran ramera profetizada en la Biblia no es la Iglesia católica, sino que ella es una falsa Iglesia católica, una falsa esposa apóstata que aparecerá en los últimos días para engañar a los católicos y eclipsar a la verdadera Iglesia, la cual quedará reducida a un remanente. En este libro presentamos innegable e irrefutable evidencia abrumadora, con bases doctrinales y hechos irreprochables, que la “Iglesia” nacida del Concilio Vaticano Segundo (1962-1965) en realidad no es la Iglesia católica, sino más bien una falsa Iglesia masivamente fraudulenta que niega las enseñanzas fundamentales de la Iglesia católica.

También demostramos que los hombres que impusieron esta nueva religión del Vaticano II y la Nueva Misa en realidad no son católicos, sino herejes manifiestos que predican una nueva religión.

De hecho, cualquier duda sobre la autenticidad del mensaje de nuestra Señora de La Salette es eliminada en este libro por un análisis cuidadoso de la evidencia. Entre otras cosas, este libro documenta que el Vaticano ahora enseña que los judíos son perfectamente libres de no creer en Jesucristo.

Esto puede ser alarmante para algunos, no obstante, es un hecho. Incluso sin que se consideren todas las otras apostasías que son cubiertas en este libro, este hecho prueba que las palabras de nuestra Señora se han hecho realidad: Roma (no la Iglesia católica) ha perdido la fe (dando paso a una falsa secta no católica) y se ha convertido en la sede del Anticristo.

A fines de 2001, la Pontificia Comisión Bíblica publicó un libro titulado El Pueblo Judío y sus Escrituras Sagradas en la Biblia Cristiana. Este libro sostiene que la continua espera de los judíos por el Mesías sigue siendo válida y justificada por el Antiguo Testamento. “La espera mesiánica fue justificada en el Antiguo Testamento”, explicó el portavoz papal Joaquín Navarro-Valls, “y si el Antiguo Testamento mantiene su valor, entonces también mantiene eso como un valor. En él dice que usted no puede decir que todos los judíos están equivocados y nosotros tenemos la razón”. Cuando los periodistas le preguntaron si sus declaraciones podrían dar a entender que el Mesías, de hecho, no pudo haber venido, Navarro-Valls respondió, “Ello significa que sería un error para el católico esperar por el Mesías, pero no para un judío”. Por ende, esto significa que el Vaticano ahora sostiene que los judíos son perfectamente libres de rechazar a Cristo; esta es la enseñanza de los “Papas” del Vaticano II.

Roma ha perdido la fe y se ha convertido en la sede del Anticristo.

1 Juan 2, 22: “¿Quién es el mentiroso sino aquel que niega que Jesús es Cristo? Ese es el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo”.

Pero, ¿cómo pudo esto ocurrir, y qué deben hacer los católicos al respecto? Este libro procura responder detalladamente ambas preguntas.

Notas de la Sección 1:

[1]The Papal Encyclicals [Las Encíclicas Papales], edición inglesa, de Claudia Carlen, Raleigh: The Pierian Press, 1990, vol. 3 (1903-1939), p. 6.

[2]William Jurgens, The Faith of the Early Fathers [La Fe de los Primeros Padres], edición inglesa, Collegeville, MN: The Liturgical Press, 1970, vol. 2, p. 39.

[3] William Jurgens, The Faith of the Early Fathers, vol. 2, p. 3.

[4] William Jurgens, The Faith of the Early Fathers, vol. 2, p. 33.

[5] Yves Dupont, Catholic Prophecy [La Profecía Católica], edición inglesa, Rockford, IL: Tan Books, 1973, p. 30.

[6] P. Herman Kramer, The Book of Destiny [El Libro del Destino], edición inglesa, Tan Books, 1975, p. 321.

[7] The Papal Encyclicals, vol. 3 (1903-1939), p. 351.

[8] The Catholic Encyclopedia [La Enciclopedia Católica], edición inglesa, Volumen 1, “Antichrist”, Robert Appleton Co. 1907, p. 561.

[9] Rev. Culleton, The Reign of Antichrist [El Reinado del Anticristo], edición inglesa, Tan Books, 1974, p. 130.



2. La oración del Papa León XIII a San Miguel – una profecía sobre la apostasía venidera de Roma

Papa León XIII
El Papa León XIII

La Oración a San Miguel Arcángel del Papa León XIII es profética. Compuesta hace más de 100 años, es una oración muy interesante y controversial relacionada con la situación actual en que se encuentra la verdadera Iglesia católica. Esta oración se rezaba después de la Misa, pero fue después suprimida. El 25 de septiembre de 1888, después de su Misa de la mañana, el Papa León XIII sufrió un desmayo. Los asistentes pensaron que estaba muerto. Después de recuperar la conciencia, el Papa describió una espantosa conversación que había escuchado procedente del tabernáculo. La conversación se componía de dos voces; voces que el Papa León XIII claramente identificó eran las de Jesucristo y del diablo. El diablo se jactaba de que podía destruir la Iglesia, si se le concedían 75 años para llevar a cabo su plan (o 100 años, según otros informes). El diablo también pidió permiso para tener “una mayor influencia sobre aquellos que se entregaran a mi servicio”. A las peticiones del diablo, el Señor le respondió: “se te dará el tiempo y el poder”.

Impactado profundamente por lo que había oído, el Papa León XIII compuso la siguiente Oración a San Miguel (que también es una profecía) y ordenó que se rezara después de las Misas ordinarias como medida de protección para la Iglesia contra los ataques del infierno. La oración es la siguiente (ponga especial atención las partes en negrita), seguido por algunos de nuestros comentarios. Esta oración fue tomada de La Raccolta, 1930, edición inglesa, Benziger Bros., pp. 314-315. La Raccolta es una colección de la Iglesia católica con imprimátur de oraciones oficiales indulgenciadas.

Oración a San Miguel Arcángel:

“¡Oh glorioso príncipe de la milicia celestial, San Miguel Arcángel, defiéndenos en el combate y en la terrible lucha contra los principados y las potestades, contra los dominadores de este mundo de tinieblas, contra los espíritus malignos esparcidos por los aires (Ef. 6)! Ven en auxilio de los hombres que Dios ha creado inmortales, hechos a su imagen y semejanza y rescató con gran precio de la tiranía del demonio (Sab. 2; I Cor. 6).
      “Combate en este día, con el ejército de los santos ángeles, el combate del Señor como en otro tiempo combatiste contra Lucifer, jefe de los orgullosos, y contra los ángeles apóstatas que fueron impotentes de resistirte y para quienes nunca más hubo lugar en el cielo.
      “Sí, ese gran dragón, esa antigua serpiente que se llama demonio y Satanás, que seduce al mundo entero, fue precipitado con sus ángeles al fondo del abismo (Apoc. 12). Pero he aquí que ese antiguo enemigo, este antiguo homicida ha levantado ferozmente la cabeza. Disfrazado como ángel de luz y seguido de toda la turba de espíritus malignos, recorre el mundo entero para apoderarse de él y desterrar el nombre de Dios y de su Cristo, para hundir, matar y entregar a la perdición eterna a las almas destinadas a la eterna corona de gloria. Sobre los hombres de espíritu perverso y de corazón corrupto, este dragón malvado derrama también, como un torrente de fango impuro el veneno de su malicia infernal, es decir, el espíritu de mentira, de impiedad, de blasfemia y el soplo envenenado de la impudicia, de los vicios y de todas las abominaciones.
       “Los enemigos llenos de astucia han colmado de oprobios y amarguras a la Iglesia, esposa del Cordero inmaculado y le han dado de beber ajenjo, y sobre sus bienes más sagrados han puesto sus manos criminales para realizar todos sus impíos designios. Allí, en el lugar sagrado donde está constituida la Sede del beatísimo Pedro y Cátedra de la Verdad para iluminar a los pueblos, allí colocaron el trono de la abominación de su impiedad, para que, con el designio inicuo de herir al Pastor, se dispersen las ovejas.
      “Te suplicamos pues, oh príncipe invencible; auxilia al pueblo de Dios y dale la victoria contra los ataques de esos espíritus réprobos. Este pueblo te venera como su protector y patrono, y la Iglesia se gloría de tenerte como defensor contra los malignos poderes del infierno. A ti te confió Dios el cuidado de conducir a las almas a la beatitud celestial. ¡Ruega pues al Dios de la paz que ponga bajo nuestros pies a Satanás vencido y de tal manera abatido, que no pueda nunca más mantener a los hombres en la esclavitud ni causar perjuicio a la Iglesia! Presenta nuestras oraciones ante la mirada del Todopoderoso, para que las misericordias del Señor nos alcancen cuanto antes. Somete al dragón, a la antigua serpiente, que es el diablo y Satanás, lánzalo encadenado en el abismo para que no pueda seducir más a las naciones (Apoc. 20). Amén”.

“Desde ya confiados con vuestra asistencia y protección, con la sagrada autoridad de la Santa Madre Iglesia, y en nombre de Jesucristo, Dios y Señor nuestro, emprendemos con fe y seguridad repeler a los asaltos de la astucia diabólica”.

V/ He aquí la Cruz del Señor, huyan potencias enemigas.
R/ Vence el León de la tribu de Judá, la estirpe de David.
V/ Que tus misericordias, Oh Señor, se realicen sobre nosotros.
R/ Como esperamos de ti.
V/ Señor, escucha mi oración.
R/ Y mi clamor llegue hasta ti.

Oremos.
“Oh Dios Padre de Nuestro Señor Jesucristo, invocamos tu Santo Nombre, e imploramos insistentemente tu clemencia, para que con la intercesión de María inmaculada siempre Virgen, nuestra Madre, y el glorioso San Miguel Arcángel, de San José, Esposo de la misma bienaventurada Virgen, de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y de todos los santos, te dignes auxiliarnos contra Satanás y todos los otros espíritus inmundos que recorren la tierra para dañar al género humano y perder las almas. Amén”.

Quien lee la oración (especialmente la parte en negrita) se dará cuenta que el Papa León XIII parece prever y profetizar la gran apostasía; y señalar que esta apostasía sería dirigida desde Roma – la única Roma que es “en este lugar sagrado, donde está constituida la Sede del beatísimo Pedro y la Cátedra de la Verdad para iluminar al mundo”. El Papa León previó que este lugar (la ciudad del Vaticano en Roma), donde fue establecida la Sede de San Pedro por el primer Papa, San Pedro mismo, se convertiría en el trono de la abominación de la impiedad de Satanás, “con el designio inicuo de herir al Pastor (el verdadero Papa) se dispersen las ovejas (los fieles católicos)”. Estas son las palabras del Papa León XIII.

El Papa León XIII no estaba profetizando la defección de la Iglesia católica (lo cual es imposible ya que las puertas del infierno nunca prevalecerán contra la Iglesia [Mat, 16]), ni la defección de la cátedra de San Pedro (que también es imposible), sino que estaba profetizando la implantación de una falsa religión católica apóstata desde Roma, en la que “el Pastor” (el verdadero Papa) es sustituido por un antipapa usurpador (como ha ocurrido a veces en la historia de la Iglesia), con el designio inicuo de “dispersar las ovejas”.

La oración del Papa León también previó que los apóstatas impuros de Satanás han puesto sus manos criminales “sobre sus bienes más sagrados”. ¿Cuáles son sus bienes más sagrados? Los bienes más sagrados son las cosas que Cristo le ha encomendado, a saber, el depósito de la fe (con todos sus dogmas) y los siete sacramentos instituidos por nuestro Señor Jesucristo. Por lo tanto, la oración del Papa León predijo el intento de la destrucción del depósito de la fe con el Vaticano II y los nuevos ritos sacramentales de la Iglesia del Vaticano II. Ambos son tratados en detalle en este libro. Veremos que Pablo VI ha puesto sus manos criminales sobre los siete ritos sacramentales a partir de abril de 1969, que produjo una Nueva Misa inválida, un Nuevo Rito inválido de Ordenación, y los ritos gravemente dudosos de la confirmación y extremaunción, cumpliendo a la carta la profecía del Papa León.

En 1934, la sorprendente oración del Papa León (dado arriba) fue cambiada sin explicación. La frase crucial refiriéndose a la apostasía en Roma (este lugar sagrado, donde fue establecida la Sede del bienaventurado Pedro y la cátedra de la Verdad que debe iluminar al mundo) fue eliminada. Al mismo tiempo, el uso de la Oración a San Miguel del Papa León XIII que se rezaba después de cada Misa fue sustituida por una oración más corta, la famosa ahora abreviada Oración a San Miguel. Esta oración sigue de la siguiente manera:

“San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla; sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes; y tú, príncipe de la milicia celestial, arroja al infierno a Satanás y a los demás espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén”.

No hay nada malo con esta oración a San Miguel, de hecho, es muy buena y eficaz. Sin embargo, el punto es que ya no es la Oración a San Miguel que compuso el Papa León XIII. En la opinión de muchos, la corta oración fue introducida como un sustituto, de modo que los fieles no estuvieran conscientes del contenido increíble de la oración larga, como se describió anteriormente. Si la larga Oración a San Miguel hubiese sido recitada al final de cada Misa rezada y no suprimida en 1934, ¿cuántos millones más se hubieran resistido al enfrentarse contra el intento de la nueva religión del Vaticano II que será explicada en este libro? ¿Cuántos más hubieran visto después del Vaticano II el desmantelamiento sistemático de la fe católica tradicional?

La larga Oración a San Miguel del Papa León XIII también está relacionada perfectamente con la famosa aparición y profecías de Nuestra Señora de La Salette de 1846: “Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del Anticristo… la Iglesia estará eclipsada”. Las palabras del Papa León sugieren que el mismo Anticristo, o al menos las fuerzas del anticristo, establecerán su sede en Roma: “Allí, donde está constituida la sede del beatísimo Pedro (…) colocaron el trono de la abominación de su impiedad…”.

Juan Pablo II con falsos lideres religiosos.
Otra foto de Juan Pablo II en su servicio de oración interreligiosa de 1986 en Asís, Italia – algo totalmente condenado por la Iglesia católica (más sobre esto en la sección de Juan Pablo II)



3. El Mensaje de Fátima: una gran señal en el cielo que marca el principio de los últimos tiempos y una predicción de la apostasía en la Iglesia

Niños de Fátima - Lucía dos Santos, Francisco y Jacinta Marto
Lucía, Francisco y Jacinta de Fátima

El P. Mario Luigi Ciappi, teólogo papal del Papa Pío XII: “En el Tercer Secreto [de Fátima] se predice, entre otras cosas, que la gran apostasía en la Iglesia comenzará por lo alto”[1].

El mensaje y milagro de Nuestra Señora de Fátima en 1917 es uno de los mayores eventos en la historia de la Iglesia católica. Desde el milagro de Fátima, que ocurrió el 13 de octubre de 1917, el cual fue predicho anticipadamente que sucedería y se realizó en presencia de casi 100.000 personas, es probablemente, después de la Resurrección, el milagro más grandioso en la historia de la Iglesia. El milagro de Fátima y su mensaje también tienen una enorme importancia para nuestro tema: La Verdad de lo que realmente le ocurrió a la Iglesia Católica después del Vaticano II. A partir del 13 de mayo 1917, la Madre de Dios se apareció seis veces a Jacinta (7 años), Francisco (9 años) y Lucía (10 años) en Fátima, Portugal. La Santísima Virgen les dijo a los niños que rezaran el rosario todos los días; les mostró el infierno; y también profetizó la Segunda Guerra Mundial y la expansión del comunismo (“los errores de Rusia”), entre otras cosas.

La visión del infierno mostrada por Nuestra Señora de Fátima a los niños: “Al decir estas últimas palabras, nuestra Señora abrió de nuevo las manos como en los dos meses anteriores. El reflejo [de luz que ellas irradiaban] pareció penetrar la tierra, y vimos como un gran mar de fuego, y sumergidos en ese fuego, a los demonios y las almas como si fuesen brazas transparentes y negras o bronceadas, con forma humana, que flotaban en el incendio llevadas por las llamas que de ellas mismas salían juntamente con nubes de humo, cayendo hacia todos lados ―semejante al caer las chispas en los grandes incendios― sin peso ni equilibrio, entre gritos y gemidos de desesperación que horrorizaban y hacían estremecer de pavor (la gente dijo que fue durante esa escena cuando me puse a llorar). Los demonios se distinguían por formas horribles y asquerosas de animales espantosos y desconocidos, pero transparentes como negros carbones en brasa. Esta visión duró sólo un instante, y fue gracias a que nuestra Madre del cielo, que en la primera aparición nos había prometido llevarnos al cielo, que no morimos de terror y de miedo”[2].

“Visteis el infierno donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlos Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón”, dijo nuestra Señora.

Visión del Infierno - Segundo Secreto de Fátima - Jacinta, Lucía y Francisco
Los niños de Fátima poco después de la visión del infierno… puede observarse en sus rostros aterrorizados la veracidad de sus palabras: que si no se les hubiese prometido el cielo, ellos habrían muerto de miedo al ver el infierno

El 13 de julio de 1917, nuestra Señora también les dijo a los niños que el próximo 13 de octubre ella iba a obrar un gran milagro para que todos pudieran creer:

“Lucía dijo, ‘¡Quería pedirle que nos diga quién es y que haga un milagro para que todos crean que Vuestra Merced se nos aparece!’.
“‘Continúen viniendo aquí todos los meses’, respondió la Señora. ‘En octubre diré quién soy y lo que quiero, y haré un milagro que todos verán para que crean’[3] (Nuestra Señora de Fátima, 13 de julio de 1917).

Debido a que niños habían anunciado meses antes que la Señora obraría un milagro el 13 de octubre de aquel año, unas 70.000 a 100.000 personas fueron a Fátima para presenciar el milagro profetizado. También fueron muchos incrédulos para burlarse, creyendo que la profecía del milagro no ocurriría. Sin embargo, hasta la prensa secular confirmó que efectivamente sí ocurrió el Milagro del Sol, tal como fue predicho por los niños y por nuestra Señora. Este milagro dejó estupefactos a las multitudes presentes, convirtió a duros incrédulos, incluyendo a ateos y masones, y confirmó a miles en la fe católica.

Milagro del Sol - 13 de octubre de 1917

Milagro del Sol - 13 de octubre de 1917 en Fátima

Arriba: dos fotografías de la asombrada multitud en Fátima el 13 de octubre de 1917 presenciando el milagro profetizado por nuestra Señora

¿En qué consistió el Milagro del Sol que sorprendió y convirtió a una audiencia estupefacta de más de 70.000 personas en Fátima el 13 de octubre de 1917? Un breve examen del milagro y su importancia tienen un significado clave en revelarnos: La Verdad de lo que realmente le ocurrió a la Iglesia Católica después del Vaticano II.

“El sol estaba fijo en el cenit claro como un gran disco de plata brillando como cualquier sol que ellos hubieran visto, sin embargo, se lo podía mirar directamente sin cegar la vista, y con una satisfacción única y encantadora. Esto duró sólo un instante.Mientras lo contemplaban, el sol comenzó a “danzar”: esa fue la palabra que todos los observadores aplicaron al fenómeno. Primero se le vio girar rápidamente cual gigantesca rueda de fuego. Después de cierto tiempo se detuvo. Entonces giró de nuevo con velocidad vertiginosa, espeluznante, sobre sí mismo. Finalmente, apareció en el borde una orla carmín que se esparció por el cielo, irradiando haces de llamas rojo sangre, como si procediesen de un torbellino infernal, reflejando sucesivamente sobre la tierra, los árboles y matorrales, sobre los rostros vueltos hacia lo alto y los trajes, una serie de brillantes colores: verde, rojo, naranja, azul violeta, todo el espectro, en suma. Girando locamente bajo esta apariencia, por tres veces, la ígnea esfera pareció temblar, estremecerse y después arrojarse precipitadamente en ingente zig-zag hacia la multitud.
Un tremendo grito salió de los labios de miles de personas aterrorizadas, que se arrodillaron creyendo que había llegado el fin del mundo. Algunos dijeron que el aire se hizo más cálido en ese instante; no se hubiesen sorprendido si todo hubiese estallado en llamas, envolviéndoles y consumiéndoles”[4].

“De hecho, en todo Portugal, la prensa anticlerical se vio obligada a testificar de la misma manera. Hubo un general acuerdo en lo esencial de lo ocurrido. Tal como el Dr. Domingos Pinto Coelho escribió en el O Ordem, ‘El sol, a veces rodeado con llamas de carmesí, otras veces resplandecía con amarillo y rojo, en otras ocasiones parecía girar con un movimiento muy rápido de rotaciones, aún más, parecía salirse del cielo, y aproximarse hacia el tierra…’”[5].

Durante el milagro, el sol fue visto precipitarse sobre la tierra y la gente pensó que el fin del mundo había llegado. El significado debería ser obvio: Fátima es una señal apocalíptica; era una señal de que el final estaba cerca, que empezarían los acontecimientos que preceden a la culminación del mundo y la segunda venida de Jesucristo. Los hombres deben enmendar sus vidas antes de que llegue el verdadero fin del mundo.

Basados en algunas de estas consideraciones, muchos han concluido que Nuestra Señora de Fátima es la mujer vestida de sol que se describe en el capítulo 12, 1 del Apocalipsis:

“Y una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna bajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas” (Apocalipsis 12, 1).

Los videntes de Fátima también relataron que nuestra Señora estaba hecha de toda luz – ella brillaba más que el sol. Es muy fuerte evidencia de que Nuestra Señora de Fátima es la mujer vestida del sol profetizada en el Apocalipsis, capítulo 12. De hecho, esta es una impresionante confirmación de que la aparición de Nuestra Señora en Fátima fue el cumplimiento de la profecía del Apocalipsis acerca de la mujer vestida del sol.

El periódico masónico, O Seculo, confirmó sensacionalmente sin saber siquiera que nuestra Señora era la mujer vestida del sol que describe el Apocalipsis 12, 1

O Seculo - Lisboa Fátima - Milagro del Sol

El Milagro del Sol obrado por Nuestra Señora de Fátima fue reporteado por los periódicos anticatólicos en todo Portugal. El periódico liberal, anticlerical y masónico de Lisboa, O Seculo, mandó a su editor en jefe, Avelino de Almeida, para informar sobre el evento. Para su crédito, él reportó honestamente sobre el prodigio solar. Llamamos la atención sobre el título del artículo [de Avelino] que fue publicado en O Seculo el 15 de octubre de 1917. Dando cuentas del evento extraordinario del 13 de octubre en Fátima, su artículo en el O Seculo del 15 de octubre se tituló:

“Cómo ha danzado el sol en pleno mediodía en Fátima. Las apariciones de la Virgen. – La señal del cielo. – Millares de personas lo declaran un milagro. – La guerra y la paz”[6].

Por favor, adviértase que el periódico masónico y anticlerical de Lisboa describió el evento de Fátima y el Milagro del Sol como “la señal del cielo”. ¿Le suena familiar?

San Juan Apocalipsis - Mujer vestida del sol

Apocalipsis 12, 1: “Y una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida del sol, y la luna bajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas”.

¿Vamos a creer que el periódico masónico de Lisboa tenía en mente el Apocalipsis 12, 1 cuando publicó este artículo poco después del prodigio solar de 1917? ¿Acaso estos anticlericales estaban considerando la posibilidad de que la aparición de nuestra Señora constituía a la mujer vestida del sol y la “señal del cielo”, descritas en la Biblia? ¡Por supuesto que no; ni siquiera los católicos en ese momento habían relacionado el suceso de Fátima con la mujer vestida del sol; mucho menos los anticlericales que ni siquiera creen en la Sagrada Escritura o probablemente ni siquiera sabían acerca de la profecía del Apoc. 12, 1! ¡Por lo tanto, ese titular es una confirmación, de una fuente pública y anticatólica, deque Nuestra Señora de Fátima y su milagro del 13 de octubre fue, en efecto, la señal profetizada en Apocalipsis 12, 1!

Es casi como si le preguntásemos a Dios: Señor, ¿cómo sabremos cuándo ocurrirá la gran “señal del cielo”, que predijisteis en el Apocalipsis 12, 1? Y el Señor nos respondiera: Sólo lee el titular del periódico masónico, porque cuando esta señal se produzca, ello será informado incluso ahí.

Este hecho sorprendente, no sólo sirve para confirmar que Nuestra Señora de Fátima es la mujer vestida del sol del Apoc. 12,1, sino también confirma la autenticidad de la fe católica y de la Sagrada Escritura.

Por lo tanto, para finalmente completar nuestro punto sobre Fátima y su conexión con lo sucedido en la Iglesia católica después del Vaticano II, podemos decir: puesto que Fátima fue la señal profetizada en Apoc. 12, 1, esto significa que estamos en la era Apocalíptica, en los últimos días del mundo.

Fátima, la señal de Apoc. 12, 1, y el gran dragón bermejo (el comunismo), la señal del Apoc. 12, 3, ambos se realizaron en 1917

San Juan - Apocalipsis - Gran Dragón Rojo

Prestando un apoyo más a la idea de que Fátima fue la “señal” del Apocalipsis 12, 1, está el hecho de que el Apocalipsis habla del “gran dragón rojo” apenas dos versículos más adelante. La Escritura parece indicar que ambos aparecerían en la escena al mismo tiempo.

Apocalipsis 12, 3-4: “Apareció en el cielo otra señal, y vi un gran dragó rojo, que tenía siete cabezas y diez cuernos, y sobre las cabezas siete coronas. Con su cola arrastró la tercera parte de los astros del cielo y los arrojó a la tierra”.

Muchos comentaristas consideran que al “gran dragón rojo” es el comunismo, puesto que el comunismo se asocia indudablemente con el rojo, y fue responsable por el asesinato de más de 20 millones de personas sólo en Rusia. Bajo Vladimir Lenin, los bolcheviques tomaron Rusia para el comunismo ―obteniendo una victoria significativa que haría del comunismo una potencia mundial― el 7 de noviembre de 1917, inmediatamente después de las apariciones de Nuestra Señora de Fátima, que había advertido de la propagación de “los errores de Rusia”[7]. Incluso hoy en día se habla de la China comunista como la “China roja”. La revolución comunista en China fue estrenada por hombres que portaban “Enormes banderas rojas, decenas de miles de banderas rojas, y grandes cantidades de globos rojos volando sobre de ellos”[8]. La evidencia de que el “gran dragón rojo” describe al imperio comunista es bastantemente fuerte.

También es muy interesante que el gran dragón rojo arrastrara la tercera parte de las estrellas del cielo:

Apocalipsis 12, 3-4: “Apareció en el cielo otra señal, y vi un gran dragó rojo,Con su cola arrastró la tercera parte de los astros del cielo y los arrojó a la tierra”.

¿Será apenas una coincidencia que el comunismo, en su apogeo, haya sometido la tercera parte del mundo bajo sus garras?

Warren H. Carroll, El Ascenso y Caída de la Revolución Comunista, p. 418: “Cuando José Stalin entró en el Valle de la Sombra de la Muerte, el movimiento comunista internacional que él dirigió, sometió una tercera parte del mundo bajo sus garras[9].

La hermana Lucía de Fátima le dijo al Padre Fuentes, en 1957, que estamos en los últimos tiempos

Hermana Lucía de Fátima

Uno de la tres videntes de Fátima, la hermana Lucía, le dijo al Padre Fuentes en 1957:

“Padre, la Santísima Virgen no me dijo que nos encontrábamos en los últimos tiempos del mundo, pero ella me lo dio a entender por tres razones. La primera razón es porque ella me dijo que el diablo está librando una batalla decisiva contra la Virgen. Y una batalla decisiva es una batalla final en donde se va a saber de qué partido es la victoria, y de qué partido es la derrota. Así que ahora, o somos de Dios, o somos del demonio; no hay término medio.
”La segunda razón es porque ella le dijo a mis primos como a mí, que dos eran los últimos remedios que Dios daba al mundo; el santo rosario y la devoción al Inmaculado Corazón de María. Y, al ser los últimos remedios, quiere decir que son los últimos, que ya no va a haber otros.
“La tercera razón es porque siempre en los planes de la divina Providencia, cuando Dios va a castigar al mundo, agota antes todos los demás recursos; y cuando ha visto que el mundo no le ha hecho caso a ninguno de ellos, entonces ―es como si dijéramos a nuestro modo imperfecto de hablar― Él nos presenta con cierta trepidación el último medio de salvación, su Santísima Madre. Es con cierta trepidación porque si despreciamos y rechazamos este último medio, ya no tendremos perdón del cielo porque hemos cometido un pecado, que en el Evangelio suele llamarse pecado contra el Espíritu Santo, que consiste en rechazar abiertamente, con todo conocimiento y voluntad, la salvación que Él nos ofrece. Recordemos que Jesucristo es muy buen Hijo y no permite que ofendamos y despreciemos a su Santísima Madre, teniendo como testimonio patente la historia de varios siglos de la Iglesia que, por los castigos terribles sobre aquellos que han atacado el honor de su Santísima Madre, nos indica cómo nuestro Señor siempre ha salido en defensa del honor de su Santísima Madre”[10].

Como ya hemos discutido, la característica principal de los últimos tiempos es una apostasía de la fe católica. En “el lugar santo” (Roma), estará “la abominación de la desolación” (Mt. 24, 15), y habrá un engaño tan profundo que, si fuera posible, hasta los elegidos serán engañados (Mt. 24, 24). El Nuevo Testamento nos dice que este engaño va a ocurrir en el mismo corazón de las estructuras físicas [instituciones visibles] de la Iglesia, en “el templo de Dios” (2 Tes. 2, 4). Ello ocurrirá porque la gente no recibió el amor a la verdad (2 Tes. 2, 10). Ésta es precisamente la razón de por qué las últimas palabras que Nuestra Señora de Fátima nos dio en el gran secreto del 13 de julio de 1917 son:

“En Portugal se conservará siempre el dogma de la fe, etc.”.

Estas son las últimas palabras dadas antes de comenzar el aún no revelado Tercer Secreto de Fátima. A partir de esto, los eruditos de Fátima han concluido que el tercer secreto, sin duda, se refiere a una masiva crisis espiritual y una apostasía de la fe católica entre los que pretenden ocupar puestos de autoridad en la Iglesia.

Como no conocemos la frase completa de las últimas palabras de nuestra Señora en el mensaje que Ella dio en julio 1917, no podemos decir con certeza lo que significan; pero la frase puede ser: “En Portugal, se conservará siempre el dogma de la fe en un remanente fiel…”. O, “En Portugal, se conservará siempre el dogma de la fe hasta la Gran Apostasía…”. O, “En Portugal, se conservará siempre el dogma de la fe entre aquellos quienes hicieron caso a mis avisos…”. El tercer secreto, sin duda alguna, trata de la apostasía actual de la secta del Vaticano II. En este libro documentamos en gran detalle esta apostasía.

Como fue citado al principio de esta sección, el P. Mario Luigi Ciappi, teólogo papal del Papa Pío XII, declaró:

“En el Tercer Secreto [de Fátima] se predice, entre otras cosas, que la gran apostasía en la Iglesia comenzará por lo alto[11].

Otro “cardenal” de la Iglesia del Vaticano II admitió increíblemente que el Tercer Secreto trata de la apostasía post-Vaticano II.

“Cardenal” Silvio Oddi: “… el Tercer Secreto [de Fátima]… no trata de una supuesta conversión de Rusia… sino que se refiere a la “revolución” en la Iglesia Católica”[12].

Testimonios de que el cielo pidió que el Tercer Secreto de Fátima fuera revelado a más tardar en 1960[13]

El canónigo Galamba: “Cuando el obispo se rehusó abrir la carta, Lucía le hizo prometer que sería abierta definitivamente y leída al mundo, ya sea en su muerte o en 1960, lo que ocurriere primero” (La Verdad sobre el Secreto de Fátima, P. Joaquín Alonso, pp. 46-47).

John Haffert: “En la casa del obispo (en Leiria), en la mesa me senté a su derecha, con los cuatro canónigos. Durante esa primera cena, el canónigo José Galamba de Oliveira se dirigió hacia mí cuando el obispo salió del cuarto por un momento y me preguntó: ‘¿Por qué no le dices al obispo que abra el Secreto?’. Cuidando de no mostrar mi ignorancia acerca de Fátima ―que en aquella época era casi completa― simplemente lo miré sin expresión. Él continuó: “El obispo puede abrir el Secreto. Él no necesita esperar hasta 1960” (Dear Bishop!, John Haffer, AMI 1981, pp. 3-4).

El cardenal Carejeira: En febrero de 1960 el patriarca de Lisboa relató las instrucciones que el obispo de Leiria “le había dado” sobre el asunto del Tercer Secreto: “El obispo da Silva adjuntó (el sobre sellado por Lucía) en otro sobre en el que indicó que la carta tiene que ser abierta en 1960 por él mismo obispo José Correia da Silva, si él aún está vivo, o si no, por el patriarca cardenal de Lisboa” (Novidades, 24 de febrero de 1960, citado por La Documentation catholique, 19 de junio de 1960, col. 751).

El canónigo Barthas: Durante su conversación con la Hermana Lucía entre el 17-18 de octubre de 1946, tuvo la oportunidad de preguntarle sobre el Tercer Secreto. Él escribe: “¿Cuándo nos será revelado la tercera parte del secreto?”. Ya en 1946, me contestaron de manera uniforme ―Lucía y el obispo de Leiria― a esta pregunta, sin dudar y sin comentario: “En 1960”. Y cuando llevé mi audacia tan lejos como para preguntar por qué es necesario esperar hasta entonces, la única respuesta que recibí de uno de los dos fue: “Porque la Santísima Virgen así lo desea” (Barthas, Fátima, merveille du XXe siecle, p. 83., Fatima-editions, 1952).

Los Armstrongs: El 14 de mayo de 1953, Lucía recibió una visita de los Armstrongs, quienes pudieron hacerle preguntas sobre el Tercer Secreto. En su relato publicado en 1955, ellos confirmaron que el Tercer Secreto “deber ser abierto y divulgado en 1960” (A. O. Armstrong, Fatima, pilgrimage to peace, The World’s Work, Kingswood, Surrey, 1955).

El cardenal Ottaviani: El 17 de mayo de 1955, el cardenal Ottaviani, pro-prefecto del Santo Oficio, visitó a las carmelitas de Santa Teresa en Coimbra. Él interrogó a la Hna. Lucía sobre el Tercer Secreto; y en su conferencia de 1967 recordó: “El mensaje no debía ser abierto antes de 1960. Yo le pregunté a la Hermana Lucía, “¿Por qué esta fecha?” Ella contestó, ‘Porque entonces será más claro (mais claro)’” (La Documentation catholique, 19 de marzo de 1967, col. 542).

El P. Joaquín Alonso, archivero oficial de Fátima: “Otros obispos también hablaron ―y con autoridad― sobre el año 1960 como la fecha que se indicaba para abrir la famosa carta. Así que, cuando en aquel entonces el obispo titular de Tiava, y el asistente obispo de Lisboa le preguntaron a Lucía cuándo debe abrirse el Secreto, siempre se recibía la misma respuesta: en 1960” (La Verdad sobre el Secreto de Fátima, P. Joaquín Alonso, p. 46).

El P. Joaquín Alonso: “Cuando Don José, el primer obispo de Leiria, y la hermana Lucía se pusieron de acuerdo en que la carta debía ser abierta en 1960, obviamente quisieron decir que su contenido debe ser hecho público para el bien de la Iglesia y del mundo” (ibíd., p. 54).

El obispo Venancio: “Yo pienso que esa carta no será abierta antes de 1960. La hermana Lucía pidió que no fuese abierta antes de su muerte, o antes de 1960. Estamos ya en 1959 y la hermana Lucía goza de buena salud” (La Verdad sobre el Secreto de Fátima, P. Joaquín Alonso, p. 46).

El P. Fuentes: El Padre Fuentes entrevistó a la hermana Lucía el 26 de diciembre de 1957, quién le dijo: “Padre, la Santísima Virgen está muy triste, porque nadie hace caso a su Mensaje, ni los buenos ni los malos. Los buenos continúan su camino, pero sin dar ninguna importancia a su mensaje… Todavía no estoy en condiciones de dar algún otro detalle porque es todavía un secreto. De acuerdo a la voluntad de la Santísima Virgen, sólo al Santo Padre y al obispo de Fátima se les permite conocer el secreto, pero han optado por no saberlo para que no verse influenciados. Esta es la tercera parte [el Tercer Secreto] del Mensaje de la Virgen, que permanecerá en secreto hasta 1960” (La Verdad sobre el Secreto de Fátima, P. Joaquín Alonso, p. 103-104).

F. Stein: “Los testimonios que han anunciado la revelación del Secreto para 1960 son de tal peso y tan numerosos que en nuestra opinión, aun cuando las autoridades eclesiásticas de Fátima [en 1959 los propios expertos todavía no sabían que Roma le había quitado el Secreto al obispo de Leiria hace más de dos años] no habían resuelto aún publicar el Secreto en 1960, ahora se ven obligados a hacerlo por las circunstancias” (Mensagem de Fatima, julio-agosto, 1959).

El P. Días Coelho: “… nosotros podemos usar, como un hecho incuestionable, esta afirmación del Dr. Galamba de Oliveira (en 1953) en Fatima, Altar do Mundo: ‘La tercera parte del Secreto fue sellada en las manos de Su Excelencia el obispo de Leiria, y será abierta, o después de la muerte de la vidente, o a más tardar en 1960’” (L’Homme Nouveau, No. 269, 22 de noviembre de 1959).

Todos estos testimonios y declaraciones revelan claramente que el cielo quería que el Tercer Secreto de Fátima fuera revelado a todo el mundo no más tarde que 1960, porque sería más claro en aquel entonces.

¿Por qué sería más claro el Tercer Secreto de Fátima en 1960?

Fue el 25 de enero de 1959 cuando Juan XXIII anunció que tuvo una inspiración especial para anunciar repentinamente un nuevo concilio ecuménico. (Por cierto, el 25 de enero fue el mismo día en que una luz desconocida iluminó al mundo antes de la Segunda Guerra Mundial sobre los cielos de Europa. Esa luz desconocida que apareció en el 25 de enero de 1938 fue predicha por Nuestra Señora de Fátima como una advertencia de que Dios iba a castigar al mundo con esos sucesos que fueron revelados en la segunda parte del secreto. ¿Será el hecho de que Juan XXIII convocase el Vaticano II un 25 de enero una advertencia sobre el castigo que estaba por venir, descrito en el tercer secreto?).

Este concilio convocado por Juan XXIII en 1959 sería el Vaticano II, cuyos resultados desastrosos son el objeto de este libro. ¿Será la convocación de este concilio en 1959 la razón de que nuestra Santísima Madre pidiera que el Tercer Secreto de Fátima fuera revelado en 1960? ¿Acaso nos estaba advirtiendo directamente de la apostasía que iba a resultar de este concilio, que verdaderamente dio a luz a una nueva, falsa Iglesia anticatólica, como veremos en este libro? En verdad, la única señal que se ha producido en 1960, respecto a la tremenda apostasía que estamos viviendo que hizo que las cosas fueran “más claras”, fue que Juan XXIII había anunciado su intención de convocar un nuevo concilio en 1959. Desde nuestro punto de vista, es muy obvio que el Tercer Secreto de Fátima trata de la apostasía resultante de un concilio falso; de lo contrario, el Tercer Secreto no tendría sentido en 1960, como dijo nuestra Santísima Madre.

Notas de la Sección 3:

[1] La comunicación personal de Ciappi al Profesor Baumgartner en Salzburgo, citado en el libo La Batalla Final del Diablo, edición inglesa, compilado por Paul Kramer, Good Counsel Publications, 2002; también citado por el P. Gerardo Mura, El Tercer Secreto de Fátima: ¿Ha sido Completamente Revelado?, también en la publicación Catholic (editada por los Redentoristas Transalpinos, Islas Orcadas, Escocia, Gran Bretaña), Marzo de 2002.

[2] William Thomas Walsh, Nuestra Señora de Fátima, edición inglesa, Doubleday Reprint, 1990, p. 81.

[3] William Thomas Walsh, Nuestra Señora de Fátima, p. 80.

[4] William Thomas Walsh, Nuestra Señora de Fátima, pp. 145-146.

[5] William Thomas Walsh, Nuestra Señora de Fátima, p. 148.

[6] Periódico Portugués, O Seculo, 15 de octubre de 1917.

[7] Warren H. Carroll, El Ascenso y Caída de la Revolución Comunista, edición inglesa, Front Royal, Virginia: Christendom Press, p. 93.

[8] Warren H. Carroll, El Ascenso y Caída de la Revolución Comunista, p. 538

[9] Warren H. Carroll, El Ascenso y Caída de la Revolución Comunista, p. 418

[10] Entrevista a la Hermana Lucía por el Padre Fuentes, citada en la edición inglesa Toda la Verdad sobre Fátima, por Frere Michel de la Sainte Trinite, edición inglesa, Buffalo, NY: Immaculate Heart Publications, vol. 3, p. 503 nf [nota].

[11] La comunicación personal de Ciappi al Profesor Baumgartner en Salzburgo, citado arriba.

[12] Silvio Oddi, El Humilde Guardián de Dios, Roma: Progetto Museali Editore, 1995, pp. 217-218.

[13] Citas de este punto compiladas por página web edición inglesa: https://web.archive.org/web/20131226100652/http://www.tldm.org/news/in_1960.htm



4. Lista completa de los antipapas en la historia

Para entender lo que Dios podría permitir que suceda en los últimos días, debemos comprender la enseñanza católica sobre el papado a la vista de algunos ejemplos en la historia de la Iglesia, de cosas que Dios puede permitir que ocurran en relación al papado. Es un hecho de la historia, de la Escritura y de la tradición, que nuestro Señor Jesucristo fundó su Iglesia universal (la Iglesia católica) sobre San Pedro.

Mateo 16, 18-19: “Y yo te digo a ti que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Yo te daré las llaves del reino de los cielos, y cuanto atares en la tierra será atado en los cielos, y cuando desatares en la tierra será desatado en los cielos”.

Nuestro Señor hizo a San Pedro el primer Papa, confiándole todo su rebaño, y le dio la suprema autoridad en la Iglesia universal de Cristo.

Juan 21, 15-17: “Dijo Jesús a Simón Pedro: Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que a éstos? Él le dijo: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Díjole: Apacienta mis corderos. Por segunda vez le dijo: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor, tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. Por tercera vez le dijo: Simón, hijo de Juan, ¿me amas? Pedro se entristeció que por tercera vez le preguntase: ¿Me amas? Y le dijo: Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo. Díjole Jesús: Apacienta mis ovejas”.

Pero en los dos mil años de la historia de la Iglesia católica, ha habido más de 40 antipapas. Un antipapa es un obispo que reclama ser Papa, pero que no fue electo canónicamente como el obispo de Roma (es decir, el supremo pontífice). He aquí la lista de los 42 antipapas que la Iglesia tuvo que combatir antes del Vaticano II:

1. San Hipólito (fue reconciliado con el Papa San Ponciano, murió como mártir de la Iglesia), 217-235.
2. Novaciano, 251-258.
3. Félix II (confundido por un mártir del mismo nombre y durante mucho tiempo fue considerado Papa legítimo), 355-365.
4. Ursicinos (Ursino), 366-367.
5. Eulalio, 418-419.
6. Laurentes, 498-499, 501-506.
7. Dioscóreos (legítimo quizás como opuesto a Bonifacio II pero murió 22 días después de su elección), 530.
8. Teodoro (II) (opuesto al antipapa Pascal), 687.
9. Pascal (I) (opuesto al antipapa Teodoro), 687.
10. Teofilacto, 757.
11. Constantino II, 767-768.
12. Felipe (reemplazó brevemente al antipapa Constantino II; reinó por un día y luego regreso a su monasterio), 768.
13. Juan VIII, 844.
14. Anastasio III Bibliotecario, 855.
15. Cristóbal, 903-904.
16. Bonifacio VII, 974, 984-985.
17. Juan Filagato (Juan XVI), 997-9.
18. Gregorio VI, 1012.
19. Silvestre III, 1045.
20. Juan Mincio (Benedicto X), 1058-1059.
21. Pietro Cadalus (Honorio II), 1061-1064.
22. Guibert de Ravenna (Clemente III), 1080 & 1084-1100.
23. Teodorico, 1100-1101.
24. Adalberto, 1101.
25. Maginulfo (Silvestre IV), 1105-1111.
26. Mauricio Burdano (Gregorio VIII), 1118-1121.
27. Tebaldos Buccapecuc (Celestino II) (legítimo pero se sometió a oponerse al Papa Honorio II, y después fue considerado como antipapa), 1124.
28. Pietro Pierleoni (Anacleto II), 1130-1138.
29. Gregorio Conti (Víctor IV), 1138.
30. Octaviano de Montecelio (Víctor IV), 1159-1164.
31. Guido di Crema (Pascal III), 1164-1168.
32. Giovanni de Stuma (Calixto III), 1168-1178.
33. Lanzo de Sessa (Inocencio III), 1179-1180.
34. Pietro Rainalduccio (Nicolás V), antipapa en Roma, 1328-1330.
35. Roberto de Ginebra (Clemente VII), antipapa de la línea de Aviñón, 20 de septiembre de 1378 – 16 de septiembre de 1394.
36. Pedro de Luna (Benedicto XIII), antipapa de la línea de Aviñón, 1394-1423.
37. Pietro Filargi (Alejandro V), antipapa de la línea de Pisa, 1409-1410.
38. Baldassare Cossa (Juan XXIII), antipapa de la línea de Pisa, 1410-1415.
39. Gil Sánchez Muñoz (Clemente VIII), antipapa de la línea de Aviñón, 1423-1429.
40. Bernard Garnier (el primer Benedicto XIV), antipapa de la línea de Aviñón, 1425-c. 1429.
41. Jean Carrier (el segundo Benedicto XIV), antipapa de la línea de Aviñón, 1430-1437.
42. Duque Amadeo VIII de Saboya (Félix V), 5 de noviembre 1439 – 7 de abril 1449 (Wikipedia, La enciclopedia libre).

Uno de los casos más notorios en la historia de la Iglesia fue la del antipapa Anacleto II, quien reinó en Roma desde 1130 a 1138. Anacleto fue implantado en una elección no canónica después de que Inocencio II, el verdadero Papa, ya había sido elegido. A pesar de su inválida elección no canónica, el antipapa Anacleto II ganó el control de Roma y el apoyo de la mayoría del colegio de cardenales. Anacleto sostuvo el apoyo de casi toda la población de Roma, hasta que el verdadero Papa recuperó el control de la cuidad en 1138. (La Enciclopedia Católica, “Anacleto”, vol. 1, 1907, ed. ingl. p. 447).

También debemos ahora analizar lo que ocurrió durante el Gran Cisma de Occidente para ver lo que Dios permitió en la historia de la Iglesia y, por consiguiente, lo que Él podría permitir en la Gran Apostasía.



5. El Gran Cisma de Occidente (1378-1417) y lo que nos enseña sobre la apostasía post-Vaticano II

-Una enorme confusión, múltiples antipapas, antipapas en Roma, un antipapa reconocido por todos los cardenales; el Gran Cisma de Occidente demuestra que es absolutamente posible que exista una línea de antipapas en el corazón de la crisis post-Vaticano II-

El Análisis del Gran Cisma de Occidente

             Los Papas                La Línea Aviñón (antipapas)     La Línea Pisa (antipapas)

Urbano VI (1378-1389)

Bonifacio IX (1389-1404)

Inocencio VII (1404-1406)

Gregorio XII (1406-1415)

Los papas menos apoyados de la historia, menos reconocidos de los tres reclamantes, rechazados por casi toda la cristiandad

Clemente VII (1378-1394) reconocido por casi todos los cardenales vivientes que habían elegido a Urbano VI

Benedicto XIII (1394-1417) reconocido por San Vicente Ferrer por algún tiempo

*línea favorecida por la mayoría de los teólogos de aquella época, elegido por los cardenales de cada bando*

Alejandro V (elegido por los cardenales en Pisa) 1409- 1410

Juan XXIII (1410-1415)

Reinó en Roma, tuvo el apoyo más amplio de los tres reclamantes

Resuelto con la elección del Papa
Martín V, 1417 en el C. de Constanza

¿Cómo pasó todo esto?

El cónclave en el Vaticano (1378), después de la muerte del Papa Gregorio XI, fue el primero en reunirse en Roma desde 1303. Los papas habían residido en Aviñón por aproximadamente 70 años debido al desorden político. El cónclave fue sostenido en medio de escenas de alboroto sin precedentes[1]. Como Francia se había convertido la casa de los Papas durante los últimos 70 años, la multitud romana que rodeaba al cónclave era muy revoltosa y clamorosa para que los cardenales eligieran a un romano, o a lo menos a un italiano. En un momento dado, cuando se creyó que un francés fue elegido en vez de un italiano, la multitud tomo por asalto el palacio:

“La multitud furiosa entonces comenzó a lanzar piedras a las ventanas del palacio y atacó las puertas con picos y hachas. No había fuerza efectiva de defensa; la multitud entró como una tormenta”.[2]

Finalmente un italiano, el Papa Urbano VI, fue elegido por 16 cardenales. El nuevo Papa hizo la pregunta a los cardenales si lo habían elegido libre y canónicamente; ellos dijeron que sí. Poco después de la elección, los 16 que habían elegido a Urbano VI le escribieron a los seis cardenales que permanecieron tercamente en Aviñón:

“Hemos dado nuestro voto a Bartolomeo, el arzobispo de Bari [Urbano VI], que se distingue por sus grandes méritos y múltiples de virtudes que lo convierten en un ejemplo brillante; lo hemos elevado, de pleno acuerdo, a la excelencia apostólica y hemos anunciado nuestra elección a la multitud de los cristianos”[3].

LOS CARDENALES RECHAZAN AL PAPA URBANO VI BAJO EL PRETEXTO DE LA MULTITUD ROMANA REBELDE

Sin embargo, poco después de su elección el Papa Urbano VI empezó a alejarse de los cardenales.

Los cardenales franceses, que formaban la mayoría del Sacro Colegio, no estaban satisfechos con la ciudad y deseaban regresar a Aviñón, donde no había basílicas en ruinas ni palacios arruinados, ni tumultuosas turbas romanas y fiebres romanas mortales, donde la vida era, en un palabra, mucho más cómoda. Urbano VI se negó a salir de Roma, y con severa determinación, les dio a entender sin pelos en la lengua, que reformaría la corte papal y rompería el lujo de su vida, lo que ofendió profundamente a los cardenales”[4].

Uno por uno los cardenales se fueron a Anagni en Francia para las vacaciones. “El nuevo Papa, no sospechando de nada, les dio permiso para que fueran allí durante el verano. En mediados de julio (…) llegaron a un acuerdo entre ellos mismos que la elección de abril fue inválida debido a la coacción por la multitud rodeada y que, usando esto como una razón, ellos dejarían de reconocer a Urbano”[5].

Después que la noticia de la decisión de los cardenales se había distribuido para repudiar a Urbano VI, el canónigo Baldus, considerado el jurista más famoso de su época, publicó un tratado en desacuerdo con su decisión. En él, declaró:

“…no habían motivos por los que los cardenales podían repudiar a un Papa, una vez que lo habían elegido, y ninguno en conjunto en la Iglesia podría destituirlo, excepto la herejía persistente y abierta”[6].

A pesar de la imprecisión en esta declaración de Baldus – ya que un verdadero Papa no puede ser depuesto; un hereje él mismo se depone – podemos ver claramente en sus palabras la verdad comúnmente reconocida que el reclamante al Papado, que sea abierto y persistentemente herético puede ser rechazado como un no Papa, ya que está fuera de la Iglesia.

TODOS LOS CARDENALES VIVIENTES RECHAZAN A URBANO VI Y RECONOCEN A UN ANTIPAPA

El 20 de julio de 1378, 15 de los 16 cardenales que habían elegido al Papa Urbano VI le retiraron su obediencia en razón de que la multitud romana rebelde había hecho la elección no canónicamente. El único cardenal que no repudió al Papa Urbano VI fue el cardenal Tebaldeschi, pero murió poco después, el 7 de septiembre – dejando una situación en la que ninguno de los cardenales de la Iglesia Católica reconocieron al verdadero Papa, Urbano VI. Todos los cardenales consideraron su elección como inválida[7].

Después de haber repudiado a Urbano VI, el 20 de septiembre de 1378, los cardenales procedieron a elegir a Clemente VII como “Papa”, quién estableció su “Papado” rival en Aviñón. Se había iniciado el Gran Cisma de Occidente.

“Los cardenales rebeldes luego escribieron a los tribunales europeos explicando su acción. Carlos V de Francia y toda la nación francesa reconoció inmediatamente a Clemente VII, al igual que también Flandes, España y Escocia. El Imperio e Inglaterra, con las naciones del norte y del este y la mayoría de las repúblicas italianas, se adhirieron a Urbano VI”[8].

A pesar de que era comprobable la validez de la elección de Urbano VI, se puede ver por qué muchos aceptaron el argumento de que la multitud romana había influido ilegalmente en su elección, convirtiéndola así en no canónica. Por otra parte, se puede ver cómo la posición del antipapa Clemente VII se fortaleció de manera considerable e impositiva a los ojos de muchos, por el hecho que 15 de los 16 cardenales que habían elegido a Urbano VI llegaron a repudiar su elección como inválida. La situación que se dio después de la aceptación del antipapa Clemente VII, por los cardenales, fue una pesadilla, una pesadilla desde el principio – una pesadilla que nos muestra qué tan mal y confuso a veces Dios permite que las cosas pasen, sin violar las promesas fundamentales que Él hizo a su Iglesia:

“El cisma era ya un hecho consumado, y durante cuarenta años la cristiandad fue tratada con el triste espectáculo de afirmar su lealtad a dos y hasta tres papas rivales. Fue la crisis más peligrosa que la Iglesia había pasado. Ambos papas declararon una cruzada contra el otro. Cada uno de los papas revindicaba el derecho a crear cardenales y confirmar arzobispos, obispos y abades, por lo que existían dos colegios de cardenales y en muchos lugares existían dos reclamantes a los altos cargos en la Iglesia. Cada papa trató de acaparar todas las rentas eclesiásticas, y cada uno excomulgaba al otro con todos sus seguidores”[9].

El espectáculo continuó mientras morían igualmente papas y antipapas, sólo para ser reemplazado por otros más. El Papa Urbano VI murió en 1389, y fue sucedido por el Papa Bonifacio IX, que reinó desde 1389 hasta 1404. Después de la elección de Bonifacio IX, fue “excomulgado” de inmediato por el antipapa Clemente VII, y él respondió también excomulgándolo.

Durante su reinado, el Papa Bonifacio IX “fue incapaz de ampliar su esfera de influencia en Europa; Sicilia y Génova en realidad se alejaron de él. Para evitar la propagación de apoyo a Clemente en Alemania otorgó favores al rey de Alemania Wenceslao…”[10].

LOS CARDENALES DE AMBOS BANDOS HACEN UN JURAMENTO DE TRABAJAR PARA ACABAR CON EL CISMA, ANTES DE PARTICIPAR EN NUEVAS ELECCIONES, LO QUE DEMUESTRA QUÉ TAN MAL SE HABÍA VUELTO LA SITUACIÓN

Mientras tanto, en Aviñón, el antipapa Clemente VII murió en 1394. Antes de elegir al sucesor de Clemente VII, todos los 21 cardenales “juraron en trabajar por la eliminación del cisma, cada uno prometiendo, si es elegido, en abdicar siempre y cuando la mayoría lo juzgue adecuado”[11]. Téngase esto en cuenta, ya que será relevante cuando cubramos por qué entró en la escena un tercer reclamante al Papado.

Los cardenales de Aviñón procedieron a la elección de Pedro de Luna, (el antipapa) Benedicto XIII, para reemplazar al antipapa Clemente VII. Benedicto XIII reinó como el reclamante de Aviñón por el resto del cisma. Por algún tiempo, Benedicto XIII tuvo como apoyo a ningún otro que al milagroso dominicano, San Vicente Ferrer. San Vicente en realidad fue su confesor durante un tiempo[12], creyendo que la línea de Aviñón era la línea válida (hasta un tiempo después de transcurrido el cisma). Obviamente que San Vicente había sido persuadido de que la elección del Papa Urbano VI era inválida debido a la multitud romana rebelde, además de la aceptación formidable de la línea de Aviñón por parte de 15 de los 16 cardenales que habían tomado parte en la elección de Urbano VI.

Como cardenal, el antipapa Benedicto XIII originalmente él mismo había tomado parte en la elección del Papa Urbano VI, y luego abandonó a Urbano y ayudó a elegir a Clemente (que, obviamente, había sido convencido de que la elección de Urbano era inválida). Como cardenal bajo el antipapa Clemente VII, Benedicto XIII “fue como su legado a la península Ibérica durante once años, y por su diplomacia atrajo a Aragón, Castilla, Navarra y Portugal a su obediencia [del antipapa Clemente VII]”[13].

Después de haber jurado continuar el camino de la abdicación con el fin de poner fin al cisma si la mayoría de sus cardenales estaban de acuerdo, el antipapa Benedicto XIII ofendió a muchos de sus cardenales cuando se retractó de su promesa y por mostrarse indispuesto a considerar la abdicación, aunque la mayoría de sus cardenales sí querían que abdicara. Su rival, el Papa Bonifacio IX, se mostró igualmente renuente.

En 1404, el Papa Bonifacio IX (el sucesor de Urbano VI) murió, y el Papa Inocencio VII fue elegido como su sucesor por los ocho cardenales partidarios. Sin embargo, el Papa Inocencio VII no vivió mucho, muriendo dos años más tarde, en 1406. Durante su corto reinado, Inocencio VII había permanecido opuesto a reunirse con el reclamante de Aviñón, Benedicto XIII, a pesar de haber hecho un juramento antes de su elección de hacer todo lo posible para poner fin al cisma, incluyendo la abdicación si fuera necesario.

Como persistió el cisma, los miembros de ambos bandos cada vez más se frustraron más con la falta de voluntad de ambos reclamantes al no adoptar medidas eficaces para poner fin al cisma.

Las voces se escuchaban por todas partes pidiendo que se restableciera la unión. La Universidad de París, o mejor dicho, sus dos prominentes profesores, Juan Gerson y Pedro d’Ailly, propusieron que se convocase un Consejo General para decidir entre los pretendientes rivales”[14].

De acuerdo con este sentimiento generalizado de adoptar medidas eficaces para poner fin al cisma, otro juramento fue tomado antes de la elección del sucesor de Inocencio VII.

“… cada uno de los catorce cardenales en el cónclave tras la muerte de [el Papa] Inocencio VII juraron que, si uno era elegido, abdicaría con tal que el antipapa Benedicto XIII hiciera lo mismo o muriera; también, que [el elegido] no crearía nuevos cardenales, salvo para mantener la paridad de los números con los cardenales de Aviñón, y que dentro de tres meses habría de entrar en negociaciones con su rival sobre el lugar de la reunión”[15].

El hecho de que los cardenales preparándose para elegir a un verdadero Papa hicieron un juramento así como este – que incluía negociaciones con un antipapa – muestra lo horrible que era la situación durante el cisma, y cuánto apoyo tenía el antipapa en la cristiandad.

El cónclave procedió a elegir al Papa Gregorio XII el 30 de noviembre de 1406. La esperanza de que el fin del cisma viniera fue renovada por las negociaciones del Papa Gregorio XII con el antipapa Benedicto XIII. Incluso, los dos se pusieron de acuerdo en un lugar de reunión, pero el Papa Gregorio XII dudaba; temía (y con razón) de la sinceridad de las intenciones del antipapa Benedicto XIII. El Papa Gregorio XII también fue influenciado por algunos de sus parientes cercanos en contra del camino de la resignación, que pintó un panorama negativo de lo que podría suceder si renunciaba.

LOS CARDENALES DE AMBOS BANDOS SE ENFADAN, VAN A PISA Y ELIGEN A UN NUEVO “PAPA” EN UNA CEREMONIA IMPRESIONANTE CON LOS CARDENALES DE AMBOS LADOS

Dado que las negociaciones [entre el Papa Gregorio XII y Benedicto XIII de Aviñón] se prolongaban, los cardenales de Gregorio se ponían cada vez más inquietos. Una ruptura abierta se hizo inevitable cuando Gregorio, sospechando de sus lealtades, rompió su promesa pre-electoral y el 4 de mayo anunció la creación de cuatro nuevos cardenales (…) Todos menos tres de su colegio original ahora lo abandonaron y huyeron a Pisa…”[16].

Los 14 cardenales que abandonaron la obediencia al Papa Gregorio XII y huyeron a Pisa se unieron allí por 10 cardenales que abandonaron la obediencia al Antipapa Benedicto XIII. Los cardenales de los dos bandos habían organizado un concilio, y estaban decididos a poner fin al cisma por medio de una elección conjunta en Pisa.

A los ojos del mundo, el Concilio de Pisa fue sin duda una asamblea brillante, al que asistieron 24 cardenales (catorce que anteriormente se adhirieron al Papa Gregorio XII, los diez de Luna [Benedicto XIII] (...) cuatro patriarcas, 80 obispos, 89 abades, 41 priores, los jefes de las cuatro órdenes religiosas, y representantes de prácticamente todas las universidades, reinados, y la gran parte de las casas nobles en la Europa católica.”[17]

El cardenal arzobispo de Milán dio el discurso de apertura en Pisa. Él condenó a los dos reclamantes, Gregorio XII y (el antipapa) Benedicto XIII, y formalmente los convocó a comparecer al concilio. Cuando no se presentaron, fueron declarados como obstinadamente desobedientes.

Hay que subrayar que, en este momento del cisma (1409), la gente estaba tan exasperada con la prolongada desunión y de las promesas rotas por los dos reclamantes que la asamblea en Pisa fue recibida y apoyada ampliamente. Se hizo aún más impresionante y atractiva por el hecho de que sus 24 cardenales estaban compuestos por un número considerable de cardenales que habían formado parte de ambos bandos [Gregorio XII y el antipapa Benedicto XIII]. Esto le dio la apariencia de una acción unida de los cardenales de la Iglesia. El 29 de junio de 1409, los 24 cardenales eligieron por unanimidad a Alejandro V. Ahora había tres reclamantes al Papado, al mismo tiempo.

P. John Laux, Church History [La Historia de la Iglesia], edición inglesa, p. 405: “Ahora habían tres papas, y tres colegios de cardenales, en algunas diócesis tres obispos rivales, y en algunas órdenes religiosas tres superiores rivales”[18].

EL TERCER RECLAMANTE, EL ANTIPAPA DE PISA, OBTUVÓ EL APOYO MÁS AMPLIO Y LA MAYORÍA DE LOS TEÓLOGOS, PORQUE ÉL TENÍA LA PARECIA SER LA ELECCIÓN UNIFICADA DE LOS CARDENALES DE AMBOS BANDOS

El recién elegido antipapa de Pisa, Alejandro V, tuvo el apoyo más amplio de la cristiandad entre los tres reclamantes. El verdadero Papa, Gregorio XIII, tenía menos.

Desde el principio Alejandro V “tuvo el apoyo de Inglaterra, la mayor parte de Francia, los Países Bajos, Bohemia (…) Polonia (…) su propia Milán, Venecia y Florencia. De Luna [el antipapa Benedicto XIII] conservaba el apoyo de su propio Aragón, Castilla, partes del sur de Francia y Escocia (…) Gregorio XII fue el más débil de los tres, conservando la única lealtad de Nápoles, el oeste de Alemania, algunas ciudades del norte de Italia, y el firmísimo Carlo Malatesta de Rímini (…) El Gran Cisma de Occidente se había convertido en un triángulo de lealtades distorsionadas, con el verdadero Papa como el más débil de los tres (…) La Iglesia Católica parecía estar sufriendo el destino que más tarde alcanzaría el protestantismo: subdivisiones repetidas e incontenibles (…) Lo peor de todo es que no parecía posible librarse de este desastre”[19].

La mayoría de los sabios teólogos y canonistas de la época estaban a favor de la línea de antipapas de Pisa.

“A través de la caída del 1408 y el invierno de 1409 el debate continuó haciendo estragos entre los teólogos y canonistas. La mayoría de ellos, en mayor o menor grado de desesperación, ahora estaban a favor del concilio, sin tener en cuenta quién podría ser el verdadero Papa o cómo iba ser reconocido”[20].

DURANTE EL FINAL DEL GRAN CISMA DE OCCIDENTE NINGÚN VERDADERO PAPA EN LA HISTORIA HA TENIDO TAN POCO APOYO COMO EL PAPA GREGORIO XII

En 1411, el recién elegido emperador del Sacro Imperio Romano Segismundo siguió el sentimiento general y abandono al verdadero Papa, Gregorio XII.

“Segismundo quería el respaldo electoral unánime, y teniendo en cuenta el abandono generalizado de Gregorio XII por muchos de los que lo habían obedecido previamente (sobre todo en Italia e Inglaterra) la confianza propia de Segismundo en la legitimidad de Gregorio pudo haber sido modificada. Ningún verdadero Papa en la historia de la Iglesia ha tenido tan poco apoyo como Gregorio XII tras el Concilio de Pisa”[21].

El recién elegido antipapa de Pisa, Alejandro V, no vivió mucho tiempo. Murió menos de un año después de su elección, en mayo de 1410. Para sucederlo, el 17 de mayo de 1410, los cardenales eligieron por unanimidad al pisano Baltasar Cossa como Juan XXIII. Al igual que su predecesor el antipapa Alejandro V, Juan XXIII también obtuvó el apoyo más amplio entre los tres reclamantes.

Aunque todavía habían tres reclamantes al papado, Juan [XXIII] comandaba el apoyo más amplio, con Francia, Inglaterra y varios estados italianos y alemanes que lo reconocieron. Con la ayuda de Luis de Anjou (…) fue capaz de establecerse en Roma”[22].

Como vemos, el antipapa Juan XXIII fue capaz de reinar en Roma. Juan XXIII (1410-1415) sería el último antipapa en reinar desde Roma, hasta la apostasía post-Vaticano II, que comenzó con un hombre que también se hacía llamar Juan XXIII (Angelo Roncalli, 1958-1963).

Durante el cuarto año de su reinado como antipapa, Juan XXIII convocó el Concilio de Constanza en 1414, a instancias del emperador Segismundo. Es muy interesante notar que el reciente Juan XXIII también convocó al Vaticano II en el cuarto año de su reinado, 1962. Y al igual que el Vaticano II, el Concilio de Constanza comenzó como un falso concilio, por haber sido convocado por un antipapa.

En este punto del cisma, el emperador Segismundo estaba decidido unir la Cristiandad para trabajar por la abdicación de los tres reclamantes. Cuando el antipapa Juan XXIII se dio cuenta de que no iba a ser aceptado como el verdadero Papa en el Concilio de Constanza, huyó del Concilio. “Esa tarde, Cossa huyó de Constanza, montado en un caballo pequeño y oscuro (en contraste con los nueve caballos blancos detrás de los cuales había entrado en la ciudad en octubre), arropado en una gran capa gris, enrollada una con él para esconder la mayor parte de su rostro y cuerpo…”[23].

El antipapa Juan XXIII fue formalmente condenado y depuesto por el concilio. La orden fue enviada por el emperador para su arresto; fue detenido y encarcelado. En la cárcel, el antipapa Juan XXIII “entregó su sello papal y el anillo del pescador, con lágrimas, a los representantes del concilio”. Aceptó el veredicto en su contra sin protestar[24].

Cuando el Concilio de Constanza (considerado en parte o completamente como el Decimosexto Ecuménico, 1414-1417) (…) había depuesto a Juan, que entró en negociaciones con Gregorio, este transmitió su disposición a renunciar con la condición de que formalmente se le permitiera convocar a prelados y dignatarios reunidos nuevamente en un concilio general; ya que el Papa no podía reconocer a uno [es decir, un concilio] que fuera convocado por Juan. Este procedimiento fue aceptado, y en la sesión solemne decimocuarta, el 4 de julio de 1415, su cardenal Juan Dominici dio lectura a su bula convocando el concilio, con lo cual Carlo Malatesta [el Papa Gregorio XII] anunció su renuncia. Los dos colegios de cardenales se unieron, los actos de Gregorio en su pontificado fueron ratificados…”[25].

Así, después de que fue depuesto el antipapa Juan XXIII, el Papa Gregorio XII acordó convocar el Concilio de Constanza (con el fin de conferirle legitimidad Papal, que el antipapa Juan XXIII no podía darlo) y luego renunció con la esperanza de poner fin al cisma.

Mientras tanto, el antipapa Benedicto XIII (el reclamante de Aviñón) fue contactado por el emperador Segismundo y le pidió la renuncia. Él se negó obstinadamente hasta el final, pero hasta ahora el sentimiento general había ido tan en su contra que sus seguidores disminuían considerablemente.

“Segismundo, que había hecho todo lo posible para inducir a Benedicto XIII, de la línea de Aviñón, a que abdicara, logró separar a los españoles de su causa. Entonces, el Concilio declaró su deposición, el 16 de julio de 1417”[26].

Los dos antipapas habían sido depuestos, y el verdadero Papa habiendo renunciado, el Concilio de Constanza procedió a elegir al Papa Martín V el 11 de noviembre de 1417, poniendo fin oficial al Gran Cisma de Occidente. (La línea de antipapas de Aviñón se mantuvo después de la muerte del antipapa Benedicto XIII con la elección del antipapa Clemente VIII como su sucesor por sus cuatro cardenales restantes. Estos cardenales luego consideraron la elección del antipapa Clemente VIII como inválida y eligieron al antipapa Benedicto XIV; pero en el momento de la deposición del antipapa Benedicto XIII por el Concilio de Constanza, la línea de Aviñón ya había perdido tanto apoyo que estos dos últimos sucesores del antipapa Benedicto XIII son tan insignificantes como para que se merezcan una nota de mención al pie de página.)

CONCLUSIÓN: LO QUE EL GRAN CISMA DE OCCIDENTE NOS ENSEÑA SOBRE NUESTROS TIEMPOS

En este artículo hemos revisado uno de los capítulos importantes de la historia de la Iglesia. En el proceso hemos visto una serie de cosas muy importantes – cosas muy relevantes para nuestra situación actual.

•   Hemos visto que los antipapas pueden existir.

•   Hemos visto que los antipapas pueden reinar desde Roma.

•   Hemos visto que todos los cardenales, poco después de la elección del Papa Urbano VI, lo rechazaron (al verdadero papa) y reconocieron al antipapa Clemente VII. Esto demuestra que no es en absoluto incompatible con la indefectibilidad (es decir, las promesas de Cristo de estar con su Iglesia y el Papado hasta el fin del tiempo) en que todos los cardenales reconozcan a un antipapa.

•   Hemos visto que la mayoría de los teólogos de la época estaban a favor de la tercera línea, la línea de antipapas de Pisa. Esta línea de antipapas tuvo que haber sido una opción tentadora para muchos, porque los cardenales de ambos bandos la apoyaron. Esto nos muestra cómo Dios a veces permite que las cosas se pongan engañosas sin violar las promesas fundamentales que Él hizo a su Iglesia. Por otra parte, la mayoría del apoyo de los teólogos para la línea de Pisa demuestra claramente que la enseñanza común de los teólogos sobre un asunto particular (por ejemplo, la salvación), no importa que tan sabios sean, no es obligatorio, contrario a lo que algunos están afirmando en la actualidad.

•   También hemos visto que es antiguo el principio de que un hereje manifiesto no puede considerarse como el Papa y fue expresado por el líder canonista de la época, Baldus.

•   Hemos visto que las cosas estaban tan mal y desesperantes durante el Gran Cisma de Occidente que la gente no veía ninguna salida a este desastre – un desastre en que a las personas se les ofreció, en un punto, tres obispos rivales, tres superiores religiosos rivales, y tres reclamantes al Papado excomulgándose uno al otro.

•   Aprendiendo esto nos puede ayudar a ver con claridad que lo que hemos demostrado a través de razones doctrinales, a saber, que ha habido una línea de antipapas desde el Vaticano II que ha impuesto al mundo una falsa nueva religión, que ha reducido la verdadera Iglesia Católica a un remanente (en cumplimiento de las Escrituras y de las profecías católicas sobre el engaño en la Gran Apostasía y los últimos días), no es un ABSURDO PATENTE, como algunos han dicho erróneamente.

Por el contrario, si Dios permitió los desastres antes mencionados que se produjeran durante el Gran Cisma Occidental (que pudo haber sido, en el peor de los casos, sólo un preludio de la Gran Apostasía), con varios antipapas reinando a la vez y el verdadero Papa siendo el más débil de los tres, ¿qué tipo de desastre y engaño Él permitirá con los antipapas (sin violar jamás las promesas fundamentales que Él hizo a su Iglesia) durante la última tribulación espiritual, que será la más engañosa de todos ellas? Es un ABSURDO PATENTE, y directamente refutado por la enseñanza católica y los hechos de la historia de la Iglesia, el afirmar que es imposible que una línea de antipapas que ha creado una secta falsificada para oponerse a la verdadera Iglesia. Además, es inaudito en extremo afirmar que tal situación sea un “absurdo patente” después de haber revisado los hechos innegables que hemos puesto por delante para probarlo como verdad.

Terminaremos este repaso del Gran Cisma de Occidente citando al P. Edmund James O’Reilly, S.J. Él tenía varias cosas interesantes que decir sobre el Gran Cisma de Occidente en su libro Las Relaciones de la Iglesia con la Sociedad – Ensayos Teológicos, escrito en 1882. En el proceso él menciona la posibilidad de un interregno papal (un periodo sin un Papa) cubriendo todo el periodo que duró el Gran Cisma de Occidente (casi 40 años).

Empezamos con una cita de la discusión del Padre O’Reilly sobre el Gran Cisma de Occidente.

“Podemos parar aquí para preguntar lo que se puede decir de la posición, en esa época, de los tres reclamantes, y sus derechos en relación con el Papado. En primer lugar, se produjo a lo largo, desde la muerte de Gregorio XI en 1378, un Papa – con la excepción, por supuesto, de los intervalos entre las muertes y las elecciones para llenar las vacantes que ello conlleva. No había, digo, en cada momento dado un Papa, realmente investido de la dignidad del Vicario de Cristo y Cabeza de la Iglesia, cualesquiera que sean las opiniones que pudieron existir entre muchos en cuanto a su autenticidad; que un interregno que cubre todo el período no sería algo imposible o inconsecuente con las promesas de Cristo, porque esto no es por ningún medio así manifestado, pero que, como cuestión de hecho, no hubo tal interregno”[27].

El P. O’Reilly dice que un interregno (un período sin un Papa), que abarca todo el período del Gran Cisma Occidental no es en absoluto incompatible con las promesas de Cristo sobre su Iglesia. El período de cual está hablando el P. O’Reilly inició en 1378 con la muerte del Papa Gregorio XI y finalizó en 1417, esencialmente con la elección del Papa Martín V. ¡Eso es un interregno de treinta y nueve años!

Escribiendo después del Primer Concilio Vaticano, es evidente que el P. O’Reilly está en el lado de los que, al rechazar a los antipapas Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II y Benedicto XVI, mantienen la posibilidad de una vacancia de largo plazo de la Santa Sede. De hecho, en la página 287 de su libro, el P. O’Reilly da esta advertencia profética:

“El gran cisma de Occidente me sugiere una reflexión que me tomo la libertad de expresar aquí. Si este cisma no hubiera ocurrido, la hipótesis de que tal cosa sucediera, parecería a muchos como quimérico (absurdo). Dirían que no podría ser; Dios no permitiría que la Iglesia entrara en una situación tan infeliz. Las herejías podrían surgir y extenderse y durar dolorosamente largas, a través de la culpa y la perdición de sus autores y cómplices, también para gran angustia de los fieles, aumentado por la persecución actual en muchos lugares donde los herejes eran dominantes. Pero que la verdadera Iglesia deba permanecer entre treinta y cuarenta años sin un Jefe bien determinado como representante de Cristo en la tierra, esto no sería [posible]. Sin embargo, ha sido; y no tenemos ninguna garantía de que no volverá a ocurrir otra vez, aunque fervorosamente esperamos lo contrario. Lo que puedo inferir es que no hay que ser demasiado listos para pronunciarse sobre lo que Dios puede permitir. Sabemos con absoluta certeza que Él cumplirá sus promesas (…) También podemos confiar en que Él va a hacer mucho más de lo que Él se ha obligado por sus promesas. Podemos mirar hacia adelante con vítores la probabilidad de la exención para el futuro de algunos de los problemas y desgracias que han acontecido en el pasado. Pero nosotros, o nuestros sucesores en las futuras generaciones de cristianos, quizás verán males más extraños de los que han sido experimentados, incluso antes de la aproximación inmediata de esa gran consumación de todas las cosas en la tierra que precederá el día del juicio. Yo no me presento como un profeta, ni pretendo ver prodigios infelices, de los cuales no tengo conocimiento alguno. Todo lo que trato de dar a entender es que las contingencias en relación con la Iglesia, que no están excluidas por las promesas divinas, no pueden ser consideradas como prácticamente imposibles, aunque fueran terribles y angustiosas en un grado muy elevado”[28].

El P. O’Reilly está diciendo que si el Gran Cisma de Occidente nunca hubiera ocurrido la gente diría que tal situación es imposible e incompatible con las promesas de Cristo a su Iglesia, y que no podemos descartar la posibilidad de cosas similares y tal vez peores en el futuro aunque fueran angustiosas en un grado muy elevado.

Notas de la Sección 5:

[1] J.N.D. Kelly, Oxford Dictionary of Popes [El Diccionario de Oxford de Papas], edición inglesa, Oxford University Press, 1986, p. 277.

[2] Warren H. Carroll, A History of Christendom [La Historia de la Cristiandad], vol. 3 (The Glory of Christendom [La Gloria de la Cristiandad]), edición inglesa, Front Royal, VA: Christendom Press, p. 429.

[3] Warren H. Carroll, A History of Christendom, vol. 3 (The Glory of Christendom), edición inglesa, p. 431.

[4] P. John Laux, Church History [La Historia de la Iglesia], edición inglesa, Rockford, IL: Tan Books, 1989, p. 404.

[5] Warren H. Carroll, A History of Christendom, vol. 3 (The Glory of Christendom), edición inglesa, pp. 432-433.

[6] Citado por Warren H. Carroll, A History of Christendom, vol. 3 (The Glory of Christendom), edición inglesa, p. 433.

[7] Warren H. Carroll, A History of Christendom, vol. 3 (The Glory of Christendom), edición inglesa, pp. 432-433.

[8] P. John Laux, Church History, edición inglesa, p. 404.

[9] P. John Laux, Church History, edición inglesa, p. 405.

[10] J.N.D. Kelly, Oxford Dictionary of Popes, edición inglesa, p. 231.

[11] J.N.D. Kelly, Oxford Dictionary of Popes, edición inglesa, p. 232.

[12] P. Andrew Pradel, St. Vincent Ferrer: The Angel of the Judgment [San Vicente Ferrer: El Ángel del Juicio Final], edición inglesa, Tan Books, 2000, p. 39.

[13] J.N.D. Kelly, Oxford Dictionary of Popes, edición inglesa, p. 237.

[14] P. John Laux, Church History, edición inglesa, p. 405.

[15] J.N.D. Kelly, Oxford Dictionary of Popes, edición inglesa, p. 235.

[16] J.N.D. Kelly, Oxford Dictionary of Popes, edición inglesa, p. 235.

[17] Warren H. Carroll, A History of Christendom, vol. 3 (The Glory of Christendom), edición inglesa, p. 472.

[18] P. John Laux, Church History, edición inglesa, p. 405.

[19] Warren H. Carroll, A History of Christendom, vol. 3 (The Glory of Christendom), edición inglesa, pp. 473-474.

[20] Warren H. Carroll, A History of Christendom, vol. 3 (The Glory of Christendom), edición inglesa, p. 471.

[21] Warren H. Carroll, A History of Christendom, vol. 3 (The Glory of Christendom), edición inglesa, p. 479.

[22] J.N.D. Kelly, Oxford Dictionary of Popes, edición inglesa, p. 238.

[23] Warren H. Carroll, A History of Christendom, vol. 3 (The Glory of Christendom), edición inglesa, p. 485.

[24] Warren H. Carroll, A History of Christendom, vol. 3 (The Glory of Christendom), edición inglesa, p. 487.

[25] J.N.D. Kelly, Oxford Dictionary of Popes, edición inglesa, p. 236.

[26] P. John Laux, Church History, edición inglesa, p. 408.

[27] P. James Edmund O’Reilly, The Relations of the Church to Society – Theological Essays [Las Relaciones de la Iglesia con la Sociedad – Ensayos Teológicos], edición inglesa.

[28] P. James Edmund O’Reilly, p. 287.



6. La Iglesia católica enseña que un hereje dejaría de ser el Papa, y que un hereje no puede ser elegido válidamente como un Papa

La Enciclopedia Católica, “Herejía”, 1914, vol. 7, p. 261: “El mismo Papa, si fuere notoriamente culpable de herejía, dejaría de ser el Papa porque dejaría de ser miembro de la Iglesia”[1].

La herejía es un rechazo o duda obstinada de un dogma de la fe divina y católica, hecho por una persona bautizada. En otras palabras, una persona bautizada que niega deliberadamente una enseñanza dogmática de la Iglesia Católica es un hereje.

Martín Lutero, quizás uno de los herejes más notorios en la historia de la Iglesia, enseñó la herejía de la justificación solo por la fe, entre otras cosas
Martín Lutero, quizás uno de los herejes más notorios en la historia de la Iglesia, enseñó la herejía de la justificación solo por la fe, entre otras cosas

Además de los antipapas que reinaron en Roma debido a las elecciones no canónicas, la Iglesia Católica enseña que si un Papa se convierte en un hereje él perdería automáticamente su cargo u oficio y dejaría de ser el Papa. Esta es la enseñanza de todos los doctores y padres de la Iglesia que han hablado sobre este tema:

San Roberto Belarmino, Cardenal y Doctor de la Iglesia, De Romano Pontifice, II, 30: “Un Papa que se manifieste hereje, por ese mismo hecho (per se) cesa de ser Papa y cabeza, así como por lo mismo deja de ser un cristiano y miembro de la Iglesia. Por tanto, él puede ser juzgado y castigado por la Iglesia. Esta es la enseñanza de todos los Padres antiguos, que enseñaban que los herejes manifiestos pierden inmediatamente toda jurisdicción”.

San Roberto Belarmino, De Romano Pontifice, II, 30: “Este principio es de lo más cierto. El que no es cristiano no puede de ninguna manera ser Papa, como Cayetano lo dijo (ib. c. 26). La razón por esto es que no puede ser cabeza de lo que no es miembro; ahora quien no es cristiano no es miembro de la Iglesia, y quien se manifieste hereje no es un cristiano, como claramente se enseña por San Cipriano (lib. 4, epíst. 2), San Atanasio (Cont. arria.), San Agustín (lib. De great. Christ.), San Jerónimo (contra Lucifer), entre otros; por lo tanto, el hereje manifiesto no puede ser Papa”.

San Francisco de Sales (siglo XVII), Doctor de la Iglesia, «The Catholic Controversy» (La Controversia Católica), edición inglesa, pp. 305-306: “Ahora, cuando él [el Papa] es explícitamente hereje, cae ipso facto de su dignidad y fuera de la Iglesia...”.

San Antonino (1459): “En el caso en que el Papa se convirtiera en un hereje, se encontraría, por ese solo hecho y sin ninguna otra sentencia, separado de la Iglesia. Una cabeza separada de un cuerpo no puede, siempre y cuando se mantenga separado, ser cabeza de la misma entidad de la que fue cortada. Por lo tanto, un Papa que se separara de la Iglesia por la herejía por ese mismo hecho en sí dejaría de ser la cabeza de la Iglesia. No puede ser un hereje y permanecer siendo Papa, porque, desde que está fuera de la Iglesia, no puede poseer las llaves de la Iglesia”. (Summa Theologica, citado en Actes de Vatican I. V. Frond pub.)

De que un hereje no puede ser Papa tiene sus raíces en el dogma de que los herejes no son miembros de la Iglesia Católica

Cabe señalar que la enseñanza de los santos y doctores de la Iglesia, citada anteriormente – que un Papa que se convierte en un hereje automáticamente dejaría de ser el Papa – tiene sus raíces en el dogma infalible de que un hereje no es miembro de la Iglesia Católica.

Papa Eugenio IV, El Concilio de Florencia, “Cantate Domino”, 1441: “La Santa Iglesia Romana cree firmemente, profesa y enseña que aquéllos que no están en el seno de la Iglesia Católica, no solamente los paganos, sino también los judíos o herejes y cismáticos, jamás compartirán la vida eterna, e irán irremediablemente al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles, a no ser que se hayan unido a la Iglesia antes de morir…”[2].

Papa Pío XII, Mystici Corporis Christi (# 23), 29 de junio de 1943: “Puesto que no todos los pecados, aunque graves, separan por su misma naturaleza al hombre del cuerpo de la Iglesia, como lo hacen el cisma, la herejía o la apostasía[3].

Podemos ver que es enseñanza de la Iglesia católica que un hombre se separa de la Iglesia por la herejía, el cisma, o la apostasía.

Papa León XIII, Satis Cognitum (# 9), 29 de junio de 1896: “Tal ha sido constantemente la costumbre de la Iglesia, apoyada por el juicio unánime de los Santos Padres, que siempre han mirado como excluido de la comunión católica y fuera de la iglesia a cualquiera que se separe en lo más mínimo de la doctrina enseñada por el magisterio auténtico[4].

Papa León XIII, Satis Cognitum (# 9): “De que alguno diga que no cree en esos errores (esto es, las herejías que acaba de enumerar), no se sigue que deba creerse y decirse cristiano católico. Pues puede haber y pueden surgir otras herejías que no están mencionadas en esta obra, y cualquiera que abrazase una sola de ellas cesaría de ser cristiano católico[5].

Papa Inocencio III, Eius ejemplo, 18 de diciembre de 1208: “De corazón creemos y con la boca confesamos una sola Iglesia, no de herejes, sino la Santa, Romana, Católica y Apostólica, fuera de la cual creemos que nadie se salva”[6].

Así, no es meramente una opinión de ciertos santos y doctores de la Iglesia que un hereje dejaría de ser un Papa; es un hecho inextricablemente unido con la enseñanza dogmática. Una verdad inextricablemente unida con un dogma se le llama un hecho dogmático. Por lo tanto, es un hecho dogmático de que un hereje no puede ser el Papa. Un hereje no puede ser el Papa, ya que uno quien está fuera no puede ser cabeza de lo que él no es miembro.

Así, no es meramente una opinión de ciertos santos y doctores de la Iglesia que un hereje dejaría de ser un Papa; es un hecho inextricablemente unido con la enseñanza dogmática. Una verdad inextricablemente unida con un dogma se le llama un hecho dogmático. Por lo tanto, es un hecho dogmático de que un hereje no puede ser el Papa. Un hereje no puede ser el Papa, ya que uno que está fuera no puede ser cabeza de lo que él no es miembro.

Papa León XIII, Satis Cognitum (#15), 29 de junio de 1896: “Nadie, pues, puede tener parte en la autoridad si no está unido a Pedro, pues sería absurdo pretender que un hombre excluido de la Iglesia tuviese autoridad en la Iglesia[7].

El Papa Pablo IV publicó una bula papal declarando solemnemente que la elección de un hereje como Papa es nula e inválida

En 1559, el Papa Pablo IV publicó toda una Bula Papal tratando con el tema y la posibilidad de un hereje que podría ser elegido como Papa.

Papa Pablo IV
(Papa Pablo IV)

En el tiempo que Pablo IV público la Bula (citada abajo), había rumores de que uno de los cardenales era un protestante en secreto. Para poder evitar una elección de tal hereje al Papado, el Papa Pablo IV declaró solemnemente que un hereje no podría ser elegido válidamente Papa. Abajo están los fragmentos pertinentes de la Bula.

Papa Pablo IV, de la Bula Cum ex Apostolatus Officio, 15 de febrero de 1559: “1… dado que donde surge un peligro mayor, allí más decidida debe ser la providencia para impedir que falsos profetas y otros personajes que detentan jurisdicciones seculares no tiendan lamentables lazos a las almas simples y arrastren consigo hasta la perdición innumerables pueblos confiados a su cuidado y a su gobierno en las cosas espirituales o en las temporales; y para que no acontezca algún día que veamos en el lugar Santo la abominación de la desolación, predicha por el profeta Daniel; con la ayuda de Dios para Nuestro empeño pastoral, no sea que parezcamos perros mudos, ni mercenarios, o dañados los malos vinicultores, anhelamos capturar las zorras que tientan desolar la Viña del Señor y rechazar los lobos lejos del rebaño…

6. Agregamos, [por esta Nuestra Constitución, que debe seguir siendo válida en perpetuidad, Nos promulgamos, determinamos, decretamos y definimos:] que si en algún tiempo aconteciese que un obispo, incluso en función de arzobispo, o de patriarca, o primado; o un cardenal, incluso en función de legado, o electo Pontífice Romano que antes de su promoción al cardenalato o asunción al Pontificado, se hubiese desviado de la fe católica, o hubiese caído en herejía:

(i) o lo hubiese suscitado o cometido, la promoción o la asunción, incluso si ésta hubiera ocurrido con el acuerdo unánime de todos los cardenales, es nula, inválida y sin ningún efecto;

(ii) y de ningún modo puede considerarse que tal asunción haya adquirido validez, por aceptación del cargo y por su consagración, o por la subsiguiente posesión o cuasi posesión de gobierno y administración, o por la misma entronización o adoración del Pontífice Romano, o por la obediencia que todos le hayan prestado, cualquiera sea el tiempo transcurrido después de los supuestos antedichos.

(iii) Tal asunción no será tenida por legítima en ninguna de sus partes…

(vi) los que así hubiesen sido promovidos y hubiesen asumido sus funciones, por esa misma razón y sin necesidad de hacer ninguna declaración ulterior, están privados de toda dignidad, lugar, honor, título, autoridad, función y poder

10. Por lo tanto, a hombre alguno sea lícito infringir esta página de Nuestra Aprobación, Innovación, Sanción, Estatuto, Derogación, Voluntades, Decretos, o por temeraria osadía, contradecirlos. Pero si alguien pretendiese intentarlo, sepa que habrá de incurrir en la indignación de Dios Omnipotente y en la de sus santos Apóstoles Pedro y Pablo.

Dado en Roma, junto a San Pedro, en el año de la Encarnación del Señor 1559, XV anterior a las calendas de Marzo, año 4º de nuestro Pontificado.

+ Yo, Pablo, Obispo de la Iglesia católica…”

Con la plenitud de su autoridad papal, el Papa Pablo IV declaró que la elección de un hereje es inválida, incluso si hubiera ocurrido con el acuerdo unánime de los cardenales y aceptado por todos.

El Papa Pablo IV también declaró que él estaba haciendo esta declaración con el fin de que no aconteciera algún día la llegada de la abominación de la desolación en el Lugar Santo, predicha por el profeta Daniel. Esto es asombroso, y parece indicar que el mismo Magisterio está conectando la venida eventual de la abominación de la desolación en el Lugar Santo (Mateo 24,15) con un hereje fingiendo ser el Papa – quizás porque el hereje fingiendo ser el Papa nos daría la abominación de la desolación en el Lugar Santo (la Nueva Misa), como nosotros creemos es el caso, o porque el mismo antipapa herético constituiría la abominación de la desolación en el Lugar Santo.

La Enciclopedia Católica repite esta verdad declarada por el Papa Pablo IV, afirmando que la elección de un hereje como Papa, por supuesto, sería completamente nula e inválida.

La Enciclopedia Católica, “Las Elecciones Papales”, 1914, Vol. 11, p. 456: “Desde luego, la elección de un hereje, de un cismático, o de una mujer [como Papa] será nula e inválida[8].

En consonancia con la verdad de que un hereje no puede ser el Papa, la Iglesia enseña que a los herejes no se les puede rezar en el canon de la Misa

A un Papa se le reza en la oración Te Igitur del canon de la Misa, pero la Iglesia también enseña que a los herejes no se les puede rezar en el canon de la Misa. Si un hereje puede ser un verdadero Papa, entonces tendríamos un dilema insoluble. Pero en realidad no es un dilema, ya que un hereje no puede ser un Papa válido:

Libellus professionis fidei, 2 de abril de 517, profesión de la fe prescrita bajo del Papa San Hormisdas: “Y por tanto, espero merecer hallarme en una sola comunión con vosotros, la que predica la Sede Apostólica, en la que está la íntegra, verdadera y perfecta solidez de la religión cristiana; prometiendo que en adelante no he de recitar entre los sagrados misterios los nombres de aquellos que están separados de la comunión de la Iglesia católica, es decir, que no sienten con la Sede Apostólica. Y si en algo intentare desviarme de mi profesión, por mi propia sentencia me declaro cómplice de los mismos que he condenado. Y esta mi profesión, yo la he firmado de mi mano y la he dirigido a ti, HORMISDAS, santo y venerable Papa de la ciudad de Roma”[9].

Papa Benedicto XIV, Ex Quo Primum (# 23), 1 de marzo 1756: “Además los herejes y cismáticos están sujetos a la censura de la mayor excomulgación por la ley del Can. de Ligu. 23, pregunta 5, y de Can. Nulli, 5, dist. 19. Pero los sagrados cánones de la Iglesia prohíben la oración pública por los excomulgados como se puede ver en el capítulo A nobis, 2, y cap. Sacris de la sentencia de excomunión. Aunque esto no prohíbe la oración para su conversión, aun así tales oraciones no pueden tomar forma por proclamar sus nombres en la oración solemne durante el Sacrificio de la Misa[10].

Papa Pio IX, Quartus Supra # 9, 6 de enero de 1873: “Por esta razón, el obispo de Constantinopla, Juan, declaró solemnemente – y después todo el octavo Concilio Ecuménico hizo lo mismo – ‘que los nombres de los que fueron separados de la comunión con la Iglesia católica, es decir, de aquellos que no quisieron estar de acuerdo con la Sede Apostólica con todo los asuntos, no deben ser nombrados durante los sagrados misterios’”[11].

Notas de la Sección 6:

[1] The Catholic Encyclopedia, “Heresy,” New York: Robert Appleton Co., 1914, Vol. 7, p. 261.

[2] Decrees of the Ecumenical Councils [Los Decretos de los Concilios Ecuménicos], Sheed & Ward and Georgetown University Press, 1990, Vol. 1, p. 578; Denzinger, The Sources of Catholic Dogma [El Magisterio de la Iglesia], B. Herder Book. Co., Thirtieth Edition, 1957, no. 714.

[3] The Papal Encyclicals [Las Encíclicas Papales], by Claudia Carlen, Raleigh: The Pierian Press, 1990, Vol. 4 (1939-1958), p. 41.

[4] The Papal Encyclicals, Vol. 2 (1878-1903), p. 393.

[5] The Papal Encyclicals, Vol. 2 (1878-1903), p. 393.

[6] Denzinger 423.

[7] The Papal Encyclicals, Vol. 2 (1878-1903), p. 401.

[8] The Catholic Encyclopedia, “Papal Elections,” 1914, Vol. 11, p. 456.

[9] Denzinger 172.

[10] The Papal Encyclicals, Vol. 1 (1740-1878), p. 84.

[11] The Papal Encyclicals, Vol. 1 (1740-1878), p. 415.



7. Los enemigos de la Iglesia, comunistas y masones, hicieron un esfuerzo organizado para infiltrar a la Iglesia católica

Papa León XIII, Dall’alto, # 2, 15 de octubre de 1890: “No es necesario ahora enjuiciar a las sectas masónicas. Ellas ya están juzgadas; sus fines, sus medios, sus doctrinas, y sus acciones, son por todos conocidos con certeza indiscutible. Poseídas por el espíritu de Satanás, del cual son su instrumento, se queman como él por su odio mortal e implacable a Jesucristo y a su obra; y se esfuerzan por todos los medios por derrocarla y eliminarla”[1].

Papa León XIII, In ipso, # 1, 3 de marzo de 1891: “Sin embargo, duele pensar que los enemigos de la Iglesia, unidos en una conspiración tan malvada, trabajen para debilitar e incluso, si es posible, eliminar completamente ese edificio maravilloso que Dios ha erigido como un refugio para la raza humana”[2].

Es un hecho bien conocido que los comunistas y los masones hicieron un esfuerzo organizado para infiltrarse en la Iglesia Católica. Enviaron a un gran número de sus propios hombres al sacerdocio con la esperanza de debilitarla y atacarla al colocar a estos hombres en cargos altos.

La Sra. Bella Dodd pasó la mayor parte de su vida en el Partido Comunista de América y si el partido hubiera ganado la Casa Blanca habría sido designada Procuradora General. Después de su deserción, ella reveló que uno de sus puestos de trabajo como agente comunista era animar a los jóvenes radicales (que no siempre eran comunistas con carnet de pertenencia) que entraran en los seminarios católicos. Ella dijo que antes de abandonar al partido en los EE.UU., había alentado, siendo ella una comunista, a casi mil jóvenes radicales que se infiltraran en los seminarios y las órdenes religiosas.

El hermano Joseph Natale, fundador del Monasterio de la Sagrada Familia, estuvo presente en una de las conferencias de Bella Dodd en los primeros años de la década de 1950. Él declaró lo siguiente:

“Escuché a esa mujer por cuatro horas y me tenía con los pelos de punta. Todo lo que ella dijo se ha cumplido al pie de la letra. Se podría pensar que ella era el profeta más grande del mundo, pero no era ningún profeta. Sólo estaba haciendo una exposición, paso por paso, del plan de batalla de la subversión comunista contra la Iglesia católica. Ella explicó que, de todas las religiones del mundo, la Iglesia católica era la única a quien temían los comunistas, puesto que era su único adversario efectivo”[3].

Bella Dodd se convirtió al catolicismo al final de su vida. Hablando como una ex comunista, ella dijo: “En la década de 1930, pusimos once mil hombres en el sacerdocio con el fin de destruir a la Iglesia desde adentro”. La idea era que estos hombres fueran ordenados, y luego ascendieran por la escala de influencias y de autoridad como monseñores y obispos. En aquel entonces, ella dijo: “Ahora mismo están en los lugares más altos en la Iglesia. Están trabajando para lograr un cambio para que la Iglesia Católica no sea eficaz en contra del comunismo”. Ella también dijo que estos cambios serían tan drásticos que “no se reconocería a la Iglesia Católica”. (Esto era 10 a 12 años antes del Vaticano II.)

El Hermano Joseph continuó relatando que Bella Dodd había dicho: “La idea era destruir, no a la institución de la Iglesia, sino la fe de la gente, e incluso utilizar la institución de la Iglesia, si es posible, para destruir la fe mediante la promoción de una falsa religión: algo que pareciera ser el catolicismo, pero que no fuera realmente. Una vez que la fe fuera destruida, explicó que habría un complejo de culpa introducido en la Iglesia (…) para etiquetar a «la Iglesia de anticuada» como algo opresivo, autoritario, lleno de prejuicios, arrogante en afirmar ser la única poseedora de la verdad, y responsable de las divisiones de las entidades religiosas a lo largo de los siglos. Esto sería necesario para causar vergüenza a los líderes de la Iglesia hacia una «apertura al mundo», y una actitud más flexible hacia todas las religiones y filosofías. Los comunistas entonces se aprovecharan de esta apertura con el fin de socavar a la Iglesia”[4].

Los masones hicieron un intento similar para infiltrar a la Iglesia Católica y elevar sus propios hombres a los niveles más altos. La sociedad secreta luciferina, los Carbonarios, conocidos como Alta Venta, hicieron un set de escritos de Instrucciones Permanentes, o el Código de Reglas, que apareció en Italia en 1818. En ella decían:

“(…) Se convierte en el deber de las sociedades secretas en hacer el primer ataque a la Iglesia y al Papa, con el objeto de conquistarlos a los dos. La obra para el que nos ceñimos a nosotros mismo no es la obra de un día, ni de un mes, ni un año. Puede durar por muchos años, tal vez un siglo (…) Lo que debemos pedir, lo que debemos buscar y esperar, así como los judíos esperan al Mesías, es a un Papa según nuestros deseos. Necesitamos un Papa para nosotros mismos, si tal Papa fuera posible. Con ese Papa marcharemos de forma más segura al asalto de la Iglesia, en vez de todos los libritos de nuestros hermanos franceses e ingleses”[5].

El mismo documento masónico hizo esta predicción asombrosa:

“En un momento en cien años (…) los obispos y sacerdotes creerán que están marchando detrás de la bandera de las llaves de Pedro, cuando en realidad estarán siguiendo nuestra bandera (…) Las reformas tendrán que ser producidas en el nombre de la obediencia”[6].

Estas organizaciones y los individuos que pertenecen a ellas son agentes que el diablo usa para atacar a la verdadera Iglesia de Cristo.

Efesios 6, 12: “Porque no es nuestra pelea contra carne y sangre, sino contra los príncipes y potestades, contra los adalides de estas tinieblas del mundo, contra los espíritus malignos en los aires”.

El 3 de abril de 1844, un líder de la Alta Venta nombrado Nubius escribió una carta a otro masón de alta posición. La carta habló un vez más sobre el plan de infiltrar a la Iglesia Católica, y el intento de poner a un «Papa» masónico, que promoverá la religión de la masonería. “Ahora bien, a fin de garantizar un Papa en las proporciones necesarias, debemos en primer lugar preparar a una generación digna del reino que soñamos (…) Deja que el clero avance bajo su bandera (la bandera masónica) siempre creyendo que están avanzando en la bandera de las llaves apostólicas. Echad la red como Simón Bar Jonás; extiéndelo hasta el fondo de las sacristías, los seminarios y conventos (…) Habrás terminado una revolución vestido con la triple corona del Papa y la capa, llevando la cruz y la bandera, una revolución que sólo necesita un pequeño estímulo para incendiar las cuatro esquinas de la tierra”[7].

El masón Eliph Levi dijo en 1862: “El día llegará en que el Papa (…) declarará que todas las excomuniones son suprimidas y todos los anatemas retirados, cuando todos los cristianos sean unidos dentro de la Iglesia, cuando los judíos y los musulmanes sean bendecidos y llamados de nuevo a ella (…) permitirá a todas las sectas acercarse a ella poco a poco y abarcará toda la humanidad en la comunión de su amor y oraciones. Luego, los protestantes ya no existirán. ¿Contra qué van a protestar? El Sumo Pontífice será entonces verdaderamente el rey del mundo religioso, y él hará lo que él quiera con todas las naciones de la tierra”[8].

Un sacerdote apostata y ex-abogado canonista[9], nombrado P. Roca (1830-1893), después de que fue excomulgado, dijo: “El papado caerá; va a morir bajo el cuchillo sagrado que forjaran los padres del último concilio”[10]. Roca también dijo: “Debes tener un nuevo dogma, una nueva religión, un nuevo ministerio, y nuevos rituales que sean muy parecidas a los de la Iglesia rendida. El culto divino dirigido por la liturgia, ceremonial, ritual y reglamentos de la Iglesia Católica Romana en breve se someterán a una transformación en el Concilio Ecuménico”[11].

Notas de la Sección 7:

[1] The Papal Encyclicals [Las Encíclicas Papales], de Claudia Carlen, edición inglesa, Raleigh: The Pierian Press, 1990, vol. 2 (1878-1903), p. 226.

[2] The Papal Encyclicals, edición inglesa, vol. 2 (1878-1903), p. 237.

[3] Las declaraciones del Hno. Joseph Natale sobre lo que dijo la ex comunista Bella Dodd.

[4] Las declaraciones del Hno. Joseph Natale sobre lo que dijo la ex comunista Bella Dodd.

[5] Las Instrucciones Permanentes de la Alta Venta.

[6] Las Instrucciones Permanentes de la Alta Venta.

[7] NUBIUS, Instrucciones Secretas sobre la Conquista de la Iglesia, en la obra de Emmanuel Barbier, Les infiltration maconiques dans i’Eglise, Paris/Bruselas: Desclee de Brouwer, 1901, p. 5) Parte de esto también está en la obra de Piers Compton, The Broken Cross [La Cruz Quebrada], edición inglesa, Cranbrook, Western Australia: Veritas Pub. Co. Ptd Ltd, 1984, p. 15-16.

[8] Dr. Rara F, The Desctruction of the Christian Tradition [La Destrucción de la Tradición Cristiana], edición inglesa, p. 133.

[9] Piers Compton, The Broken Cross, edición inglesa, Cranbrook, Western Australia: Veritas Pub. Co. Ptd Ltd, 1984, p. 42.

[10] Dr. Rudolf Graber, Athanasius and the Church of Our Time [Atanasio y la Iglesia de Nuestros Tiempos], edición inglesa.

[11] Piers Compton, The Broken Cross, edición inglesa, p. 42.



8. La Revolución en el Concilio Vaticano II (1962-1965)

(Esta es la exposición más completa y devastadora de las herejías en el Vaticano II que se ha hecho e incluye fotos.)

Yves Marsaudon, francmasón del rito escocés grado 33, 1965: “… la audaz idea de la libertad de pensamiento (…) – aquí se puede hablar verdaderamente de una revolución que viene de nuestras logias masónicas – ha expandido magníficamente sus alas sobre la cúpula de San Pedro”[1].


(Una sesión del Vaticano II)

El Vaticano II fue un concilio que se celebró entre los años 1962 a 1965. El Vaticano II fue un falso concilio que constituyó una revolución contra los 2000 años de enseñanza y tradición católica. Como veremos, el Vaticano II contiene varias herejías que fueron directamente condenadas por los Papas y concilios infalibles del pasado. El Vaticano II se propuso dar a los católicos una nueva religión. En el período después del Vaticano II, se produjo cambios masivos en todo aspecto de la fe católica, incluso la implementación de una Nueva Misa.


(Antes del Vaticano II)               (Después del Vaticano II)          

También el Vaticano II introdujo nuevas prácticas e instauró una nueva visión con respecto a las otras religiones. La Iglesia católica no puede cambiar su enseñanza sobre las otras religiones y cómo ella considera a las otras religiones, ya que aquello son verdades de fe entregadas por Jesucristo. El Vaticano II intentó cambiar esas verdades de la Iglesia católica.

El Vaticano II fue convocado por Juan XXIII y fue solemnemente promulgado y confirmado por Pablo VI el 8 de diciembre de 1965. El Vaticano II no fue un concilio general o ecuménico de la Iglesia Católica porque, como veremos en detalle, fue convocado y confirmado por herejes manifiestos (Juan XXIII y Pablo VI), quienes no fueron elegibles para la elección papal (véase la Constitución Apostólica de Pablo VI antes citada). Los frutos del Vaticano II son evidentes para todos. Cualquier católico honesto que haya vivido antes del concilio y lo compara con la religión en su propia diócesis, puede atestiguar el hecho de que el Vaticano II inauguró una nueva religión.

- La Herejía Más Específica en el Vaticano II -

El Vaticano II utiliza el mismo verbo que el Concilio de Florencia para enseñar exactamente lo contrario

El Concilio de Florencia definió dogmáticamente que toda persona que tenga una posición contraria a la enseñanza de la Iglesia católica sobre Nuestro Señor Jesucristo o la Trinidad, o cualquiera de las verdades acerca de Nuestro Señor o de la Trinidad, es rechazada por Dios.

Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, Bula Cantate Domino, 1442, ex cathedra: “La sacrosanta Iglesia Romana, fundada por la palabra del Señor y Salvador nuestro, firmemente cree, profesa y predica a un solo verdadero Dios, omnipotente, inmutable y eterno, Padre, Hijo y Espíritu Santo (…) A cuantos, por consiguiente, sienten de modo diverso y contrario, [la sacrosanta Iglesia Romana] los condena, reprueba y anatematiza, y proclama que son ajenos al cuerpo de Cristo, que es la Iglesia[2].

Esta es una definición dogmática infalible de la Iglesia Católica sobre las personas que tienen una opinión sobre Nuestro Señor Jesucristo o la Santísima Trinidad que es contraria a la de la Iglesia (p. ej., judíos, musulmanes, etc.). ¡El Concilio de Florencia define solemnemente que todo aquel que tiene una opinión contraria a la enseñanza de la Iglesia sobre Nuestro Señor y la Santísima Trinidad (p. ej., los judíos), es condenado y reprobado! Nota: el Concilio no se limita a decir que la opinión contraria a Nuestro Señor es reprobada, sino que la persona (p. ej., el judío) es reprobada. Este dogma se basa en la verdad que específicamente Nuestro Señor reveló en la Sagrada Escritura.

Mateo 10, 33 “Y el que me negare delante de los hombres, lo negaré yo también delante de mi Padre, que está en los cielos".

La palabra "negar" significa rechazar, reprobar o repudiar. El que niega a Nuestro Señor es rechazado por Él. Pero en su Decreto sobre las religiones no-cristianas, el Vaticano II enseña todo lo contrario.

Declaración del Vaticano II, Nostra Aetate (#4): “Y, si bien la Iglesia es el nuevo Pueblo de Dios, no se ha de señalar a los judíos como reprobados de Dios ni malditos, como si esto se dedujera de las Sagradas Escrituras”[3].

El Vaticano II niega la verdad divinamente revelada en Mateo 10,33, que fue solemnemente definida por el Concilio de Florencia. La enseñanza del Vaticano II es manifiestamente herética.

Pero esto se pone aún peor cuando esto se considera en más detalle. En caso de tener alguna duda sobre esta herejía, por favor considere lo siguiente:

El Vaticano II vs. El Concilio dogmático de Florencia

 

Nostra Aetate #4 del Vaticano II: “… no se ha de señalar a los judíos como reprobados de Dios ni malditos…”.

Vaticano II, Nostra Aetate #4, el latín original: “… Iudaei tamen neque ut a Deo reprobati neque ut maledicti exhibeantur …”[4].

El Concilio dogmático de Florencia: “A cuantos, consiguientemente, sienten de modo diverso y contrario, [la Iglesia] los condena, reprueba y anatematiza, y proclama que son ajenos al cuerpo de Cristo, que es la Iglesia".

El latín del Concilio de Florencia: “Quoscunque ergo adversa et contraria sentientes damnat, reprobat et anathematizat et a Christi corpore, quod est ecclesia, alienos ese denuntiat”[5].

Al hacer la declaración dogmática infalible de que todos los que tienen una opinión contraria a la fe en Nuestro Señor o la Trinidad son reprobados, el latín original del Concilio de Florencia utiliza la palabra «reprobat» que significa "rechazar" o "reprobar". Ello es a partir del verbo latino reprobo, que significa "reprobar" o "condenar".

Pero aquí está la bomba: En Nostra Aetate, #4 (el Decreto del Vaticano II sobre las religiones no-cristianas) al declarar exactamente lo opuesto, ¡el Vaticano II usa exactamente el mismo verbo! El Vaticano II utiliza «reprobati», que es el participio pasado de reprobo – ¡exactamente el mismo verbo que utiliza el Concilio de Florencia! Esto significa que el Vaticano II y el Concilio de Florencia están hablando exactamente de la misma cosa – ellos utilizan exactamente el mismo verbo – ¡y enseñan exactamente lo opuestoLa Iglesia Católica enseña que todos los individuos (judíos, etc.) quienes tengan una opinión contraria a la fe en Cristo o de la Trinidad, la Iglesia "reprobat" (los reprueba). El Vaticano II nos dice que los judíos no deben ser considerados como "reprobati" (como si hubieran sido reprobados). ¡El Vaticano II no podría contradecir de manera más precisa el dogma católico!

No puede haber ninguna duda que el Vaticano II niega la enseñanza dogmática del Concilio de Florencia. Si bien que en el Vaticano II hay muchas herejías evidentes, como veremos, ésta es una de la más específica. Quien niega que el Vaticano II enseñe herejía, a la luz de estos hechos, es simplemente un mentiroso.

Esta herejía en la declaración Nostra Aetate del Vaticano II, es el fundamento teológico de la actual enseñanza de la secta del Vaticano II sobre los judíos. Esta es la razón de que actualmente el Vaticano publica libros que enseñan que los judíos son perfectamente libres de vivir como si Cristo no hubiera venido. Esta es la razón por la que la secta del Vaticano II enseña que la Antigua Alianza es válida. Esta es la razón, como veremos, por la cual tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI han visitado la sinagoga para intentar validar la religión judía.

Las Otras Herejías Principales del Vaticano II

Ahora vamos a abordar las otras herejías que se encuentran en los siguientes documentos del Vaticano II:

1. Unitatis Redintegratio – Decreto del Vaticano II sobre el Ecumenismo
2. Orientalium Ecclesiarum – Decreto sobre las Iglesias Orientales Católicas
3. Lumen Gentium – Constitución "Dogmática" sobre la Iglesia
4. Dignitatis Humanae – Declaración sobre la Libertad Religiosa
5. Ad Gentes – Decreto sobre la Actividad Misionera
6. Nostra Aetate – Decreto sobre las Religiones No Cristianas
7. Gaudium et Spes – Constitución sobre la Iglesia en el Mundo Moderno
8. Sacrosanctum Concilium– Constitución sobre la Liturgia Sagrada

Herejías por Documento

1. Unitatis Redintegratio – Decreto del Vaticano II sobre el Ecumenismo

Unitatis Redintegratio enseña la herejía de que todos los bautizados que se profesan «cristianos» están en comunión con la Iglesia y tienen derecho al nombre de cristianos, mientras que no menciona nada acerca de la necesidad de que ellos se conviertan a la fe católica para la salvación.

Vaticano II, Unitatis Redintegratio #3: Puesto que quienes creen en Cristo y recibieron el bautismo debidamente, quedan constituidos en alguna comunión, aunque no sea perfecta, con la Iglesia católica. Efectivamente, por causa de las varias discrepancias existentes entre ellos y la Iglesia católica, ya en cuanto a la doctrina, y a veces también en cuanto a la disciplina, ya en lo relativo a la estructura de la Iglesia, se interponen a la plena comunión eclesiástica no pocos obstáculos, a veces muy graves, que el movimiento ecumenista trata de superar. Sin embargo, justificados por la fe en el bautismo, quedan incorporados a Cristo ypor tanto, reciben el nombre de cristianos con todo derecho y justamente son reconocidos como hermanos en el Señor por los hijos de la Iglesia católica.”[7]

Advierta que el Vaticano II enseña que las sectas protestantes y cismáticas están en comunión con la Iglesia Católica (si bien que de manera imperfecta) y son hermanos de la misma Iglesia con derecho al nombre de cristianos. La Iglesia Católica, en cambio, enseña que ellos están fuera de la comunión de la Iglesia y ajenos a sus fieles. Esta enseñanza, el Vaticano II la contradice directamente.

Papa León XIII, Satis Cognitum (# 9), 29 de junio de 1896: “Tal ha sido constantemente la costumbre de la Iglesia, apoyada por el juicio unánime de los Santos Padres, que siempre han mirado como excluido de la comunión católica y fuera de la Iglesia a cualquiera que se separe en lo más mínimo de la doctrina enseñada por el magisterio auténtico.”[8]

La siguiente cita es de un artículo que apareció en una publicación que es ampliamente leída y aprobada por la secta del Vaticano II, St. Anthony Messenger [El Mensajero de San Antonio]. Podemos ver cómo ésta aprobada publicación entiende el decreto sobre el ecumenismo del Vaticano II.

Renee M. Lareau, “Vatican II for Gen-Xers” «El Vaticano II acerca de la Generación X», St. Anthony Messenger [El Mensajero de San Antonio], edición inglesa, noviembre de 2005, p. 25: “Unitatis redintegratio (el decreto sobre el ecumenismo) y Nostra aetate (la declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no-cristianas) mostró un marcado cambio en las actitudes de la Iglesia hacia las otras religiones. Viniendo de una antigua institución de criterio estrecho que insistía que no había salvación fuera de la Iglesia y que la Iglesia católica era la única verdadera Iglesia de Cristo, la apertura de mente que caracterizaba estas enseñanzas fue notable. Unitatis redintegratio afirma que la Iglesia incluye a todos los cristianos y no se limita exclusivamente a la Iglesia Católica, mientras que la Nostra Aetate reconoce que la verdad y santidad de la religiones no-cristianas fue obra del mismo Dios verdadero.”[9]

¿Ha entendido mal Renee el Vaticano II? No, sólo hemos mostrado que Unitatis redintegratio enseña precisamente lo mismo. Ahora veremos que niega que la Iglesia sea plenamente católica y afirma que hay salvación en las sectas mencionadas.

El documento del Vaticano II, Unitatis redintegratio (# 4): “Sin embargo, las divisiones de los cristianos impiden que la Iglesia lleve a efecto su propia plenitud de catolicidad en aquellos hijos que, estando verdaderamente incorporados a ella por el bautismo, están, sin embargo, separados de su plena comunión. Más aún, a la misma Iglesia le resulta muy difícil expresar, bajo todos los aspectos, en la realidad misma de la vida, la plenitud de la catolicidad.”[10]

Aquí, en el #4 del mismo decreto sobre del ecumenismo, el Vaticano II ¡niega que la Iglesia de Cristo es plenamente católica! Si usted cree esto, usted ni siquiera puede rezar el Credo de los Apóstoles: "Creo… en la Santa Iglesia católica". Usted tendría que decir "Creo en la Iglesia no plenamente católica". Pero, ¿por qué el Vaticano II afirma una herejía tan ridícula? Hay una razón. La palabra católica significa «universal». El Vaticano II rechaza que la Iglesia Católica es la Iglesia universal de Cristo al enseñar que casi todo el mundo anhela la Iglesia universal, como si ella no existiera.

El documento del Vaticano II, Unitatis Redintegratio # 1: “Casi todos, sin embargo, aunque de modo diverso, suspiran por una Iglesia de Dios única y visible, que sea verdaderamente universal y enviada a todo el mundo, para que el mundo se convierta al Evangelio y se salve para gloria de Dios.”[6]

La religión del Vaticano II sostiene que la Iglesia de Cristo es más grande que la Iglesia Católica. Dado que el decreto sobre el ecumenismo del Vaticano II niega que la Iglesia Católica es la Iglesia universal de Cristo por el anhelo de que tal Iglesia deba existir, se deduce lógicamente que el Vaticano II enseña que «la Iglesia»(es decir, la Iglesia Católica universal) no es capaz de realizar plenamente su catolicidad o universalidad debido a las «divisiones entre los cristianos». En otras palabras, según la clara enseñanza del Vaticano II, las divisiones entre las incontables sectas protestantes, las sectas cismáticas orientales y la Iglesia Católica impide que la Iglesia universal (de la cual según el Vaticano II todos somos miembros) realice su plena catolicidad (universalidad).

"Cardenal" Ratzinger, Dominus Iesus #17, aprobado por el antipapa Juan Pablo II, 6 de agosto de 2000: “Por lo tanto, la Iglesia de Cristo está presente y operante también en esas iglesias, aunque carezcan de la plena comunión con la Iglesia católica ya que ellos no aceptan la doctrina católica de la primacía, que, según la voluntad de Dios, el Obispo de Roma posee y ejerce efectivamente sobre toda la Iglesia.”[11]

Todo esto es una confirmación definitiva de que el Vaticano II enseña que las sectas heréticas y cismáticas forman la Iglesia de Cristo. Las palabras del Vaticano II sobre la universalidad de la Iglesia de Cristo que es dañada por las divisiones entre estas sectas no tendría sentido a menos que sostuviera que estas sectas forman parte de la Iglesia de Cristo. Con eso explicado, vamos a citar al Papa Clemente VI y al Papa León XIII para contradecir a esta herejía terrible del Vaticano II.

Papa Clemente VI, Super quibusdam, 20 de septiembre de 1351: “Preguntamos: Primeramente, si creéis tú y la iglesia de los armenios, que te obedece, que todos aquellos que en el bautismo recibieron la misma fe católica y después se apartaron o en lo futuro se aparten de la comunión de LA MISMA FE DE LA IGLESIA ROMANA QUE ES LA ÚNICA CATÓLICA, son cismáticos y herejes, si perseveran pertinazmente divididos de la fe de la misma Iglesia Romana”[12].

Papa León XIII, Satis cognitum (# 9), 29 de junio de 1896: “Tal ha sido constantemente la costumbre de la Iglesia, apoyada por el juicio unánime de los Santos Padres, que siempre han mirado como excluido de la comunión católica Y FUERA DE LA IGLESIA A CUALQUIERA QUE SE SEPARE EN LO MÁS MÍNIMO DE LA DOCTRINA ENSEÑADA POR EL MAGISTERIO AUTÉNTICO[13].

Como podemos ver, cuando los herejes abandonan la Iglesia Católica, ellos no rompen su catolicidad o universalidad. Ellos simplemente abandonan la Iglesia Católica. Pero no concuerda con lo que dice el decreto sobre el ecumenismo del Vaticano II:

Michael J. Daley, “The Council’s 16 Documents” «Los XVI Documentos del Concilio», edición inglesa, St. Anthony Messenger [El Mensajero de San Antonio], noviembre de 2005, p. 15: “El decreto sobre el ecumenismo (Unitatis Redintegratio) desea el restablecimiento de la unidad, no simplemente un regreso a Roma, entre todos los cristianos. Admite que ambas partes tenían la culpa de las divisiones históricas y entrega las directrices para las actividades ecuménicas.”[14]

Según este comentarista, el Vaticano II enseña que los protestantes y cismáticos no tienen la culpa de haber abandonado la Iglesia Católica, ambas partes fueron culpables. ¿Daley entendió erradamente el Vaticano II? No, de hecho, el Vaticano II enseña lo mismo por esta sorprendente declaración:

El Vaticano II, Unitatis Redintegratio #3: “Pero los que ahora nacen y se nutren de la fe de Jesucristo dentro de esas comunidades no pueden ser tenidos como responsables del pecado de la separación, y la Iglesia católica los abraza con fraterno respeto y amor”.
(http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_decree_19641121_unitatis-redintegratio_sp.html)

Se debe considerar esta declaración cuidadosamente para captar el impacto total de su malicia. Sin que se haya dado una aclaración o calificación, el Vaticano II emitió una declaración general y excusa del pecado de separación (es decir, la herejía y el cisma) a todos quienes hayan nacido en las comunidades protestantes y cismáticas, crecido en ellas «se nutren de la fe de Jesucristo». Esto es increíblemente herético. ¡Ello significa que no se puede acusar a ningún protestante de ser un hereje, no importa cuán anticatólico sea, si ha nacido en esa secta! Esto contradice directamente la enseñanza que hemos visto (p. ej., de León XIII). Todo aquel que rechace incluso un dogma de la fe católica es hereje y culpable de su propia separación de la verdadera Iglesia.

Continuando con el documento, llegamos al # 3 del decreto sobre el ecumenismo del Vaticano II:

El documento del Vaticano II, Unitatis redintegratio # 3: “Es más: de entre el conjunto de elementos o bienes con que la Iglesia se edifica y vive, algunos, o mejor, muchísimos y muy importantes pueden encontrarse fuera del recinto visible de la Iglesia católica: la Palabra de Dios escrita, la vida de la gracia, la fe, la esperanza y la caridad, y algunos dones interiores del Espíritu Santo y elementos visibles”[15].

Aquí descubrimos una herejía más en el # 3 del decreto sobre el ecumenismo. Él afirma que «la vida de la gracia» (la gracia santificante o la justificación) existen fuera del recinto visible de la Iglesia Católica. Esto es enteramente contrario a la enseñanza solemne del Papa Bonifacio VIII en la Bula Unam sanctam.

Papa Bonifacio VIII, Unam sanctam, 18 de noviembre de 1302: “Por apremio de la fe, estamos obligados a creer y mantener que hay una sola y Santa Iglesia Católica y la misma Apostólica, y nosotros firmemente lo creemos y simplemente lo confesamos, y fuera de ella no hay salvación ni perdón de los pecados, como quiera que el Esposo clama en los cantares: ‘Una sola es mi paloma una sola es mi perfecta ’”[16].

El Vaticano II contradice el dogma de que no hay remisión de los pecados fuera de la Iglesia Católica al afirmar que se puede poseer la vida de la gracia – que incluye la remisión de los pecados – fuera de la Iglesia Católica. Y hay más herejía en la misma sección del decreto sobre el ecumenismo. El Vaticano II afirma sin rodeos que esas comunidades son medios de salvación.

El documento del Vaticano II, Unitatis redintegratio (# 3): “Por consiguiente, aunque creamos que las Iglesias y comunidades separadas tienen sus defectos, no están desprovistas de sentido y de valor en el misterio de la salvación, porque el Espíritu de Cristo no ha rehusado servirse de ellas como medios de salvación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de la gracia y de la verdad que se confió a la Iglesia”[17].

Esta es una de las peores herejías del Vaticano II. Constituye un rechazo del dogma Fuera de la Iglesia Católica no hay salvación.

Papa San Pío X, Editae saepe (# 29), 26 de mayo de 1910: “Solo la Iglesia posee junta con su magisterio el poder de gobernar y de santificar a la sociedad humana.  Por sus ministros y siervos (cada uno en su destino y oficio), Ella confiere sobre la humanidad los medios apropiados y necesarios para la salvación.”[18]

Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, "Cantate Domino", 1441, ex cathedra“La Santa Iglesia Romana cree firmemente, profesa y enseña que aquéllos que no están en el seno de la Iglesia Católica, no solamente los paganos, sino también los judíos o herejes y cismáticos, jamás compartirán la vida eterna, e irán irremediablemente al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles, a no ser que se hayan unido a la Iglesia antes de morir…”[19]

En su decreto sobre el ecumenismo el Vaticano II también enseña que los no-católicos dan testimonio de Cristo al derramar su sangre. El siguiente párrafo implica que hay santos y mártires en las iglesias no-católicas, lo cual es una herejía.

El documento del Vaticano II, Unitatis redintegratio # 4:“Por otra parte, es necesario que los católicos, con gozo, reconozcan y aprecien en su valor los tesoros verdaderamente cristianos que, procedentes del patrimonio común, se encuentran en nuestros hermanos separados. Es justo y saludable reconocer las riquezas de Cristo y las virtudes en la vida de quienes dan testimonio de Cristo y, a veces, hasta el derramamiento de su sangre…”[20].

En base a esta enseñanza, Juan Pablo II amplía y repite esta herejía muchas veces.

Juan Pablo II, Ut Unum Sint (# 1), 25 de mayo de 1995: “El valiente testimonio de tantos mártires de nuestro siglo, pertenecientes también a otras Iglesias y Comunidades eclesiales no en plena comunión con la Iglesia católica, infunde nuevo impulso a la llamada conciliar y nos recuerda la obligación de acoger y poner en práctica su exhortación”[21].

Juan Pablo II, Ut Unum Sint (# 84), 25 de mayo de 1995: “La comunión aún no plena de nuestras comunidades está en verdad cimentada sólidamente, si bien de modo invisible, en la comunión plena de los santos, es decir, de aquéllos que al final de una existencia fiel a la gracia están en comunión con Cristo glorioso. Estos santos proceden de todas las Iglesias y Comunidades eclesiales, que les abrieron la entrada en la comunión de la salvación[22].

La Iglesia Católica enseña dogmáticamente que fuera de la Iglesia no hay mártires cristianos.

Papa Pelagio II, epístola (2) Dilectionis vestrae, 585: “No pueden permanecer con Dios los que no quisieron estar unánimes en la Iglesia. Aun cuando ardieren entregados a las llamas de la hoguera; aun cuando arrojados a las fieras den su vida, no será aquélla la corona de la fe, sino el castigo de la perfidia; ni muerte gloriosa [de virtud religiosa], sino perdición desesperada. Ese tal puede ser muerto; coronado, no puede serlo…”[23].

Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, Cantate Domino, sesión 11, 4 de febrero de 1442: “… todo aquelno importando lo grande que hayan sido sus limosnas y obras de caridad, y no importando de que llegase a derramar su sangre por causa de Cristo, no puede salvarse si no se hallare en el seno y unidad de la Iglesia Católica”[24].

En su decreto sobre el ecumenismo, el Vaticano II enseña también que los herejes y cismáticos orientales “ayudan” a crecer la Iglesia.

El documento del Vaticano II, Unitatis redintegratio (#s 13-15): “Nuestra atención se fija en las dos categorías principales de escisiones que afectan a la túnica inconsútil de Cristo. Las primeras tuvieron lugar en el Oriente, a resultas de las declaraciones dogmáticas de los concilios de Efeso y de Calcedonia, y en tiempos posteriores por la ruptura de la comunidad eclesiástica entre los patriarcas orientales y la Sede Romana (…) Todos conocen con cuánto amor los cristianos orientales celebran el culto litúrgico (…) Consiguientemente, por la celebración de la Eucaristía del Señor en cada una de estas Iglesias, se edifica y crece la Iglesia de Dios, y por la concelebración se manifiesta la comunión entre ellas”[25].

La Iglesia Católica enseña que los herejes son las puertas del infierno.

Papa Vigilio, Segundo Concilio de Constantinopla, 553: “Estos asuntos han sido tratados con un curso completo de exactitud, tenemos en cuenta lo que fue prometido para la Santa Iglesia y Aquel quien lo dijo que las puertas del infierno no prevalecerán contra ella (por estos lo entendemos como las lenguas mortales de los herejes) (…) por lo que contamos con el diablo, el padre de la mentira, las lenguas incontroladas de los herejes y sus escritos heréticos, junto con los herejes mismos que han persistido en su herejía hasta la muerte.”[26]

Papa San León IX, In terra pax hominibus, 2 de septiembre de 1053, al "Padre" de la ortodoxia oriental, Miguel Cerulario, cap. 7: “La Santa Iglesia edificada sobre la piedra, esto es, sobre Cristo, y sobre Pedro o Cefas, el hijo de Jonás, que antes se llamaba Simón, porque en modo alguno había de ser vencida por las puertas del infierno, es decir, por las disputas de los herejes, que seducen a los vanos para su ruina”[27].

Otra herejía que ocupa un lugar destacado en el decreto sobre el ecumenismo del Vaticano II es la constante expresión de respeto por los miembros de las religiones no católicas.

El documento del Vaticano II, Unitatis redintegratio # 3: “… pero en tiempos sucesivos surgieron discrepancias mayores, separándose de la plena comunión de la Iglesia no pocas comunidades, a veces no sin responsabilidad de ambas partes, pero los que ahora nacen y se nutren de la fe de Jesucristo dentro de esas comunidades no pueden ser tenidos como responsables del pecado de la separación, y la Iglesia católica los abraza con fraterno respeto y amor”[28].

La Iglesia Católica no ve a los miembros de las religiones no-católicas con respeto. La Iglesia trabaja y espera su conversión, pero denuncia y anatematiza como heréticos a los miembros de las sectas que rechazan la enseñanza católica.

Papa Inocencio III, Cuarto Concilio Lateranense, 1215, constitución 3, sobre los herejes: “Nos excomulgamos y anatematizamos toda herejía que se eleva en contra de esta fe santa, ortodoxa y católica que hemos expuesto anteriormente. Nos condenamos todos los herejes, cualesquiera que sean los nombres que pueden pasar por debajoEn verdad, ellos tienen diferentes caras, pero sus colas están unidas entre sí en la medida en que son similares en su orgullo[29].

Papa Pelagio II, epístola (1) Quod ad dilectionem, 585: “Y si alguno existe, o cree, o bien osa enseñar contra esta fe, sepa que está condenado y anatematizado según la sentencia de esos mismos Padres”[30].

Primer Concilio de Constantinopla, 381, canon 1: “… anatematizar toda herejía, y en particular la de los Eunomianos o Anomeos, la de los Arrianos o Eudoxianos, y la de los Semiarrianos o Pneumatómacos, la de los Sabelinos, Marcelianos, la de los Fotinianos y la de los Apolinaristas”[31].

El decreto sobre el ecumenismo del Vaticano II también enseña que en materias teológicas debemos tratar a los no-católicos en pie de igualdad.

El documento del Vaticano II, Unitatis redintegratio # 9: “Conviene conocer la disposición de ánimo de los hermanos separados (…) Para lograrlo, ayudan mucho por ambas partes las reuniones destinadas a tratar, sobre todo, cuestiones teológicas, donde cada uno pueda tratar a los demás de igual a igual, con tal que los que toman parte, bajo la vigilancia de los prelados, sean verdaderamente peritos”[32].

Por favor advierta cómo el texto del decreto sobre el ecumenismo del Vaticano II es condenado por el Papa Pío XI en su encíclica Mortalium animos contra el ecumenismo. El Vaticano II recomienda «tratar» con los herejes de igual a igual, ¡mientras que el Papa Pío XI describe que los herejes están dispuestos a «tratar» con la Iglesia de Roma, pero sólo que «sea de iguales a igual»! Cuando se lee la increíble especificidad con que el Vaticano II contradice la enseñanza pasada del magisterio, uno se pregunta: ¿habrá sido el mismo satanás quien redactó los documentos del Vaticano II?

Papa Pío XI, Mortalium Animos (# 7), 6 de enero de 1928, hablando de herejes: “Entre tanto asevera que están dispuestos tratar gustosamente en unión con la Iglesia Romana, naturalmente en igualdad de condiciones jurídicas, o sea de iguales a igual…”[33].

2. Orientalium Ecclesiarum – Decreto sobre las Iglesias Orientales Católicas

El decreto Orientalium Ecclesiarum del Vaticano II trata de las Iglesias católicas orientales. También trata de las sectas cismáticas orientales, las llamadas iglesias no católicas "ortodoxas". Al tratar con los llamados ortodoxos en el # 27 de este decreto, el Vaticano II nos proporciona una de sus herejías más significativas.

El documento del Vaticano II, Orientalium Ecclesiarum # 27: “Teniendo en cuenta los principios ya dichos, pueden administrarse los sacramentos de la penitencia, eucaristía y unción de los enfermos a los orientales que de buena fe viven separados de la Iglesia católica, con tal que los pidan espontáneamente y estén bien preparados”[34].

Durante XX siglos la Iglesia Católica siempre enseñó que los herejes no pueden recibir los sacramentos. Esta enseñanza se basa en el dogma de que fuera de la Iglesia Católica no hay remisión de los pecados, definida por el Papa Bonifacio VIII. También tiene sus raíces en el dogma de que los sacramentos sólo benefician para la salvación de aquellos que están dentro de la Iglesia Católica, tal como lo define el Papa Eugenio IV.

Papa Bonifacio VIII, Unam sanctam, 18 de noviembre de 1302: “Por apremio de la fe, estamos obligados a creer y mantener que hay una sola y Santa Iglesia Católica y la misma Apostólica, y nosotros firmemente lo creemos y simplemente lo confesamos, y fuera de ella no hay salvación ni perdón de los pecados, como quiera que el Esposo clama en los cantares: ‘Una sola es mi paloma una sola es mi perfecta ’”[35].

Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, "Cantate Domino", 1441, ex cathedra: “La Santa Iglesia Romana cree firmemente, profesa y enseña que aquéllos que no están en el seno de la Iglesia Católica, no solamente los paganos, sino también los judíos o herejes y cismáticos, jamás compartirán la vida eterna, e irán irremediablemente al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles, a no ser que se hayan unido a la Iglesia antes de morir; también que la unidad del cuerpo Eclesiástico es tal que los Sacramentos de la Iglesia solo pueden beneficiar a aquellos que permanecen en Ella, y que los ayunos, actos de caridad, y otras obras de piedad realizados por los fieles serán premiados eternamente; además, todo aquel, no importando lo grande que hayan sido sus limosnas y obras de caridad, y no importando de que llegase a derramar su sangre por causa de Cristo, no puede salvarse si no se hallare en el seno y unidad de la Iglesia Católica”[36].

Los sacramentos de la Iglesia solo pueden beneficiar para la salvación de aquellos que permanecen en la Iglesia Católica. ¡Este es un dogma! Sin embargo, este dogma es repudiado por la enseñanza indignante del Vaticano II de que es lícito dar la sagrada comunión a los que no permanecen en la Iglesia Católica. Los Papas a través del tiempo han proclamado que los no-católicos que reciben la sagrada eucaristía fuera de la Iglesia Católica la reciben a su propia condenación.

El Papa Pío VIII, Traditi Humilitati (# 4), 24 de mayo de 1829: “Jerónimo solía decirlo de esta manera: quien comiere el cordero fuera de esta casa perecerá así como aquellos durante el diluvio que no se encontraron con Noé en el arca.”[37]

El Papa Gregorio XVI, Commissum divinitus (# 11), 17 de mayo de 1835: “… quien quiera se atreviese a apartarse de la compañía de Pedro, ha de saber que está privado del divino misterio. Quienquiera, añade San Jerónimo, que comiere el cordero fuera de esta casa es un profano…”[38]

El Papa Pío IX, Amantissimus (# 3), 8 de abril de 1862: “… el que comiere del Cordero y no es un miembro de la Iglesia, ha profanado.”[39]

Juan Pablo II y Benedicto XVI repitieron y ampliaron muchas veces esta herejía del Vaticano II. En el caso de Juan Pablo II, se enseña claramente en su nuevo Código de Derecho Canónico (canon 844.3-4), en su Directorio para la aplicación de los principio y de las normas acerca del ecumenismo (# 122-125) y en su nuevo catecismo (# 1401). También hizo muchas referencias a esta herejía en sus discursos.

Juan Pablo II, Audiencia General, 9 de agosto de 1995: “Por lo que concierne a los aspectos de la intercomunión, el reciente Directorio ecuménico confirma y especifica lo que ya había afirmado el Concilio, o sea, que cierta intercomunión es posible, puesto que las Iglesias orientales tienen verdaderos sacramentos, sobre todo el sacerdocio y la Eucaristía.
“Se han dado indicaciones específicas sobre ese Punto delicado según las cuales todo católico, al que le resulte imposible encontrar un sacerdote católico, puede recibir del ministro de una Iglesia oriental los sacramentos de la penitencia, la Eucaristía y la unción de los enfermos (Directorio, n. 123). Recíprocamente los ministros católicos pueden lícitamente administrar los sacramentos de la penitencia, la Eucaristía y la unción de los enfermos a los cristianos orientales que los pidan.”

Juan Pablo II, Ut Unum Sint (# 58), 25 de mayo de 1995: “La práctica pastoral demuestra, en lo que se refiere a los hermanos orientales, que se pueden y se deben considerar diversas circunstancias personales en las que ni sufre daño la unidad de la Iglesia, ni hay peligros que se deban evitar, y apremia la necesidad de salvación y el bien espiritual de las almas. Por eso, la Iglesia católica, según las circunstancias de tiempos, lugares y personas, usó y usa con frecuencia un modo de actuar más suave, ofreciendo a todos medios de salvación y testimonio de caridad entre los cristianos, mediante la participación en los sacramentos y en otras funciones y cosas sagradas (…) No se debe perder nunca de vista la dimensión eclesiológica de la participación en los sacramentos, sobre todo en la sagrada Eucaristía.”[40]

Tres cosas llaman la atención en este párrafo: 1) Juan Pablo II llama a compartir los sacramentos, en especial la sagrada eucaristía; 2) él intenta justificar esto invocando «el bien espiritual de las almas», lo que significa que está negando directamente la definición de Eugenio IV, que dice que no se benefician para su salvación quienes reciben los sacramentos estando fuera de la Iglesia y; 3) Juan Pablo II nos recuerda que nunca olvidemos la «dimensión eclesiológica» de compartir los sacramentos – ¡lo que implica que con estos herejes y cismáticos con quienes se comparten los sacramentos también son miembros de la misma Iglesia de Cristo! ¿Puede el lector ver lo que esta herejía significa? ¡Significa que la Iglesia del Vaticano II, ahora liderada por Antipapa Francisco I, se considera ser o estar en la misma Iglesia de Cristo con aquellos a los cuales ella les da la sagrada comunión, los protestantes y cismáticos orientales!

Además de esta horrible enseñanza sobre dar los sacramentos a los no-católicos, el documento Orientalium ecclesiarum del Vaticano II propaga más la herejía del indiferentismo: la idea de que Dios aprueba todas las sectas heréticas.

El documento del Vaticano II, Orientalium Ecclesiarum # 30: “Pidan también al Espíritu Santo Paráclito a fin de que Él derrame plenitud de fortaleza y de consuelo en tantos cristianos, perseguidos y oprimidos, de cualquier Iglesia que sean, que en medio del dolor y del sufrimiento valientemente confiesan el nombre de Cristo.”[41]

Contrariamente a esta herejía del Vaticano II, el Espíritu Santo no se derrama sobre los miembros de cualquier secta que esta sea.

El Papa León XII, Ubi Primum (# 14), 5 de mayo de 1824: “Es imposible que el Dios sumamente veraz, que es la Verdad misma, suprema, el más sabio proveedor y premiador de los hombres buenos, apruebe todas las sectas que profesan falsas enseñanzas que a menudo son incompatibles entre sí y contradictorias, y confiera la salvación eterna a sus miembros (…) porque por fe divina profesamos «un Señor, una fe, un bautismo» (…) Por eso Nos confesamos que no hay salvación fuera de la Iglesia.”[42]

El Papa San Celestino I, Concilio de Éfeso, 431: ““… recuerden que los seguidores de todas las herejías extraen de la Escritura inspirada la razón de sus errores, y que todos los herejes corrompen las verdaderas expresiones del Espíritu Santo con sus propias mentes malvadas y atraen sobre sus cabezas una llama inextinguible.”[43]

Por último, operando sobre el principio de que todas las sectas son tan buenas como la Iglesia Católica, y que el Espíritu Santo aprueba todas las sectas heréticas, Orientalium ecclesiarum llama a los católicos que compartan sus iglesias con los herejes y cismáticos.

El documento del Vaticano II, Orientalium ecclesiarum # 28: “Supuestos esos mismos principios, se permite la comunicación en las funciones, cosas y lugares sagrados entre los católicos y los hermanos separados orientales…”[41]

3. Lumen Gentium – Constitución “Dogmática” sobre la Iglesia

Lumen Gentium, la constitución del Vaticano II sobre la Iglesia, se volvió famosa – o más bien, célebre – por su enseñanza herética sobre la colegialidad. Esta es la idea de que los obispos, en su conjunto, también poseen la suprema autoridad en la Iglesia Católica.

El documento del Vaticano II, Lumen Gentium # 22: “En cambio, el Cuerpo episcopal, que sucede al Colegio de los Apóstoles en el magisterio y en el régimen pastoral, más aún, en el que perdura continuamente el Cuerpo apostólico, junto con su Cabeza, el Romano Pontífice, y nunca sin esta Cabeza, es también sujeto de la suprema y plena potestad sobre la Iglesia universal…”[45]

Vemos que la Lumen Gentium enseña explícitamente que el colegio de los obispos posee la suprema y plena potestad sobre la Iglesia universal. Si esto fuese verdadero, significaría que Cristo no instituyó una sola cabeza en la Iglesia Católica en la persona de San Pedro, sino dos cabezas supremas, el colegio de los obispos y Pedro, lo que haría de la Iglesia un monstruo con dos cabezas.

El Papa Bonifacio VIII, Unam sanctam, 18 de noviembre de 1302: “La Iglesia, pues que es una y única, tiene un solo cuerpo, una sola cabeza, no dos, como un monstruo…”[46]

Sólo el Papa posee la suprema autoridad en la Iglesia. Los obispos no.

El Papa León XIII, Satis Cognitum (# 14), 29 de junio de 1896: “Quien ha establecido a Pedro como fundamento de la Iglesia, también «ha escogido doce de sus discípulos, a los que dio el nombre de apóstoles» (Lc. 6,13). Así, del mismo modo que la autoridad de Pedro es necesariamente permanente y perpetua en el Pontificado romano, también los obispos, en su calidad de sucesores de los apóstoles, son los herederos del poder ordinario de los apóstoles, de tal suerte que el orden episcopal forma necesariamente parte de la constitución íntima de la Iglesia. Y aunque la autoridad de los obispos no sea ni plena, ni universal, ni soberana, no debe mirárselos como a simples vicarios de los Pontífices romanos, pues poseen una autoridad que les es propia, y llevan en toda verdad el nombre de Prelados ordinarios de los pueblos que gobiernan.”[47]

El Papa León XIII, Satis Cognitum (# 15): “Pero la autoridad del Pontífice es soberana, universal y del todo independiente; la de los obispos está limitada de una manera precisa y no es plenamente independiente.”[48]

El Vaticano II enseña que los católicos adoran al mismo Dios que los musulmanes

Además de la herejía de colegialidad, hay otras en la Lumen Gentium que no se pueden pasar por alto. Quizás el más chocante se encuentra en Lumen Gentium 16.

El documento del Vaticano II, Lumen Gentium # 16: “Pero el designio de salvación abarca también a los que reconocen al Creador, entre los cuales están en primer lugar LOS MUSULMANES, que, confesando adherirse a la fe de Abraham, ADORAN CON NOSOTROS A UN DIOS ÚNICO, MISERICORDIOSO, QUE JUZGARÁ A LOS HOMBRES EN EL DÍA POSTRERO.”[49]

¡Esta es una blasfemia increíble! Los católicos adoran a Jesucristo y a la Santísima Trinidad; ¡los musulmanes no!


(Los musulmanes rechazan la divinidad de Jesucristo)


(Los cristianos adorar a Jesús como Dios)

Hasta un niño entiende que no tenemos al mismo Dios.

El Papa Gregorio XVI, Summo Iugiter Studio (# 6), 27 de mayo de 1832: “Por lo tanto, deben instruirlos en la verdadera adoración de Dios, que es única para la religión católica.”[50]

El Papa San Gregorio Magno: “La sacrosanta Iglesia universal enseña que no es posible adorar a Dios verdaderamente excepto en ella…”[51]

Algunos intentan defender esta horrible herejía del Vaticano II afirmando que los musulmanes reconocen y adoran a un único Dios todopoderoso. Ellos argumentan de la siguiente manera: Hay un solo Dios. Y puesto que los musulmanes adoran al único Dios todopoderoso – no a muchas deidades, como los politeístas – ellos adoran al mismo Dios todopoderoso que los católicos.

Si fuera cierto que los musulmanes adoran al mismo Dios, porque ellos adoran al mismo único Dios todopoderoso que los católicos, entonces todo aquel que profese adorar a un único Dios todopoderoso, adora al único verdadero Dios junto con los católicos. Y sean se acabó. Eso significaría que aquellos que adoran a Lucifer como el único verdadero Dios todopoderoso, ¡adoran al mismo Dios que los católicos! Pero esto es claramente absurdo. Esto bastaría para demostrar a cualquiera que el Vaticano II es herético. ¡Los que rechazan a la Santísima Trinidad no adoran al mismo Dios que los que adoran a la Santísima Trinidad!

Claramente es una negación de la Santísima Trinidad afirmar que los musulmanes adoran al Dios verdadero sin adorar a la Trinidad. En segundo lugar, y peor aún cuando se considera con cuidado, está la sorprendente afirmación que los musulmanes ¡adoran al único Dios misericordioso que juzgará a los hombres el último día! Esta es una herejía increíble. Los musulmanes no adoran a Jesucristo, quien es y será el supremo juez de la humanidad en el último día. Por lo tanto, ¡ellos no adoran al Dios que juzgará a la humanidad en el día final! Decir que los musulmanes adoran al Dios que juzgará a la humanidad el día final, como lo hace el Vaticano II en la Lumen Gentium 16, es negar que Jesucristo juzgará a la humanidad en el último día.

El Papa San Dámaso I, Concilio de Roma, canon 15: “Si alguno no dijere que ÉL [CRISTO] (…) EL CUAL HA DE VENIR A JUZGAR A LOS VIVOS Y A LOS MUERTOS, ES HEREJE.”[52]

Además de esta asombrosa herejía, en Lumen Gentium 15 encontramos otra prominente herejía.

El Vaticano II enseña que la Iglesia está unida con los que no aceptan la fe o el Papado

En Lumen Gentium 15, el Vaticano II enseña la herejía al pronunciarse sobre los que están unidos con la Iglesia. Si uno tuviera que resumir las características de la unidad de la Iglesia Católica, habría que decir que están unidos a la Iglesia los bautizados que aceptan la fe católica en su totalidad y permanecen bajo el factor de unificación del Papado. Dicho de otra manera: las personas que sin duda no están en unión con la Iglesia Católica son los que no aceptan en su totalidad la fe católica y el Papado. ¡Pero el Vaticano II enumero los dos criterios de unidad y enseña todo lo contrario!

El documento del Vaticano II, Lumen Gentium # 15: “La Iglesia se reconoce unida por muchas razones con quienes, estando bautizados, se honran con el nombre de cristianos, pero no profesan la fe en su totalidad o no guardan la unidad de comunión bajo el sucesor de Pedro.”[56]

El Vaticano II dice que la Iglesia está unida con aquellos que no aceptan la fe y el Papado. Esto es totalmente herético. Es lo opuesto a lo enseñado por la Iglesia. Como veremos a continuación, es un dogma que quienes rechazan el Papado, o cualquier parte de la fe, no están unidos a la Iglesia Católica.

El Papa Pío IX, Amantissimus (# 3), 8 de abril de 1862: “Hay otras pruebas, casi incontables, extraídas de los testigos más confiables que clara y abiertamente testifican con gran fe, exactitud, respeto y obediencia que todos los que quieren pertenecer a la verdadera y única Iglesia de Cristo deben honrar y obedecer a esta Sede Apostólica y al Romano Pontífice.”[57]

El Papa Pío VI, Charitas (# 32), 13 de abril de 1791: “Por último, una palabra permanece junto a Nos. Porque nadie puede estar en la Iglesia de Cristo sin estar unido con su cabeza visible y fundada en la Sede de Pedro.”[58]

El Papa León XIII, Satis Cognitum (# 9), 29 de junio de 1896: “Tal ha sido constantemente la costumbre de la Iglesia, apoyada por el juicio unánime de los Santos Padres, QUE SIEMPRE HAN MIRADO COMO EXCLUIDO DE LA COMUNIÓN CATÓLICA Y FUERA DE LA IGLESIA A CUALQUIERA QUE SE SEPARE EN LO MÁS MÍNIMO DE LA DOCTRINA ENSEÑADA POR EL MAGISTERIO AUTÉNTICO.”[59]

El Vaticano II también enseña que los herejes honran la Sagrada Escritura con verdadero celo religioso.

El documento del Vaticano II, Lumen Gentium # 15, hablando de no católicos: “Pues hay muchos que honran la Sagrada Escritura como norma de fe y vida, muestran un sincero celo religioso (…) están sellados con el bautismo (…) y además aceptan y reciben otros sacramentos en sus propias Iglesias o comunidades eclesiásticas.”[60]

La Iglesia Católica enseña que los herejes repudian la Palabra de Dios tradicional.

El Papa Gregorio XVI, Inter Praecipuas (# 2), 8 de mayo de 1844: “En efecto, vosotros sabéis que desde los primeros siglos llamados cristianos, el peculiar artificio de los herejes ha sido que, al repudiar la Palabra de Dios tradicional y rechazar la autoridad de la Iglesia Católica, ellos falsifican las escrituras manipulándolas, o alteran la explicación del significado.”[61]

4. Dignitatis Humanae – Declaración del Vaticano II sobre la Libertad Religiosa

La declaración del Vaticano II sobre la libertad religiosa es sin duda el más escandaloso de todos los documentos del Vaticano II. Para comprender el motivo de por qué la enseñanza del Vaticano II sobre la libertad religiosa es herética es necesario entender la enseñanza infalible de la Iglesia Católica sobre la materia.

Es un dogma de la Iglesia Católica que los Estados tienen un derecho, y en realidad un deber, de impedir que los miembros de las falsas religiones practiquen y propaguen públicamente sus creencias falsas. Los Estados deben hacer esto para proteger el bien común – el bien de las almas – que se ve perjudicada por la diseminación pública del mal. Esta es la razón de por qué la Iglesia Católica siempre ha enseñado que el catolicismo debe ser la única religión del Estado, y que el Estado debe excluir y prohibir la profesión pública y propagación de cualquier otra.

Veamos ahora las tres proposiciones que fueron condenadas por el Papa Pío IX en su autoritario Syllabus de Errores.

El Papa Pío IX, Syllabus de Errores, 8 de diciembre de 1864, #77: “En la época actual no es necesario ya que la religión católica sea considerada como la única religión del Estado, con exclusión de todos los demás cultos.” – Condenado.[62]

Atención, la idea que la religión católica no deba ser la única religión del Estado, con exclusión de todas las otras religiones, está condenada. Esto significa que la religión católica debe ser la única religión del Estado y que las otras deben ser excluidas del culto, profesión, práctica y propagación pública. La Iglesia Católica no obliga a los no creyentes a creer en la fe católica, puesto que la creencia (por definición) es un acto libre de la voluntad.

El Papa León XIII, Immortale Dei (#36), 1 de noviembre de 1885: “También suele la Iglesia procurar con grande empeño que nadie sea obligado a abrazar la fe católica contra su voluntad, pues, como sabiamente advierte San Agustín, «nadie puede creer sino voluntariamente».”[63]

Sin embargo, ella enseña que los Estados deben prohibir la profesión y propagación pública de las religiones falsas que conducen las almas al infierno.

El Papa Pío IX, Syllabus de Errores, # 78: “Por esto es de alabar la legislación promulgada en algunas naciones católicas, en virtud de la cual los extranjeros que a ellas emigran pueden ejercer lícitamente el ejercicio público de su propio culto.” – Condenado.[64]

El Papa Pío IX, Syllabus de Errores, 8 de diciembre de 1864, # 55: “La Iglesia debe estar separada del Estado, y el Estado debe estar separado de la Iglesia.” – Condenado.[65]

En Quanta Cura, el Papa Pío IX condena también la idea de que a todo hombre se le debe garantizar el derecho civil a la libertad religiosa.

El Papa Pío IX, Quanta Cura (# 3), 8 de diciembre de 1864: “Y como consecuencia de esta idea de la gobernación social absolutamente falsa, no dudan en consagrar AQUELLA OPINIÓN ERRÓNEA, en extremo perniciosa a la Iglesia Católica y a la salvación de las almas, llamada por Gregorio XVI, Nuestro Predecesor, de feliz memoria, locura, ESTO ES, QUE «LA LIBERTAD DE CONCIENCIAS Y DE CULTOS ES UN DERECHO PROPIO DE CADA HOMBRE, QUE TODO ESTADO BIEN CONSTITUIDO DEBE PROCLAMAR Y GARANTIZAR COMO LEY FUNDAMENTAL (…)».”[66]

Pero el Vaticano II enseña justamente todo lo contrario:

El documento del Vaticano II, Dignitatis Humanae # 2: “Este Concilio Vaticano declara que la persona humana tiene derecho a la libertad religiosa. Esta libertad consiste en que todos los hombres han de estar inmunes de coacción, tanto por parte de individuos como de grupos sociales y de cualquier potestad humana, y esto de tal manera que, en materia religiosa, ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público, sólo o asociado con otros, dentro de los límites debidos (…) Este derecho de la persona humana a la libertad religiosa ha de ser reconocido en el ordenamiento jurídico de la sociedad, de tal manera que llegue a convertirse en un derecho civil.”[67]

El documento del Vaticano II, Dignitatis Humanae # 2: “Por lo cual, el derecho a esta inmunidad permanece también en aquellos que no cumplen la obligación de buscar la verdad y de adherirse a ella, y su ejercicio, con tal de que se guarde el justo orden público, no puede ser impedido.”[68]

El Vaticano II enseña que la libertad religiosa debe ser un derecho civil, lo cual está directamente condenado por el Papa Pío IX. El Vaticano II dice también que este derecho a la libertad religiosa se aplica tanto al ámbito de expresión público como privado: y que a nadie debe impedírsele la expresión pública o la práctica de su religión. La enseñanza del Vaticano II es una herejía directa contra el magisterio infalible del Papa Pío IX y de una multitud de otros Papas. La enseñanza del Vaticano II sobre la libertad religiosa podría añadirse literalmente al Syllabus de Errores condenados por el Papa Pío IX.

¡Benedicto XVI admite que la enseñanza del Vaticano II sobre la libertad religiosa contradice la enseñanza del Syllabus de Errores del Papa Pío IX!

¡Lo sorprendente es que Benedicto XVI reconoce lo que acabamos de demostrar arriba!

Benedicto XVI, Teoría de los principios teológicos, edición inglesa, 1982, p. 381: “Si se busca un diagnóstico global del texto [del documento del Vaticano II, Gaudium et Spes], se podría decir que (en conexión con los textos sobre la libertad religiosa y sobre las religiones del mundo) es una revisión del Syllabus de Pío IX, una especie de contra-Syllabus (…) Esto sucedió porque,[primero en Europa central, condicionada por la situación] la dependencia unilateral de las posiciones tomadas por la Iglesia a través de las iniciativas de Pío IX y Pío X, contra el nuevo período de la Historia abierto por la Revolución Francesa, fue en gran medida corregida…”[69]

Benedicto XVI admite que la enseñanza del Vaticano II – a la cual él adhiere – es directamente contraria a la enseñanza del Syllabus de Errores del Papa Pío IX. En otras palabras, él acaba de admitir que la enseñanza del Vaticano II es contraria a la enseñanza del magisterio católico. Difícilmente se puede pedir una confirmación más clara de que la enseñanza del Vaticano II es herética. En su libro, Benedicto XVI repite esto una y otra vez, llamando de «contra-Syllabus» la enseñanza del Vaticano II, ¡y diciendo que no puede haber un regreso al Syllabus de Errores!

Benedicto XVI, Teoría de los principios teológicos, edición inglesa, 1982, p. 385: “Por una especie de necesidad interior, por lo tanto, el optimismo del contra-Syllabus dio paso a un nuevo clamor que era mucho más intenso y más dramático que el anterior.”[70]

Benedicto XVI, Teoría de los principios teológicos, edición inglesa, 1982, p. 391: “La tarea no es, por tanto, suprimir el Concilio, sino descubrir el Concilio verdadero y profundizar su verdadera intención a la luz de la experiencia actual. Esto significa que no puede haber un regreso al Syllabus, el cual puede haber marcado la primera etapa en la confrontación con el liberalismo y un recientemente concebido marxismo, pero no puede ser la última etapa.”[71]

La herejía del Vaticano II quizás se expresa más claramente en la siguiente cita:

El documento del Vaticano II, Dignitatis humanae, # 3: “Por consiguiente, la autoridad civil, cuyo fin propio es velar por el bien común temporal, debe reconocer y favorecer la vida religiosa de los ciudadanos; pero excede su competencia si pretende dirigir o impedir los actos religiosos.”[72]

El Vaticano II dice que el Estado excede su competencia si pretende impedir la actividad religiosa. Esto es totalmente herético.

Papa León XIII, Libertas, # 21-23, 20 de junio de 1888: “Veda, pues, la justicia, y védalo también la razón, que el Estado sea ateo, o lo que viene a parar en el ateísmo, que se haya de igual modo con respecto a las varias que llaman religiones, y conceda a todas promiscuamente iguales derechosSiendo, pues, necesario al Estado profesar una religión, ha de profesar la única verdadera, la cual sin dificultad se conoce, singularmente en los pueblos católicos, puesto que en ella aparecen como sellados los caracteres de la verdad. (…) Hay derecho para propagar en la sociedad libre y prudentemente lo verdadero y lo honesto para que se extienda al mayor número posible su beneficio; pero en cuanto a las opiniones falsas, pestilencia la más mortífera del entendimiento, y en cuanto a los vicios, que corrompen el alma y las costumbres, es justo que la pública autoridad los cohíba con diligencia para que no vayan cundiendo insensiblemente en daño de la misma sociedad.”[73]

Aquí vemos al Papa León XIII (simplemente reiterando la enseñanza constante de todos los Papas) enseñando que el Estado no sólo puede sino que debe coartar y prohibir los derechos y privilegios de las otras religiones a ejercer sus actos religiosos – exactamente lo opuesto a lo que declara el Vaticano II. Esos actos públicos, las opiniones falsas y las falsas enseñanzas deben ser reprimidos por la autoridad (el Estado), según la enseñanza de la Iglesia Católica, de manera que las almas no se escandalicen o sean seducidas por ellas.

La herejía del Vaticano II sobre esta cuestión en muy clara, pero siempre hay herejes que tratan de defender lo indefendible.

Refutando los intentos de defensa de las enseñanzas del Vaticano II sobre la libertad religiosa

Algunos de los defensores de las enseñanzas del Vaticano II sobre la libertad religiosa argumentan que el Vaticano II enseñó simplemente que no hay que obligar a la gente a creer.

Patrick Madrid, Pope Fiction [Ficción del Papa], edición inglesa, p. 277: “Tenga en cuenta que la declaración [sobre la libertad religiosa] no aprueba una libertad general para creer lo que cada uno quiera, sino más bien, una libertad a ser forzado a creer en algo. En otras palabras, nadie puede ser obligado a someterse a la fe católica.”[74]

Como ya hemos visto, esto es completamente falso. El Vaticano II no se limitó a enseñar que la Iglesia Católica no fuerza u obliga a un no creyente a ser católico. Por el contrario, el Vaticano II enseña que los Estados no tienen derecho a impedir la expresión pública y la propagación y la práctica de las falsas religiones (porque debe ser reconocido universalmente el derecho civil de la libertad religiosa). Nuevamente, debemos entender la distinción entre las dos diferentes cuestiones que los defensores deshonestos del Vaticano II a veces intentan mezclar: Primera cuestión) la Iglesia Católica no fuerza u obliga a un no creyente a creer, ya que la fe es libre – cierto; Segunda cuestión) el Estado no puede reprimir la expresión pública de las falsas religiones – aquí es donde el Vaticano II contradice a la Iglesia Católica sobre la libertad religiosa. La segunda cuestión es la clave.

Para comprender esto mejor vamos a dar un ejemplo: Si en un Estado hubiesen, por ejemplo, musulmanes y judíos que celebran sus oficios religiosos y celebraciones en un lugar público (incluso sin que alteren la paz o infrinjan alguna propiedad privada o que no alteren en absoluto el orden público), el Estado puede y debe (según la doctrina católica) reprimir esos servicios y celebraciones y enviar a los judíos y musulmanes a casa (o los arrestarían si la ley estuviera bien establecida) ya que escandalizan a los demás y pueden causar que otros se unan a esas falsas religiones. El Estado les diría que tienen obligación de ser católicos ante Dios y trataría de convertirlos enviándoles sacerdotes católicos, pero no los obligaría a convertirse. Este es un ejemplo de clara distinción entre 1) forzar a alguien para que se haga católico, algo que la Iglesia condena, ya que la creencia es libre y 2) el Estado tiene el derecho de reprimir las actividades de las religiones falsas, cosa que la Iglesia enseña.

Papa Pío IX, Syllabus de Errores, # 78: “Por esto es de alabar la legislación promulgada en algunas naciones católicas, en virtud de la cual los extranjeros que a ellas emigran pueden ejercer lícitamente el ejercicio público de su propio culto”. – Condenado.[75]

Pero el Vaticano II enseña todo lo contrario. El pasaje citado a continuación es la más clara herejía del Vaticano II sobre la libertad religiosa. La citamos de nuevo porque este pasaje es absolutamente indefendible y refuta todos los intentos de distorsión, como la distorsión de Patrick Madrid citada arriba.

El documento del Vaticano II, Dignitatis humanae, # 3: “Por consiguiente, la autoridad civil, cuyo fin propio es velar por el bien común temporal, debe reconocer y favorecer la vida religiosa de los ciudadanos; pero excede su competencia si pretende dirigir o impedir los actos religiosos.”[76]

Aquí el Vaticano II está diciendo que el Estado excede su autoridad si pretende dirigir o impedir los actos religiosos. Acabamos de ver que el Syllabus de Errores condena la idea de que el Estado no puede impedir la actividad de las otras religiones. Esto demuestra que la enseñanza del Vaticano II sobre la libertad religiosa es claramente falsa y herética, y que el Vaticano II no enseña únicamente que no se debe obligar a alguien a convertirse al catolicismo.

El subterfugio de “dentro de los debidos límites”

Al intentar defender por todos los medios la enseñanza herética del Vaticano II sobre la libertad religiosa, los defensores del Vaticano II se empeñarán en tremendas distorsiones. Ellos citarán el pasaje del Vaticano II de arriba y distorsionarán su enseñanza con la esperanza de que el pasaje pueda (siendo así distorsionado) conformarse de alguna manera a la enseñanza tradicional contra la libertad religiosa. Ellos afirman que el Vaticano II no autorizó una libertad de culto público incondicional, sino que menciona ciertos "límites".

El documento del Vaticano II, Dignitatis humanae, # 2: “Este Concilio Vaticano declara que la persona humana tiene derecho a la libertad religiosa. Esta libertad consiste en que todos los hombres han de estar inmunes de coacción, tanto por parte de individuos como de grupos sociales y de cualquier potestad humana, y esto de tal manera que, en materia religiosa, ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público, sólo o asociado con otros, dentro de los límites debidos. (…) Este derecho de la persona humana a la libertad religiosa ha de ser reconocido en el ordenamiento jurídico de la sociedad, de tal manera que llegue a convertirse en un derecho civil.”[77]

"Vean", dicen ellos, "el Vaticano II enseña que los Estados pueden poner límites a esta expresión religiosa; y esto está en conformidad con el magisterio tradicional". Este es un argumento tan deshonesto, tan distorsionado del texto, que los católicos deberían indignarse con ello. En el pasaje citado arriba, además de la enseñanza de que nadie (no importa cuál sea su religión) puede ser impedido expresar públicamente su religión, el Vaticano II está simplemente cubriendo todas sus bases y asegurándose de que ello no sea registrado como permitiendo una anarquía en el Estado.

El Vaticano II tuvo que añadir la cláusula, «dentro de los límites debidos» para que no se considere como una aprobación, por ejemplo, para que un grupo religioso bloquee el tráfico durante una hora pico o que los servicios religiosos se celebren en medio de carreteras con mucho tráfico. En consecuencia, él enseña que «a nadie se obligue a obrar contra su conciencia, sea en privado o en público, dentro de los límites debidos». El Vaticano II de modo alguno no está diciendo que un Estado católico podría restringir el derecho de libertad religiosa de los ciudadanos no-católicos; el Vaticano II todavía sigue enseñando una herejía innegable sobre la libertad religiosa: que la libertad religiosa debe ser un derecho civil y que nadie puede ser impedido por el Estado de actuar según su conciencia en público; sino él está simplemente indicando que el debido orden público no puede ser violado por las personas que ejercen ese derecho.

Para probar que este es el sentido – que, por supuesto es obvio para cualquiera que honestamente haga una evaluación de esto – podemos simplemente citar el mismo # 2 de dicha declaración:

El documento del Vaticano II, Dignitatis humanae, # 2: “Por lo cual, el derecho a esta inmunidad permanece también en aquellos que no cumplen la obligación de buscar la verdad y de adherirse a ella, y su ejercicio, con tal de que se guarde el justo orden público, no puede ser impedido.”[78]

Podemos ver que la frase «dentro de los límites debidos« significa simplemente «con tal que se guarde el justo orden público». En consecuencia, según el Vaticano II, todo hombre tiene derecho a la libertad religiosa, incluyendo la pública expresión y práctica de su religión, la cual el Estado no puede restringir en la medida que se guarde el justo orden público. Esto es herético. El Vaticano II no se ajustó a la enseñanza tradicional, no importando cuán duro sea el intento de herejes como el "P." Brian Harrison que deshonestamente utilizan esta cláusula para argumentar cosa semejante. El Vaticano II enseña que el Estado no puede impedir la expresión pública de las falsas religiones, como lo vemos claramente en esta cita que ya hemos discutido.

El documento del Vaticano II, Dignitatis humanae, # 3: “Por consiguiente, la autoridad civil, cuyo fin propio es velar por el bien común temporal, debe reconocer y favorecer la vida religiosa de los ciudadanos; pero excede su competencia si pretende dirigir o impedir los actos religiosos.”[79]

No existe en absoluto manera de defender la indefendiblemente herética enseñanza del Vaticano II sobre la libertad religiosa.

Objeción: “La enseñanza de la libertad religiosa no es un dogma”

En vista de la evidente contradicción entre la enseñanza del Vaticano II sobre la libertad religiosa y el magisterio tradicional, otros defensores de la apostasía post-Vaticano II han insistido en que, a pesar de la contradicción, la enseñanza del Vaticano II no implica herejía porque el magisterio tradicional sobre la libertad religiosa no ha sido enseñado infaliblemente como dogma.

Chris Ferrara, "Oponiendo la Iniciativa Sedevacantista, II Parte", Catholic Family News [Noticiero para Familias Católicas], octubre de 2005, pp. 24-25: “La Iniciativa [Sedevacantista] afirma que existe una flagrante contradicción entre DH [el documento del Vaticano II Dignitatis humanae sobre la libertad religiosa] y el magisterio tradicional: DH afirma un derecho natural [sic] a la libertad religiosa en las manifestaciones públicas de las falsas religiones por los miembros de las sectas no-católicas, mientras que el magisterio tradicional condena esta noción. (…) Pero asumamos el argumento de que existe una flagrante contradicción entre DH [Dignitatis Humanae] y el magisterio anterior, y que esta contradicción es manifiesta – es decir, no se requiere ninguna explicación para demostrarlo. Aun así, la contradicción no implicaría una herejía manifiesta como tal, ya que el magisterio tradicional de la Iglesia sobre el derecho y el deber del Estado de reprimir las violaciones externas de la religión católica no es un dogma definido de la fe católica, ni tampoco lo es la enseñanza de que no existe derecho a manifestar públicamente una falsa religión en los Estados católicos.”[80]

Esto es completamente erróneo y es fácil de refutar. La idea enseñada por el Vaticano II, que a todo hombre se le debe garantizar el derecho civil de la libertad religiosa, de modo que se garantice por ley el derecho a practicar y difundir públicamente su falsa religión, fue dogmáticamente, solemnemente e infaliblemente condenada por el Papa Pío IX en Quanta cura. El lenguaje utilizado por Pío IX cumple los requisitos de una definición dogmática. Por favor, ponga atención especialmente en las partes en negrita y subrayadas.

Papa Pío IX, Quanta cura, (nn. 3-6), 8 de diciembre de 1864, ex cathedra: “Y como consecuencia de esta idea de la gobernación social absolutamente falsa, no dudan en consagrar aquella opinión errónea, en extremo perniciosa a la Iglesia Católica y a la salvación de las almas, llamada por Gregorio XVI, Nuestro Predecesor, de feliz memoria, locura, ESTO ES, QUE «LA LIBERTAD DE CONCIENCIAS Y DE CULTOS ES UN DERECHO PROPIO DE CADA HOMBRE, QUE TODO ESTADO BIEN CONSTITUIDO DEBE PROCLAMAR Y GARANTIZAR COMO LEY FUNDAMENTALY QUE LOS CIUDADANOS TIENEN DERECHO A LA PLENA LIBERTAD DE MANIFESTAR SUS IDEAS CON LA MÁXIMA PUBLICIDAD – YA DE PALABRA, YA POR ESCRITO, YA EN OTRO MODO CUALQUIERA –, sin que autoridad civil ni eclesiástica alguna puedan reprimirla en ninguna forma». Ahora bien: al sostener afirmación tan temeraria no piensan ni consideran que con ello predican la libertad de perdición. (…) En consecuencia, TODAS Y CADA UNA DE LAS PERVERSAS OPINIONES Y DOCTRINAS QUE VAN SEÑALADAS DETALLADAMENTE EN LAS PRESENTES LETRAS, NOS LAS REPROBAMOS CON NUESTRA AUTORIDAD APOSTÓLICA LAS PROSCRIBIMOS LAS CONDENAMOS; Y QUEREMOS Y MANDAMOS QUE TODAS ELLAS SEAN TENIDAS POR LOS HIJOS DE LA IGLESIA COMO REPROBADAS, PROSCRITAS Y CONDENADAS.”[81]

El Papa Pío IX solemnemente condena, reprueba y proscribe (fuera de la ley) esta perversa opinión por su autoridad apostólica, y declara solemnemente que todos los hijos de la Iglesia Católica deben tener esta perversa opinión como condenada. Este es un lenguaje solemne y una enseñanza infalible de primer orden. No cabe duda que Quanta cura constituye una condenación dogmática de la idea de que la libertad religiosa debe ser un derecho civil garantizado a cada hombre. La enseñanza del Vaticano II es, por lo tanto, una herejía directa contra la enseñanza dogmática infalible sobre la cuestión.

La enseñanza del Vaticano II sobre la libertad religiosa rechaza toda la historia de la cristiandad y destruye la sociedad católica

Hemos demostrado que la enseñanza del Vaticano II sobre la libertad religiosa es herética. Se podrían citar muchos otros ejemplos para ilustrar que la enseñanza del Vaticano II sobre la libertad religiosa es falsa, perversa y anticatólica. Por ejemplo, elConcilio dogmático de Vienne ordenó específicamente a los líderes de los Estados católicos que ellos deben controlar públicamente (es decir, reprimir públicamente) la práctica pública del culto islámico. El Papa Clemente V le recuerda al Estado su deber de prohibir la profesión pública de las falsas religiones.

Papa Clemente IV, Concilio de Vienne, 1311-1312: “Es un insulto para el nombre santo y una desgracia para la fe cristiana que en ciertas partes del mundo se sometan a los príncipes cristianos donde viven los sarracenos [es decir, los seguidores del islam, también llamados musulmanes], a veces separadamente, a veces mezclados con los cristianos, los sacerdotes sarracenos, comúnmente llamados zabazala, en sus templos o mezquitas, en las que los sarracenos se reúnen para adorar al infiel Mahoma, invocando cada día a ciertas horas en voz alta y ensalzando su nombre desde un lugar elevado (…) Esto acarrea un descrédito para nuestra fe y causa gran escándalo a los fieles. Estas prácticas no pueden ser toleradas sin disgustar a la majestad divina. Por lo tanto, con la aprobación del sagrado Concilio, Nos prohibimos estrictamente a partir de ahora esas prácticas en tierras cristianas. Ordenamos a los príncipes católicos, a todos y cada uno (…) Se les prohíbe expresamente la invocación pública del nombre sacrílego de Mahoma (…) Aquellos que presuman actuar de otra manera serán castigados por los príncipes por su irreverencia, para que los otros puedan sentirse desalentados para un tal atrevimiento.”[82]

Según el Vaticano II, esta enseñanza del Concilio de Vienne estaría errada. También estaría errado, según la enseñanza del Vaticano II, que la religión cristiana haya sido declarada la religión del Imperio Romano por Teodosio en el 392 d.C. y, que todos los templos paganos hayan sido cerrados.[83] Esto nos demuestra una vez más que la enseñanza del Vaticano II sobre la libertad es perversa y herética.

La enseñanza herética del Vaticano II sobre la libertad religiosa, es precisamente la razón por la cual, tras el Vaticano II, ¡un número de naciones católicas modificaron sus constituciones católicas haciéndolas laicas! Las constituciones católicas de España y Colombia fueron realmente suprimidas por una orden expresa del Vaticano, y las leyes de esos países cambiaron para permitir la práctica pública de las religiones no-católicas.

Cambios en la constitución católica española como resultado de la enseñanza del Vaticano II

El "Fuero de los Españoles", la ley fundamental del Estado español adoptada el 17 de julio de 1945, sólo autorizaba el ejercicio de los cultos [religiones] no-católicos privadamente y prohibía todas las actividades de propaganda por parte de las falsas religiones.

Artículo 6, 1: “La profesión y práctica de la religión católica, que es la del Estado español, gozará de protección oficial”.

Artículo 6, 2: “… las únicas ceremonias y otras manifestaciones abiertas de religión permitidas serán católicas.”

Podemos ver que, en conformidad con la enseñanza católica tradicional, la ley española decretó que las únicas ceremonias y manifestaciones públicas de religión serían católicas.

Después del Vaticano II, sin embargo, la "Ley Orgánica del Estado" (10 de enero de 1967) reemplazó este segundo apartado del artículo 6 por el siguiente: “El Estado asumirá la protección de la libertad religiosa, que estará bajo la protección del Poder Judicial responsable de salvaguardar la moral y el orden público".

Es más, el preámbulo de la Constitución de España, modificada por esta misma «Ley Orgánica del Estado» después del Vaticano II, declara explícitamente:


“… Teniendo en cuenta la modificación introducida en el artículo 6 por la 'Ley Orgánica del Estado', ratificada por referéndum de la nación, a fin de adaptar su texto a la declaración conciliar sobre la libertad religiosa promulgada el 7 de diciembre de 1965 [por el Vaticano II], que exige el reconocimiento explícito de este derecho [libertad religiosa], y se ajusta además al segundo Principio fundamental del Movimiento, según el cual la enseñanza de la Iglesia debe inspirar nuestras leyes…”.


Podemos ver que la sección segunda del artículo 6 de la Constitución de 1945 fue reemplazada por la de 1967, ¡precisamente con el fin de armonizar las leyes de España de acuerdo con la declaración del Vaticano II! Tal vez esta modificación de las leyes católicas en un país católico, que se hizo con el fin de ajustarse a la nueva religión del Vaticano II, ilustra más que cualquier otra cosa las fuerzas que están en juego aquí. España pasó de ser una nación católica a una nación atea, que ahora da protección legal al divorcio, a la sodomía, a la pornografía y a los anticonceptivos, todo gracias al Vaticano II.

Papa San Pío X, Vehementer Nos, 11 de febrero de 1906: en virtud de la suprema autoridad que Dios nos ha conferido, por los motivos que arriba quedan expuestos, Nos condenamos y reprobamos la ley votada en Francia acerca de la separación de la Iglesia y el Estado, por altamente injuriosa para Dios, de quien reniega oficialmente sentando el principio de que la república no reconoce ningún culto.[84]

Papa Gregorio XVI, Inter praecipuas, # 14, 8 de mayo de 1844: “Puesto que consta, y una larga experiencia pasada lo ha confirmado, que no hay un camino más expedito para apartar a los pueblos de la fidelidad y obediencia a sus Príncipes que la indiferencia en materia de religión propagada por los sectarios bajo el nombre de la libertad religiosa.”[85]

De acuerdo con su enseñanza herética sobre la libertad religiosa, el Vaticano II enseña la herejía de que todas las religiones tienen libertad de expresión y libertad de prensa.

El documento del Vaticano II, Dignitatis humanae, # 4: “Las comunidades religiosas tienen también el derecho de que no se les impida la enseñanza y la profesión pública, de palabra y por escrito, de su fe.”[86]

La idea de que toda persona tiene derecho a la libertad de expresión y de prensa ha sido condenada por muchos Papas. Sólo citaremos al Papa Gregorio XVI y al Papa León XIII. Tenga en consideración que el Papa Gregorio XVI llama a esta idea (la misma cosa enseñada por el Vaticano II) de nociva y "nunca suficientemente denunciada".

Papa Gregorio XVI, Mirari vos (# 15), 15 de agosto de 1832: “Debemos también tratar en este lugar de la libertad de imprenta, nunca suficientemente condenada, si por tal se entiende el derecho de dar a la luz pública toda clase de escritos; libertad, por muchos deseada y promovida. Nos horrorizamos, Venerables Hermanos, al considerar quémonstruos de doctrina, o mejor dicho, qué sinnúmero de errores nos rodea, diseminándose por todas partes, en innumerables libros, folletos y artículos que, si son insignificantes por su extensión, no lo son ciertamente por la malicia que encierran.”[87]

Papa León XIII, Libertas, (# 42), 20 de junio de 1888: “De lo dicho se sigue que no es lícito de ninguna manera pedir, defender, conceder la libertad de pensamiento, de prensa, de enseñanza, ni tampoco la de cultos, como otros tantos derechos correspondientes al hombre por naturaleza.”[88]

Papa León XIII, Inmortale Dei, (# 34), 1 de noviembre de 1885: “Así Gregorio XVI, en su Carta Encíclica que comienza Mirari Vos, del 15 de Agosto de 1832 condena en gravísimos términos lo que entonces ya se propalaba: que en materia de culto divino no había necesidad de escoger, que cada cual es libre de opinar sobre la religión lo que le plazca, que el juez de cada uno es únicamente su propia conciencia, que, además, cada cual puede publicar lo que se le antoje y que igualmente es lícito maquinar cambios políticos.”[89]

Todas estas enseñanzas católicas contradicen directamente la enseñanza herética del Vaticano II.

5. Ad Gentes – Decreto sobre la Actividad Misionera

Como era de esperar también encontramos herejía en el decreto sobre la actividad misionera del Vaticano II.

El documento del Vaticano II, Ad Gentes, # 29: “Juntamente con el Secretario, para promover la unión de los cristianos, busque las formas y los medios de procurar y orientar la colaboración fraterna y la pacífica convivencia con las empresas misionales de otras comunidades cristianas para evitar en lo posible el escándalo de la división.”[93]

Ad Gentes 29 enseña que los católicos deben trabajar con las sectas protestantes en sus empresas misioneras. Esto significa que el Vaticano II considera una conversión al protestantismo una verdadera conversión. Esto es herejía. No hay salvación fuera de la Iglesia Católica. Una conversión al protestantismo no es una verdadera conversión. Este es un rechazo del dogma Fuera de la Iglesia no hay Salvación.

Papa Inocencio III, Eius exemplo, 18 de diciembre de1208: “Creemos de todo corazón y profesamos con nuestros labios una sola Iglesia, no la de los herejes, sino la santa Iglesia, Romana, católica y apostólica, fuera de la cual creemos que nadie puede salvarse.”[91]

Papa Clemente VI, Super quibusdam, 20 de septiembre de 1351: “En segundo lugar preguntamos si creéis tú y los armenios que te obedecen que ningún hombre viador podrá finalmente salvarse fuera de la Iglesia y de la obediencia de los Pontífices romanos.”[92]

Papa León X, Concilio V de Letrán, sesión 8, 19 de diciembre de 1513: “Y puesto que la verdad no puede contradecir a la verdad, definimos que toda afirmación contraria a la verdad iluminada de la fe es totalmente falsa y prohibimos estrictamente se permita enseñar de otra manera. Decretamos que todos aquellos que adhieren a afirmaciones erróneas de este tipo, sembrando de esta manera herejías que están totalmente condenadas, serán evitados en todos los sentidos y ser castigados como herejes detestables y odiosos e infieles que están socavando la fe católica.”[94]

6. Nostra Aetate – Decreto sobre las Religiones No Cristianas

El documento del Vaticano II, Nostra aetate, # 3: “La Iglesia mira también con aprecio a los musulmanes que adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y todo poderoso, Creador del cielo y de la tierra, que habló a los hombres, a cuyos ocultos designios procuran someterse con toda el alma como se sometió a Dios Abraham, a quien la fe islámica mira con complacencia. Veneran a Jesús como profeta, aunque no lo reconocen como Dios. (…) Por tanto, aprecian la vida moral, y honran a Dios sobre todo con la oración, las limosnas y el ayuno.”[95]

Aquí nos encontramos que el Vaticano II enseña que los musulmanes adoran al único Dios, el Creador del cielo y de la tierra. Esta es similar a, pero ligeramente diferente de la herejía que ya hemos expuesto en Lumen Gentium. El falso dios de los musulmanes (que no es la Trinidad) no creó el cielo y la tierra. Es la Santísima Trinidad quien creó el cielo y la tierra.

Papa San León IX, Congratulamur vehementer, 13 de abril de 1053: “Creo firmemente que la Santísima Trinidad, Padre e Hijo y Espíritu Santo, es un solo Dios omnipotente y que toda la divinidad en la Trinidad es coesencial y consustancial, coeterna y coomnipotente, y de una sola voluntad, poder y majestad: creador de todas las criaturas, de quien todo, por quien todo y en quien todocuanto hay en el cielo y en la tierra, lo visible y lo invisible. Creo también que cada una de las personas en la santa Trinidad son un solo Dios verdadero, pleno y perfecto.”[96]

Interesante comparación de lenguaje entre el Vaticano II y el Concilio de Florencia

El documento del Vaticano II, Nostra aetate, # 3: “La Iglesia mira también con aprecio a los musulmanes que adoran al único Dios, viviente y subsistente, misericordioso y todo poderoso, Creador del cielo y de la tierra, que habló a los hombres, a cuyos ocultos designios procuran someterse con toda el alma como se sometió a Dios Abraham, a quien la fe islámica mira con complacencia. Veneran a Jesús como profeta, aunque no lo reconocen como Dios. (…) Por tanto, aprecian la vida moral, y honran a Dios sobre todo con la oración, las limosnas y el ayuno.

El Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, 1444, ex cathedra: “La Santa Iglesia Romana cree firmemente, profesa y enseña que aquéllos que no están en el seno de la Iglesia Católica, no solamente los paganos, sino también los judíos o herejes y cismáticos, jamás compartirán la vida eterna, e irán irremediablemente al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles, a no ser que se hayan unido a la Iglesia antes de morir; también que la unidad del cuerpo Eclesiástico es tal que los Sacramentos de la Iglesia solo pueden beneficiar a aquellos que permanecen en Ella, y que los ayunos, actos de caridad, y otras obras de piedad realizados por los fieles serán premiados eternamente; además, todo aquel, no importando lo grande que hayan sido sus limosnas y obras de caridad, y no importando de que llegase a derramar su sangre por causa de Cristo, no puede salvarse si no se hallare en el seno y unidad de la Iglesia Católica.”

Tenga en cuenta que el Concilio de Florencia define dogmáticamente la necesidad de la fe católica para la salvación, él recalca en las oraciones, limosnas y ayunos de los que pertenecen al seno de la Iglesia. Declara que las limosnas no beneficiarán a los que están fuera de la Iglesia. Es interesante que el Vaticano II, al elogiar a los musulmanes y su falsa religión, utiliza casi exactamente el mismo lenguaje que el Concilio de Florencia, pero una vez más en sentido contrario: el Vaticano II elogia los ayunos, las limosnas y las oraciones de los miembros de una falsa religión no-católica.

Nostra aetate 3 también dice que la Iglesia Católica mira a los musulmanes con aprecio, que procuran someterse con toda el alma a Dios al igual como lo hizo Abraham. Pero la admiración del Vaticano II por los musulmanes infieles no es compartida por la Iglesia Católica. La Iglesia desea la conversión y la eterna felicidad de todos los musulmanes, pero ella reconoce que el islam, es una religión horrible y falsa. Ella no supone que ellos se someten a Dios. Ella sabe que ellos pertenecen a una falsa religión.

El Papa Eugenio IV, Concilio de Basilea, sesión 19, 7 de septiembre de 1434: “… existe la esperanza de que un gran número de la abominable secta de Mahoma será convertida a la fe católica.”[97]

El Papa Benedicto prohíbe estrictamente a los católicos poner incluso nombres musulmanes a sus hijos.

El Papa Benedicto XIV, Quod Provinciale, 1 de agosto de 1754: “El Concilio provincial de vuestra provincia de Albania (…) decretó de la manera más solemne en su tercer canon, entre otras materias, como sabéis, que no se les debe poner nombres turcos o mahometanos a los hijos o adultos en el bautismo. (…) Esto no debería ser difícil para ninguno de vosotros, venerables hermanos, ya que ninguno de los cismáticos y herejes han cometido la imprudencia de tomar un nombre musulmán, y a menos que vuestra justicia abunde más que la de ellos, no entraréis en el reino de los cielos.”[98]

En la sección (al comienzo) sobre la herejía más específica del Vaticano II, cubrimos que Nostra Aetate #4 enseña que la herejía de los judíos no debe ser considerada como rechazada por Dios. No la vamos a repetir aquí.

Nostra aetate también se asegura de recordar cuán grande es el mundo del budismo, y cómo esta falsa religión conduce a la más “alta contemplación.”


Los budistas reconocen a muchos dioses falsos

El documento del Vaticano II, Nostra aetate, # 2: “En el budismo, según sus varias formas, se reconoce la insuficiencia radical de este mundo mudable y se enseña el camino por el que los hombres, con espíritu devoto y confiado pueden adquirir el estado de perfecta liberación o la suprema iluminación, por sus propios esfuerzos apoyados con el auxilio superior.”[99]

El Vaticano II dice que en el budismo ¡«enseña el camino» por el cual los hombres pueden adquirir la suprema iluminación! Esto es apostasía. Esta es una de las peores herejías del Vaticano II. Más adelante, lea cómo Pablo VI (el hombre que promulgó solemnemente el Vaticano II) entiende su enseñanza sobre el budismo.

Pablo VI, Audiencia general a los budistas japoneses, 5 de septiembre de 1973: “Es un gran placer para nosotros dar la bienvenida a los budistas japoneses en Tour por Europa, los honorables seguidores de la secta budista Soto-shu. (…) En el Segundo Concilio Vaticano, la Iglesia Católica exhortó a sus hijos e hijas a estudiar y evaluar las tradiciones religiosas de la humanidad y ‘para advertir en diálogo sincero y paciente las riquezas que Dios generoso ha distribuido a las gentes’ (Ad Gentes, 11) (…) El budismo es una de las riquezas de Asia…”[100]

Basándose en el Vaticano II (que él solemnemente promulgó), Pablo VI dice que esta religión falsa y pagana ¡es una de las riquezas de Asia!

El Vaticano II también elogia la religión falsa del hinduismo por su inagotable riqueza de «con los penetrantes esfuerzos de la filosofía», como también su vida ascética y profunda meditación.

El documento del Vaticano II, Nostra aetate, # 2: “Así, en el Hinduismo los hombres investigan el misterio divino y lo expresan mediante la inagotable fecundidad de los mitos y con los penetrantes esfuerzos de la filosofía, y buscan la liberación de las angustias de nuestra condición mediante las modalidades de la vida ascética, a través de profunda meditación, o bien buscando refugio en Dios con amor y confianza.”[101]


Vaticano II


Kali, uno de los aproximadamente 330.000 falsos dioses que adoraban los hindúes - una religión que no es condenado, sino alabada por el Vaticano II

Advierta cómo los elogios del Vaticano II de la falsa religión del hinduismo están contradiciendo específicamente al Papa León XIII:

El Papa León XIII, Ad extremas (#1), 24 de junio de 1893: “Nuestros pensamientos se dirigen en primer lugar al bienaventurado Apóstol Tomás que con razón es llamado el fundador de la predicación del Evangelio a los hindúes. Después, está San Francisco Javier (…) A través de su extraordinaria perseverancia convirtió a cientos de miles de hindúes de los mitos y viles supersticiones de los brahmanes a la verdadera religión. Tras las huellas de este hombre santo siguieron numerosos sacerdotes (…) ellos son los continuadores de estos nobles esfuerzos; no obstante, en las vastas extensiones de la tierra, muchos están todavía privados de la verdad, aprisionados miserablemente en las tinieblas de la superstición.”[102]

En realidad, dos religiones diferentes


Papa León XIII, Ad extremas (#1), 24 de junio de 1893: “… A través de su extraordinaria perseverancia convirtió a cientos de miles de hindúes de los mitos y viles supersticiones de los brahmanes a la verdadera religión. Tras las huellas de este hombre santo siguieron numerosos sacerdotes (…) ellos son los continuadores de estos nobles esfuerzos; no obstante, en las vastas extensiones de la tierra, muchos están todavía privados de la verdad, aprisionados miserablemente en las tinieblas de la superstición.”

El documento del Vaticano II, Nostra aetate, (# 2): “Así, en el Hinduismo los hombres investigan el misterio divino y lo expresan mediante la inagotable fecundidad de los mitos y con los penetrantes esfuerzos de la filosofía, y buscan la liberación de las angustias de nuestra condición mediante las modalidades de la vida ascética, a través de profunda meditación, o bien buscando refugio en Dios con amor y confianza.”

En medio de toda esta blasfemia en el Vaticano II, no se hace ninguna mención de que estos infieles deben ser convertidos a Cristo; no se ofrece ninguna oración para que se les sea concedida la fe; y ninguna amonestación de que estos idólatras deban ser liberados de su impiedad y de las tinieblas de sus supersticiones. Lo que vemos son elogios y estima por estas religiones del diablo. Lo que vemos es un inequívoco sincretismo, que trata a todas las religiones como si condujeran a Dios.

Papa Pío XI, Mortalium Animos (# 2), 6 enero de 1928: “… la falsa opinión de los que piensan que todas las religiones son, con poca diferencia, buenas y laudables, (…) Cuantos sustentan esta opinión, no sólo yerran y se engañan, sino también rechazan la verdadera religión, adulterando su concepto esencial…”[103]

Papa Pío IX, Qui Pluribus (# 15), 9 de noviembre de 1846: “Tal es el sistema perverso y opuesto a la luz natural de la razón que propugna la indiferencia en materia de religión, con el cual estos inveterados enemigos de la Religión, quitando todo discrimen entre la virtud y el vicio, entre la verdad y el error, entre la honestidad y vileza, aseguran que en cualquier religión se puede conseguir la salvación eterna, como si alguna vez pudieran entrar en consorcio la justicia con la iniquidad, la luz con las tinieblas, Cristo con Belial.”[104]

7. Gaudium et Spes – Constitución sobre la Iglesia en el Mundo Moderno

El documento del Vaticano II, Gaudium et Spes, # 22: “El Hijo de Dios con su encarnación se ha unido, en cierto modo, con todo hombre. Trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre.”[105]

Una de las herejías más frecuentes de la secta del Vaticano II es la idea de que, por su encarnación, Cristo se unió con cada hombre. El Vaticano II habla de una unión entre Cristo y cada hombre como resultado de la encarnación misma. Juan Pablo II tomó la batuta de esta herejía y avanzó con ella a toda velocidad hasta su última consecuencia: la salvación universal.

Juan Pablo II, Redemptor Hominis (# 13), 4 de marzo de 1979: “Cristo Señor ha indicado estos caminos sobre todo cuando —como enseña el Concilio— «mediante la encarnación el Hijo de Dios se ha unido en cierto modo a todo hombre» (Gaudium et Spes, 22).”[106]

Juan Pablo II, Redemptor Hominis (# 13): “Se trata de «cada» hombre, porque cada uno ha sido comprendido en el misterio de la Redención y con cada uno se ha unido Cristo, para siempre, por medio de este ministerio.”[107]

Cubrimos más acerca de esta enseñanza de Juan Pablo II en la sección que trata de sus herejías. La idea de que Dios se ha unido a cada hombre en la encarnación es falsa y herética. No hay unión entre Cristo y cada hombre como resultado de la encarnación misma.

Todo en la Iglesia Católica se dirige a unir a la humanidad con Jesucristo. Esto se realiza mediante la fe y el bautismo. Si la unión entre toda la humanidad y Jesucristo ocurrió en la encarnación, entonces la Iglesia no tiene ningún valor y de hecho no tendría sentido de ser. Lo mismo habría que decir de la crucifixión, de la resurrección, de los siete sacramentos, etc., ya que todos ellos no tendrían importancia en la unión de la humanidad con Jesucristo según el Vaticano II y Juan Pablo II. En este sistema, la crucifixión de Cristo, por la cual el mundo fue realmente redimido y se le da la oportunidad para salvarse, se convierte, en cambio, en un simple signo de la unión entre Cristo y cada hombre ya que ella existe y ha existido desde la encarnación. La redención, entonces, no tiene valor salvífico. Se puede ver que con este sistema toda la doctrina católica es lanzada a la basura.

De hecho, esta doctrina del Vaticano II, que ha sido repetida y ampliada en innumerables ocasiones por Juan Pablo II, es en realidad peor que la doctrina herética de Martín Lutero. Lutero, si bien que era un hereje, al menos creía que para estar unido con Cristo había que tener fe en la Cruz de Jesucristo. Pero, según la doctrina del Vaticano II y la de Juan Pablo II, la fe en la Cruz de Jesucristo es superflua, ya que toda la humanidad ya se ha unido con Cristo «para siempre» (Juan Pablo II, Redemptor Hominis, 13). Esperamos que el lector pueda ver la increíble malicia que hay detrás de la constitución Gaudium et Spes # 22 del Vaticano II.

Citamos a continuación los dogmas católicos que ponen de manifiesto que la unión entre la humanidad pecadora y Cristo sólo proviene de la fe y del bautismo; no hay otra manera de que se perdone el pecado original.

El Papa Eugenio IV, Concilio de Florencia, sesión 11, 4 de febrero de 1442, «Cantate Domino»: “Con respecto a los niños, ya que a menudo está presente el peligro de muerte, el único remedio disponible para ellos es el sacramento del bautismo por el cual ellos son arrebatados del dominio del diablo y adoptados como hijos de Dios.”[108]

El Papa Pío XI, Quas Primas (# 15), 11 de diciembre de 1925: “Este reino se nos muestra en los Evangelios con tales caracteres, que los hombres, para entrar en él, deben prepararse haciendo penitencia y no pueden entrar sino por la fe y el bautismo, el cual, aunque sea un rito externo, significa y produce la regeneración interior.”[109]

La unión con Cristo también se pierde por la separación de la Iglesia, algo que el Vaticano II no se molesta en mencionar.

El Papa León XIII, Satis Cognitum (# 5), 29 de junio de 1896: “Quien se separa de la Iglesia para unirse a una esposa adúltera, renuncia a las promesas hechas a la Iglesia. Quien abandona a la Iglesia de Cristo no logrará las recompensas de Cristo.”[110]

Además de la herejía de la Gaudium et Spes # 22, hay una serie de otras dignas de mención. Gaudium et Spes menciona que el control de la natalidad es moral.

El documento del Vaticano II, Gaudium et Spes, # 87: “Porque, conforme al inalienable derecho del hombre al matrimonio y a la procreación, la decisión sobre el número de hijos depende del recto juicio de los padres, y (…) Séale dado al hombre también conocimiento sabiamente cierto de los progresos científicos con el estudio de los métodos que pueden ayudar a los cónyuges en la determinación del número de hijos, métodos cuya seguridad haya sido bien comprobada y cuya concordancia con el orden moral esté demostrada.”[113]

Aquí tenemos al Vaticano II enseñando que el control de la natalidad puede ser moral y que las parejas pueden elegir el número de hijos que deben nacer. Esto es contrario a la ley natural. Dios es el autor de la vida. A ningún ser humano le está permitido atentar contra la voluntad de Dios para traer nueva vida al mundo mediante el control de la natalidad o la limitación antinatural de su familia. Nunca está permitido el control de la natalidad, independientemente si se realiza por medio de los llamados métodos «naturales» o artificiales. Para más información sobre este tema, ver la sección de este libro que trata sobre la Planificación Familiar Natural.

A continuación, debemos abordar la adoración del hombre por el Vaticano II.

El documento del Vaticano II, Gaudium et Spes, # 26: “Crece al mismo tiempo la conciencia de la excelsa dignidad de la persona humana, de su superioridad sobre las cosas y de sus derechos y deberes universales e inviolables.”[114]

El documento del Vaticano II, Gaudium et Spes, # 12: “Creyentes y no creyentes están generalmente de acuerdo en este punto: todos los bienes de la tierra deben ordenarse en función del hombre, centro y cima de todos ellos.”[115]

Esto es una blasfemia. Si todas las cosas sobre la tierra deben estar relacionadas al hombre como su centro y cima, esto significa que todo debe ser medido por la ley del hombre y no por la ley de Dios. Esto significa que para todas las intenciones y propósitos el hombre es en realidad Dios – todo debe estar relacionado con él. El hombre ha sido puesto en el lugar de Dios.


Vaticano II

8. Sacrosanctum Concilium – Constitución sobre la Liturgia Sagrada

Sacrosanctum Concilium fue la constitución del Vaticano II sobre la sagrada liturgia. Fue la responsable de los increíbles cambios en la Misa y en los sacramentos después del Vaticano II.


Una «Misa» post-Vaticano II

Estos increíbles cambios son analizados con mayor detalle en la siguiente sección de este libro titulada "La Revolución Litúrgica". Lo que comenzó con la Sacrosanctum Concilium, Pablo VI lo terminó al suprimir la Misa latina tradicional reemplazándola por un servicio protestante inválido que se conoce como la Nueva Misa o el Novus Ordo Missae (el Nuevo Orden de la Misa). La «Nueva Misa» por sí sola ha sido la responsable de la salida de millones de personas de la Iglesia Católica.


Otra «Misa» post-Vaticano II

Pablo VI cambió también los ritos de todos los siete sacramentos de la Iglesia, haciendo graves y posiblemente invalidando los cambios de los sacramentos de la extremaunción, la confirmación y el orden sagrado. Pero todo ello comenzó con la constitución del Vaticano II, Sacrosanctum Concilium.

Las intenciones revolucionarias del Vaticano II son claras en Sacrosanctum Concilium.

Sacrosanctum Concilium #63b: “Las competentes autoridades eclesiásticas territoriales, de que se habla en el artículo 22, párrafo 2, de esta Constitución, preparen cuanto antes, de acuerdo con la nueva edición del Ritual romano, rituales particulares acomodados a las necesidades de cada región; también en cuanto a la lengua.”[116]

Sacrosanctum Concilium #66: “Revísense ambos ritos del bautismo de adultos, tanto el simple como el solemne, teniendo en cuanta la restauración del catecumenado.”[117]

Sacrosanctum Concilium #67: “Revísese el rito del bautismo de los niños y adáptese realmente a su condición.”[118]

Sacrosanctum Concilium #71: “Revísese también el rito de la confirmación.”[119]

Sacrosanctum Concilium #72: “Revísese el rito y las fórmulas de la penitencia de manera que expresen más claramente la naturaleza y efecto del sacramento.”[120]

Sacrosanctum Concilium #76: “Revísense los ritos de las ordenaciones, tanto en lo referente a las ceremonias como a los textos.”[121]

Sacrosanctum Concilium #77: “Revísese y enriquézcase el rito de la celebración del matrimonio que se encuentra en el Ritual romano, de modo que se exprese la gracia del sacramento (…) con mayor claridad.”[122]

Sacrosanctum Concilium #79: “Revísense los sacramentales (…) y atendiendo a las necesidades de nuestros tiempos.”[123]


Sacrosanctum Concilium #80: “Revísese el rito de la consagración de Vírgenes que forma parte del Pontifical romano.”[124]

Sacrosanctum Concilium #82: “Revísese el rito de la sepultura de niños, dotándolo de una Misa propia.”[125]

Sacrosanctum Concilium #89d: “Suprímase la Hora de Prima.”[126]

Sacrosanctum Concilium #93: “Restitúyase a los himnos (…) la forma primitiva, quitando o cambiando lo que tiene sabor mitológico o es menos conforme a la piedad cristiana.”[127]

Sacrosanctum Concilium #107: “Revísese al año litúrgico.”[128]

Sacrosanctum Concilium #128: “REVÍSENSE CUANTO ANTES, junto con los libros litúrgicos, (…) los cánones y prescripciones eclesiásticas que se refieren a la disposición de las cosas externas del culto sagrado.”[129]

Sí, el diablo no podía esperar para destruir el valioso patrimonio litúrgico de la Iglesia Católica por medio de los herejes en el Vaticano II. Su objetivo era dejar el mínimo de remanente de tradición que podía. Y, como veremos en el siguiente documento, eso es exactamente lo que hizo.


Otra «Misa» post-Vaticano II

En Sacrosanctum Concilium #37 y #40.1, el Concilio cae en herejía contra la enseñanza del Papa Pío X en la Pascendi sobre el modernismo.

Sacrosanctum Concilium #37: “… (la Iglesia) respeta y promueve el genio y las cualidades peculiares de las distintas razas y pueblos (…) y aun a veces lo acepta en la misma Liturgia, con tal que se pueda armonizar con el verdadero y auténtico espíritu litúrgico.”[130]

Por favor, tenga en consideración: el Vaticano II está permitiendo introducir las costumbres de los distintos pueblos en el culto litúrgico.

Sacrosanctum Concilium #40.1: “La competente autoridad eclesiástica territorial (…) considerará con solicitud y prudencialos elementos que se pueden tomar de las tradiciones y genio de cada pueblo para incorporarlos al culto divino. Las adaptaciones que se consideren útiles o necesarias se propondrán a la Sede Apostólica para introducirlas con su consentimiento.”[131]

Advierta nuevamente que el Vaticano II está permitiendo que las costumbres y tradiciones de los distintos pueblos sean incorporadas en la liturgia.

Lo que el Vaticano II enseña arriba (y que ha sido implementado en toda la Iglesia del Vaticano II en las décadas que siguieron a su promulgación) ¡es exactamente lo que el Papa Pío X condenó solemnemente en la Pascendi contra el culto modernista!

Papa Pío X, Pascendi Dominici Gregis, # 26, 8 de septiembre de 1907, Sobre el culto de los modernistas: EN LA EVOLUCIÓN DEL CULTO, EL FACTOR PRINCIPAL ES LA NECESIDAD DE ACOMODARSE A LAS COSTUMBRES Y TRADICIONES POPULARES; y también, la de disfrutar el valor que ciertos actos han recibido de la costumbre.”[132]

¡La enseñanza del Vaticano II fue condenada, palabra por palabra por el Papa Pío X en 1907!

En Sacrosanctum Concilium #34 y #50, el Vaticano II contradice nuevamente, palabra por palabra, una constitución dogmática de la Iglesia.

Sacrosanctum Concilium # 34: “Los ritos deben resplandecer con noble sencillez; deben ser breves, claros, evitando las repeticiones inútiles, adaptados a la capacidad de los fieles y, en general, no deben tener necesidad de muchas explicaciones.”[133]

Sacrosanctum Concilium # 50: “Simplifíquense los ritos, conservando con cuidado la sustancia; suprímanse aquellas cosas menos útiles que, con el correr del tiempo, se han duplicado o añadido; restablézcanse, en cambio (…) algunas cosas que han desaparecido con el tiempo, según se estime conveniente o necesario.”[134]


Podemos ver lo "simple" en lo que se han convertido

¡El Papa Pío VI condenó explícitamente la idea de que los ritos tradicionales de la liturgia de la Iglesia deban ser simplificados en su constitución dogmática Auctorem fidei!

Papa Pío VI, Auctorem fidei, 28 de agosto de 1794, # 33: “La proposición del Sínodo en la que manifiesta su deseo de que se quiten las causas por las que en parte se introdujo el olvido de los principios pertenecientes al orden de la liturgia, 'reduciendo está (liturgia) a mayor sencillez de ritos, diciéndola en lengua vulgar, y profiriéndola en voz alta…'” –Condenada como temeraria, ofensiva a los piadosos oídos, contumeliosa a la Iglesia, y que favorece a las injurias que profieren los herejes contra ella.[135]

Sacrosantum concilium también hace un llamado a cambiar el rito de cada sacramento, además de incentivar la libre expresión corporal en la liturgia (# 30):

Sacrosantum concilium # 30: “Para promover la participación activa se fomentarán las aclamaciones del pueblo, las respuestas, la salmodia, las antífonas, los cantos y también las acciones o gestos y posturas corporales.”[136]

También hace un llamado a una «adaptación profunda» de la liturgia (# 40):

Sacrosantum concilium # 40: “Sin embargo, en ciertos lugares y circunstancias, urge una adaptación más profunda de la Liturgia.”[137]

Estos pasajes del Vaticano II pueden formar parte de la razón de por qué las iglesias modernas de la secta del Vaticano II realizan con frecuencia «Misas» en que hay bandas de polca, guitarras eléctricas, globos, tambores, ceremonias indígenas, bailarinas en topless y música rock (ver nuestra sección La Revolución Litúrgica). También se pueden encontrar «sacerdotes» celebrando esas «Misas» vestidos de cualquier manera, desde camisetas de futbol hasta trajes de payaso. Sí, el «espíritu del Vaticano II» ha trastornado a las iglesias de hoy en día de la secta del Vaticano II. Sin embargo, los verdaderos católicos que han mantenido su resistencia a la apostasía del Vaticano II pueden recordar el hecho de que el Papa Gregorio X en el Segundo Concilio de Lyon, y el Papa Clemente V, en el Concilio de Vienne, ¡condenaron autoritativamente tales abominaciones!

Papa Gregorio X, Segundo Concilio de Lyon, 1274, constitución 25: “A las iglesias, por tanto, se deberá entrar con humildad y devoción; el comportamiento dentro debe ser calmo, agradable a Dios, llevando la paz a los demás, una fuente de instrucción y de frescura mental (…) En las iglesias las solemnidades sagradas deben dominar el corazón y la mente; se debe prestar la máxima atención a la oración. Por lo tanto, donde es apropiado para ofrecer deseos celestiales de paz y tranquilidad, para que nadie se levante a rebelión, provoque estruendo o sea culpable de violencia (…) Debe evitarse lo vano, y más aún el mal hablar y el lenguaje profano; la conversación debe cesar en todas sus formas. Todo lo que, en suma, pueda perturbar el culto divino u ofender los ojos de la divina majestad debe estar absolutamente ajeno en las iglesias, para que donde se debe pedir perdón por vuestros pecados, no sea ocasión de pecado o se pueda encontrar ocasión de pecado (…) Aquellos que desafíen imprudentemente estas prohibiciones (…) han de temer la severidad de la venganza divina y la nuestra, hasta que hayan confesado su culpa y tengan el firme propósito de evitar dichas conductas en el futuro.”[138]

Papa Clemente V, Concilio de Vienne, decreto # 22, 1311-1312: “Hay algunos, tanto clérigos y laicos, especialmente en las vigilias de ciertas fiestas cuando deberían estar en la iglesia perseverando en la oración, que no tienen medio de celebrar bailes licenciosos en los cementerios de la iglesias y en ocasiones cantan baladas y cometen muchos excesos. De esto a veces se sigue la violación de las iglesias, la conducta vergonzosa y diversos crímenes; y el oficio litúrgico es muy perturbado, hasta la ofensa de la divina majestad y el escándalo de los pueblos vecinos.”[139]

Por último, no queriendo dejar nada sin tocar, la Sacrosanctum Concilium se aseguró de invitar a las tradiciones de música pagana a los actos de culto católicos (#119):

Sacrosanctum Conciliun # 119: “Como en ciertas regiones, principalmente en las misiones, hay pueblos con tradición musical propia que tiene mucha importancia en su vida religiosa y social, otórguese a esta música la debida estima y el lugar correspondiente no sólo al formar su sentido religioso, sino también al acomodar el culto a su idiosincrasia. Por esta razón, en la formación musical de los misioneros procúrese cuidadosamente que, dentro de lo posible, puedan promover la música tradicional de su pueblo, tanto en las escuelas como en las acciones sagradas.”[140]

Afortunadamente, el Papa Pío XII y el Concilio de Trento ya habían condenado cualquier inserción de tradición musical profana en las iglesias.

Papa Pío IV, Concilio de Trento, sesión 22, decreto sobre las cosas que deben ser observadas y evitadas en la misa: “Y deben mantener fuera de sus iglesias el tipo de música en que se introducen elementos autóctonos y sugestivos en el órgano y el canto, y lo mismo de todas las actividades mundanas, conversaciones vacías y profanas, caminatas, ruidos y gritos, para que la casa de Dios pueda verdaderamente ser llamada así sea vista como casa de oración…[141]

Papa Pío XII, Musicae sacrae, # 42, 25 de diciembre de 1955: “[Sobre la música litúrgica] Debe ser santa. No debe permitirse dentro de ella nada que tenga sabor profano, ni permitirse cosa parecida en las melodías en que ella se expresa.”[142]

¿Hay alguna duda de que el Vaticano II trató de producir una nueva liturgia apóstata para su nueva Iglesia apóstata? El Vaticano II hace caer el anatema de la Iglesia sobre su cabeza.

Papa Pablo III, Concilio de Trento, sesión 7, canon 13, ex cathedra“Si alguno dijere que los ritos recibidos y aprobados de la Iglesia Católica que suelen usarse en la solemne administración de los sacramentos, pueden despreciarse o ser omitidos, por el ministro a su arbitrio sin pecado, o mudados en otros por obra de cualquier pastor de las iglesias, sea anatema.”[143]

Hay otras herejías en los documentos del Vaticano II. Sin embargo, lo que ha sido cubierto debería ser suficiente para convencer a cualquiera de buena voluntad que ningún católico de buena voluntad puede aceptar este concilio herético sin negar la fe. Y no basta con resistir las herejías del Vaticano II; se debe condenar por completo este concilio no-católico y a todos los que obstinadamente adhieren a sus enseñanzas. Porque si una persona rechaza las herejías del Vaticano II, y aún así se considera en comunión con aquellos que aceptan las herejías del Vaticano II, entonces esa persona sigue estando en realidad en comunión con los herejes y, por lo tanto, es un hereje.

Notas finales:

[1] Yves Marsaudon en su libro Ecumenism Viewed by a Traditional Freemason «El Ecumenismo visto por un Masón Tradicional», edición inglesa, Paris: Ed. Vitiano, 121; citado por Permanences «Permanencia», edición inglesa, no. 21 (julio de 1965), 87; también citado por el Obispo Tissier De Mallerais, The Biography of Marcel Lefebvre «La Biografía de Marcel Lefebvre», edición inglesa, Kansas City, MO: Angelus Press [Prensa Ángelus], 2004, p. 328.

[2] Denzinger, El magisterio de la Iglesia. Manual de los símbolos, definiciones y declaraciones de la Iglesia en materia de fe y costumbres, Barcelona, 1963, no. 703-705.

[3] Walter M. Abbot, The Documents of Vatican II «Los Documentos del Vaticano II», edición inglesa, The America Press [Prensa La América], 1966, p. 666.

[4] Decrees of the Ecumenical Councils «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Sheed & Ward and Georgetown University Press, 1990, Vol. 1, p. 970.

[5] Versión latína de 1937 de Denzinger, Enchiridion Symbolorum, Herder & Co., no. 705.

[6] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, 1990, Vol. 2, p. 908.

[7] http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_decree_19641121_unitatis-redintegratio_sp.html

[8] The Papal Encyclicals, «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, por Claudia Carlen, Raleigh: The Pierian Press, 1990, Vol. 2 (1878-1903), p. 393.

[9] Renee M. Lareau, “Vatican II for Gen-Xers” «El Vaticano II para la Generación X», St. Anthony Messenger [El Mensajero de San Antonio], edición inglesa, noviembre de 2005, p. 25.

[10] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, 1990, Vol. 2, p. 912.

[11] «Cardenal» Ratzinger, Dominus Iesus #17, aprobado por el Antipapa Juan Pablo II, 6 de ago. de 2000.

[12] Denzinger 570a.

[13] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 2 (1878-1903), p. 393.

[14] Michael J. Daley, “The Council’s 16 Documents” «Los XVI Docuentos del Concilio», edición inglesa, St. Anthony Messenger [El Mensajero de San Antonio], nov. de 2005, p. 15.

[15] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 910.

[16] Denzinger 468.

[17] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 910.

[18] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 3 (1903-1939), pp. 121-122.

[19] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 1, p. 578; Denzinger 714.

[20] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 912.

[21] The Encyclicals of John Paul II «Las Encíclicas de Juan Pablo II», edición inglesa, Huntington, IN: Our Sunday Visitor Publishing Division, 1996, p. 914.

[22] «Las Encíclicas de Juan Pablo II», edición inglesa, p. 965.

[23] Denzinger 247.

[24] Denzinger 714.

[25] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 915-916.

[26] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 1, p. 113.

[27] Denzinger 351.

[28]http://www.vatican.va/archive/hist_councils/ii_vatican_council/documents/vat-ii_decree_19641121_unitatis-redintegratio_sp.html

[29] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 1, p. 233.

[30] Denzinger 246.

[31] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 1, p. 31; Denzinger 85.

[32] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 914.

[33] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 3 (1903-1939), p. 315.

[34] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 907.

[35] Denzinger 468.

[36] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 1, p. 578; Denzinger 714.

[37] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 1 (1740-1878), p. 222.

[38] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 1 (1740-1878), p. 256.

[39] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 1 (1740-1878), p. 364.

[40] «Las Encíclicas de Juan Pablo II», edición inglesa, p. 950.

[41] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 907.

[42] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 1 (1740-1878), p. 201.

[43] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 1, p. 74.

[44] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 907.

[45] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol.

[46] Denzinger 468.

[47] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 2 (1878-1903), p. 400.

[48] Denzinger 1961.

[49] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 861.

[50] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 1 (1740-1878), p. 231.

[51] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 1 (1740-1878), p. 230.

[52] Denzinger 73.

[53] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 861.

[54] Denzinger 1806.

[55] Denzinger 1801.

[56] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 860.

[57] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 1 (1740-1878), p. 364.

[58] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 1 (1740-1878), p. 184.

[59] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 2 (1878-1903), p. 399.

[60] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, pp. 860-861.

[61] Denzinger 1630.

[62] Denzinger 1777.

[63] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 2 (1878-1903), p. 115.

[64] Denzinger 1778.

[65] Denzinger 1755.

[66] Denzinger 1690.

[67] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 1002.

[68] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 1003.

[69] Benedicto XVI, Teoría de los principios teológicos, edición inglesa, San Francisco, CA: Ignatius Press, 1982, p. 381.

[70] Benedicto XVI, Teoría de los principios teológicos, edición inglesa, 1982, p. 385.

[71] Benedicto XVI, Teoría de los principios teológicos, edición inglesa, 1982, p. 391.

[72] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 1004.

[73] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 2 (1878-1903), pp. 175-176.

[74] Patrick Madrid, Pope Fiction «Ficción del Papa», edición inglesa, San Diego: Basilica Press, 1999, p. 277

[75] Denzinger 1778.

[76] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 1004.

[77] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 1002.

[78] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 1003.

[79] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 1004.

[80] Chris Ferrara, «Oponiendo la Iniciativa Sedevacantista, II Parte», Catholic Family News [Noticiero para Familias Católicas], octubre de 2005, pp. 24-25

[81] Denzinger 1690; 1699.

[82] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 1, p. 380.

[83] P. John Laux, Church History «La Historia de la Iglesia», edición inglesa, p. 98.

[84] Denzinger 1995.

[85] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 1 (1740-1878), p. 271.

[86] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 1004.

[87] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 1 (1740-1878), p. 283.

[88] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 2 (1878-1903), p. 180.

[89] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 2 (1878-1903), p. 114.

[90] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 1015.

[91] Denzinger 423.

[92] Denzinger 570b.

[93] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 1035.

[94] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 1, pp. 605-606.

[95] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 969.

[96] Denzinger 343.

[97] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 1, p. 479.

[98] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 1 (1740-1878), pp. 49-50.

[99] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 969.

[100] L’Osservatore Romano, edición inglesa, 13 de septiembre de 1973, p. 8.

[101] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 969.

[102] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 2 (1878-1903), p. 307.

[103] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 3 (1903-1939), pp. 313-314.

[104] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 1 (1740-1878), p. 280.

[105] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 1082.

[106] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 5 (1958-1981), p. 255.

[107] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 5 (1958-1981), p. 255.

[108] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 1 p. 576.

[109] Denzinger 2195; «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 3 (1903-1939), p. 274.

[110] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 2 (1878-1903), p. 391.

[111] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, pp. 1103-1104.

[112] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 1105.

[113] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 1132.

[114] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 1085.

[115] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 1075.

[116] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 833.

[117] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 833.

[118] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 833.

[119] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 833.

[120] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 834.

[121] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 834.

[122] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 834.

[123] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 834.

[124] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 835.

[125] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 835.

[126] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 836.

[127] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 836.

[128] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 838.

[129] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 838.

[130] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 828.

[131] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 829.

[132] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 3 (1903-1939), p. 83.

[133] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 827.

[134] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 831.

[135] Denzinger 1533.

[136] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 827.

[137] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 828.

[138] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 1, p. 378.

[139] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 1, p. 378.

[140] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 841.

[141] «Los Decretos de los Concilios Ecuménicos», edición inglesa, Vol. 2, p. 737.

[142] «Las Encíclicas Papales», edición inglesa, Vol. 4 (1939-1958), pp. 283-284.

[143] Denzinger 856.